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domingo. 25.05.2025
TRIBUNA JURÍDICA

Hoy las técnicas jurídicas adelantan que es una barbaridad

Ese señor, cuyo único pecado parece ser el haber sido nombrado por el Gobierno de Pedro Sánchez, está siendo acusado de revelar lo que ya sabía media España.

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Seguir las crónicas de tribunales en los medios de comunicación es un ejercicio apasionante y una comprobación de que el progreso de la humanidad es imparable.

Ni la inteligencia artificial, a pesar de su reciente y fuerte bajada de precios, puede competir con la creatividad de algunos jueces españoles que, bordeando el procedimiento legal, tratan de ensanchar el camino al progreso. Cada día es posible aprender algo sobre novedosos procedimientos judiciales.

Las nuevas tecnologías del sector incluyen la pertinacia. Esa habilidad permite desarrollar el "algo habrá hecho" aplicado a alguien a quien no se le pueda colgar algún delito a la primera

Lo primero que llama la atención es eso del "secreto del sumario". Al ver que el contenido de esos sumarios aparece selectivamente en según qué medios, parece que el concepto de secreto significa, solamente, que su señoría no sale a la puerta del juzgado con un megáfono voceando el resultado de su investigación. A cualquier cosa, da que pensar, llama chocolate la patrona.

Salvo que se sea fiscal general del Estado, custodiar documentos no es algo que sea obligatorio para nadie de la carrera judicial. Ese señor, cuyo único pecado parece ser el haber sido nombrado por el Gobierno de Pedro Sánchez, está siendo acusado de revelar lo que ya sabía media España. O, alternativamente, de no custodiar debidamente algo que terminó acabando en las mesas de redacción donde se amontonan los "secretos de sumario" de muchos juzgados de instrucción españoles.

Las nuevas tecnologías del sector incluyen la pertinacia. Esa habilidad permite desarrollar el "algo habrá hecho" aplicado a alguien a quien no se le pueda colgar algún delito a la primera. Consiste en escanear la vida y milagros del procesado/a, desde el seno materno hasta la actualidad, con el propósito de encontrar algo que parezca asimilable a algún equivalente que se asemeje a lo que podría considerarse un ilícito penal. O, al menos, que huela a eso.

Cual Arquímedes moderno, hay magistrados que parecen decir: darme un punto de apoyo y moveré el sumario

Cual Arquímedes moderno, hay magistrados que parecen decir: darme un punto de apoyo y moveré el sumario. Por eso, acudiendo a la llamada de la famosa fatwa, esa de "el que pueda hacer algo, que lo haga", algunas asociaciones patrióticas, de las de correajes y pistola al cinto, se encargan de suministrar el material suficiente para que los jueces campeadores, instruyan. Es lo que el famoso refrán reconoce como "instruye, que algo queda".

Porque, de lo que se trata, es de instruir. Como en el camino a Ítaca, lo de menos es llegar. En una sala de justicia. Lo sustancial es el espectáculo de instruir cara al público y, por ello, tan importante como investigar, o más, es durar. Mientras dura una instrucción, los medios no dejan de hablar de ella, cosa que, para los afines al fin (valga la redundancia) que se pretende, es lo que importa. Imputado, procesado, condenado, culpable y delincuente son sinónimos que significan que el sujeto/a y parientes y amigos cercanos son carne de cañón indignos de toda presunción de inocencia por mucha constitución que se quiera echar al asunto. Y, todo, por una instrucción de quítame allá esas pruebas.

Ahí, por cierto, puede observarse otra delicatessen judicial: la selección de pruebas. Consiste en aferrarse a unos hechos, convertirlos en evidencias y desechar otros por increíbles, siempre que aquellos sirvan para confirmar una teoría prestablecida y, estos últimos, la contradigan. Esto, que el nobel Daniel Kahneman llama "efecto anclaje" en la toma de decisiones, en el terreno judicial se debería llamar "instrucción previamente instruida".

También hay quien, con una toga puesta, es capaz de encontrar "indicios de criminalidad" en teletrabajar desde casa. Ni a Trump, que solo enjuiciaría eso desde el derecho istrativo, se le ocurriría hacerlo por lo penal

Pero claro, la instrucción requiere el hacer cosas. Tomar declaraciones, hacer registros, en domicilios y oficinas, requisar teléfonos, etc. Y, ello, tanto del sujeto de la instrucción como de sus allegados, por si acaso. Dícese de un juez que ha llegado a requisar los teléfonos móviles de los hijos, menores de edad, de alguien relacionado con la investigada. Claro que esta, llamándose Begoña, era claramente sospechosa, aunque todavía no se sabe muy bien de qué. Pero, démosle tiempo al instructor, que no hay prisa.

También hay quien, con una toga puesta, es capaz de encontrar "indicios de criminalidad" en teletrabajar desde casa. Ni a Trump, que solo enjuiciaría eso desde el derecho istrativo, se le ocurriría hacerlo por lo penal.

Y luego, están los investigados virtuales. Son esos, bueno, en realidad solo "ese", al que no se le toma declaración porque, cada vez que le llama la instructora, tiene algo que hacer más importante que ir al juzgado. Claro que, no siendo "ese", nadie relacionado, sino todo lo contrario, con Sánchez, no hay que perder el tiempo instruyendo nada, no sea que el personal se distraiga de lo que realmente interesa.

Si hay gente preocupada porque se le quede cara de tonto al escuchar todos los días cosas como esas, no debe alarmarse. Se trata de un virus muy extendido entre los creyentes del estado de derecho. La única cura es ampliar las tragaderas y esperar que, alguna vez, acabe la instrucción. Aunque no ayude el recordar que ha habido casos judiciales que han durado décadas.

Pero, ya se sabe que, al igual que no se puede hacer una tortilla sin romper un huevo, el progreso requiere también romper normas. Y, en este sentido, podemos ver como la justicia española progresa que no veas.

Definitivamente, puede decirse que, hoy las técnicas jurídicas adelantan que es una barbaridad, una brutalidad y una bestialidad.

Hoy las técnicas jurídicas adelantan que es una barbaridad