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lunes. 26.05.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

Los ladrones son gente honrada

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A principios de los años 60, Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, ideó una campaña turística que sacaba ventaja de la fama española de país aislado y de costumbres bárbaras, ¡Spain is different! se convirtió en un eslogan destinado a atraer turistas a un país donde parecía no existir nada más que sol y naranjas, tablaos flamencos y playas paradisíacas. Ahora, cuando han pasado 64 años desde la campaña publicitaria, España sigue siendo diferente. No de otra manera podemos contemplar que presuntos delincuentes denuncien a presidentes del gobierno, ministros y fiscales y la justicia acepte casi con arregosto las propuestas incriminatorias en la benévola consideración jardielponceliana de que los ladrones son gente honrada. Quizá porque estos delincuentes de cuello blanco lucen como los bastardos que Shakespeare quería, “hijos de la lujuria y el amor” que no como los otros, los legítimos matrimoniales, “de la rutina y el insomnio nacidos”.

Estos delincuentes de cuello blanco lucen como los bastardos que Shakespeare quería, “hijos de la lujuria y el amor”

La decencia ya no tiene credibilidad superada por la líbido de la molicie materialista, nacida, como los bastardos, de la lujuria y donde los valores y la ética han corrido la misma suerte que las hadas subyugadas por los males que le acontecen cuando pierden la virginidad a manos de un mortal. Pero, sobre todo, lo que caracteriza hogaño a la España diferente es el ascenso del mal ejemplo. Javier Gomá Lanzón afirma: “si uno como yo es justo, ecuánime, leal, ¿por qué no lo soy yo?; si otro es solidario, humanitario o compasivo, ¿qué me impide serlo a mí también?; ¿si un tercero exhibe bonhomía y urbanidad, ¿dónde queda mi barbarie? Definitivamente, el mal ejemplo nos absuelve mientras que el bueno nos señala con el dedo acusador y nos condena”.

El problema entonces se circunscribe, en esa toxicidad del mal ejemplo itido, a que no es posible una democracia indecente y mendaz. Todo se convierte en la escena de la novela de Orwell 1984 en la que el Hermano Mayor y su estructura opresiva organizan diariamente lo que llaman “Los dos minutos de odio”. Durante ese tiempo, las telepantallas emiten información sobre enemigos del sistema hacia los que los del partido deben expresar su ira. El adversario político es criminalizado en un deterioro del debate público, solapado por una judicialización de la política y una politización impropia de los órganos neutrales del Estado que intentan convertir al adversario político en delincuente común. Todo ello en el ámbito de una apelación permanente del conservadurismo al descrédito de la representatividad democrática del contrario en nombre de una supuesta superioridad moral sobre las organizaciones políticas y la ciudadanía que las vota llevando el formato polémico de la vida pública a una crispación permanente sobre el déficit democrático de la negación de la licitud del adversario político a participar en la vida pública.

El adversario político es criminalizado en un deterioro del debate público, solapado por una judicialización de la política y una politización impropia de los órganos neutrales del Estado

Se trata, por parte de Montesquieu le han mandado quitarse los cordones de los zapatos y el cinturón de los pantalones y anda perdido por los sótanos de los juzgados. Inquisitio hereticae pravitatis.

Los ladrones son gente honrada