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domingo. 25.05.2025

Pepe Mujica, el pontífice de una iglesia laica cuyo credo es luchar por un futuro más humano

José Mujica se ha ido tal como decidió vivir, sin alharacas, la mejor de todas las pompas y circunstancias imaginables.
pepe mujica

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Sin pretenderlo tan siquiera, Pepe Mujica se convirtió en el pontífice laico de una Ciudad Eterna llamada Utopía, cuyo credo cosmopolita es favorecer la convivencia del género humano al anhelar otros mundos posibles con prioridades más vitales, en lugar de hacer imperar actuaciones inhumanas.

José Mujica se ha ido tal como decidió vivir, sin alharacas, la mejor de todas las pompas y circunstancias imaginables. No puedo dejar de asimilar su muerte con la del Papa Francisco, quizá por la cercanía en el tiempo de sus fallecimientos a una edad muy similar por cierto. Ambos fueron referencias indiscutibles desde sus respectivas esferas de acción, el orbe religioso de la espiritualidad y el complejo universo de la política. Por supuesto, los integristas católicos verán en esta comparación una blasfemia y algunos ateos recalcitrantes harán otro tanto desde sus baluartes ideológicos de tres al cuarto. Pero eso la hace más pertinente todavía, si cabe.

Ninguno de los dos fue un santo y sus respectivos legados están llenos de imperfecciones, lo cual enaltece aún más que acertaran a predicar con el ejemplo de sus propias vidas. Renunciar a vivir en el suntuoso palacio episcopal del Vaticano fue algo sin precedentes, como también lo fue volver a tu humilde morada de siempre tras presidir un país y conservar tus hábitos cotidianos de antaño. Dentro del boato de la fastuosa iglesia católica, Francisco quiso que sus exequias tuvieran un pequeño toque de humildad en ciertos detalles aparentemente minúsculos, como la sobria inscripción de su lápida o la sencillez de un catafalco junto al cual cruzaron unas palabras enemigos irreconciliables. Huelga señalar que la despedida de Mujica se caracterizará por una impecable austeridad.

Hizo su paso por la política y ocupó la más alta magistratura de su país con una envidiable naturalidad, para oficiar luego como un referente simbólico mundial

Como es lógico, el cónclave para sustituir la figura de Pepe Mujica queda pendiente de verificar, no tiene fecha ni habrá fumatas de ningún color. En este vasto colegio cada cual es elector y elegible, al margen de su edad y condición. Sería deseable que fueran legión los designados por quienes añoran una forma de ser excepcional por su absoluta normalidad. Un antiguo guerrillero juvenil acribillado a balazos y que logró encontrase a sí mismo en la solitaria reclusión carcelaria, hizo su paso por la política y ocupó la más alta magistratura de su país con una envidiable naturalidad, para oficiar luego como un referente simbólico mundial. El itinerario puede ser muy otro, porque la gracia del asunto es no dejarse dominar por las circunstancias adversas o propicias.

Su mayor secreto es que amaba la vida de modo incondicional y eso le hacía ver que nadie debería creerse superior al resto, además de respetar a la Naturaleza sin maltratarla para obtener absurdos beneficios que por añadidura nos roban el futuro. Su filosofía era la de un proverbial sentido común que le hacía comprender las cosas más elementales. ¿Acaso es más rico quien acumula sin tasa o quien aprende a prescindir de lo superfluo? Menos es más y acumular desmesuradamente no deja de ser una triste servidumbre voluntaria. Sin embargo, nadie debería carecer de aquello que satisface nuestras necesidades más básicas.

Su filosofía era la de un proverbial sentido común que le hacía comprender las cosas más elementales

Un hogar tan sencillo como digno, una forma de ganarse la vida sin explotaciones abusivas, el a una educación pública y una sanidad universal, el no quedar desamparado y a la intemperie cuando vienen mal dadas o no podemos valernos por nosotros mismos, junto a un sinfín de obviedades por el estilo, es hacia lo que apuntaba Mujica desde su compromiso político y con su modesta manera de vivir. Sus reflexiones remaban a la contra, denunciando una mentalidad hegemónica que da por supuesto un enfoque antagónico sobre la riqueza, el esclavismo de un precario mercado laboral y la salvaje privatización de los recursos públicos que lo comercializa todo sin piedad, haciendo del ser humano un mero instrumento en aras de caprichos tan efímeros como impresentables.

Ha muerto un hombre cabal para quien la libertad consistía en disponer de tiempo y hacer así todo aquello que te agradara de veras. Un tipo de libertad que debería ser accesible a cualquiera, gracias a la justicia social y el desarrollo sostenible, lejos de cualesquiera deudas e hipotecas que puedan convertir la vida en un infierno.


PS: Quiero dedicar estas líneas a Martín Mitxelena por su bonhomía y la generosa elegancia con que ha sabido afrontar una muerte anunciada. Ojalá cundiera el ejemplo.

Pepe Mujica, el pontífice de una iglesia laica cuyo credo es luchar por un futuro más...