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jueves. 29.05.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

Democracia vaciada

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Elon Musk, Trump, Zuckerberg y el resto de líderes mundiales de la ultraderecha. Hay que dejar hacer a los más desaprensivos, a los más ricos, a los que han heredado, a los más codiciosos, a los más crueles. Esto ya pasó, pasó en los años treinta cuando se quiso eliminar a los que sobraban, rojos, gitanos, judíos, tullidos. Sin embargo, ni nuestra naturaleza ni la democracia iten ese orden de cosas, el hombre evolucionado no elimina a los cojos, a los ciegos, a los especiales, a los pobres, a los diferentes, se dota de mecanismos para proteger a aquellos que han tenido menos suerte al nacer o en el desarrollo de su vida; tampoco es una virtud democrática ni humana adaptarse al medio, porque adaptarse a la guerra, a la corrupción, a la violencia, a la explotación, a la tortura, a la desigualdad sólo demuestra la infinita capacidad de algunos seres humanos para la maldad.

La democracia es esperanza y esa esperanza se justifica atendiendo las necesidades más acuciantes de la población, defendiendo la libertad, pero también la igualdad ante la ley

Pese a las catástrofes, a los cientos de millones de muertos, a la destrucción omnímoda que ha originado el darwinismo social -no tenemos más que contemplar lo que ahora mismo está sucediendo en Gaza-, hay personajes, hay países que se empeñan en ponerlo de nuevo en práctica. Es algo que sucede cuando eso que antiguamente se llamaba pueblo se adormece, pierde el espíritu crítico, la fraternidad y la empatía, sustituyéndolas por el miedo al diferente, por la queja constante, por la credulidad y la indiferencia. En el horizonte próximo se divisan cambios, pero no los que de verdad pueden afectar muy negativamente a nuestras vidas como pueda ser la oligocracia digital global que amenaza con una dictadura mundial en la que cuatro niñatos mal criados digan lo que está bien y lo que está mal, lo que se puede hacer y lo que no, sino que cifran sus desventuras en la llegada de emigrantes, en la mezcla de culturas diferentes o en que los de afuera puedan aprovecharse del sistema de protección social a cuyo mantenimiento contribuyen trabajando en todo aquello que los nativos desprecian.

Impuesto en muchas partes del planeta las normas del darwinismo social -somos los que trabajamos en las actualidad quienes mantenemos a los vagos que cobran pensiones o enferman, a los incapaces que no sirven para nada, a los intelectuales y artistas, a los moros, a los tullidos-, las preocupaciones de los más ya no son las que de verdad afectan a su vida, sino que se mimetizan en muchos casos con los de las clases privilegiadas, con aquellas que son las que de verdad, en nombre de la democracia, pervirtiéndola, están pidiendo todo el poder y toda la riqueza para ellos e intentando suprimir todos los logros alcanzados por el pueblo desde 1789: Privatizaciones, externalizaciones, rebaja de impuestos a los más ricos, supresión de servicios y prestaciones públicas esenciales, justicia de clase que condena delitos menores y sobresee los de los grandes delincuentes que todos conocemos y, entre muchas otras cosas, aumento exponencial de la desigualdad en todos los países del mundo. 

La oligocracia digital global amenaza con una dictadura mundial en la que cuatro niñatos mal criados digan lo que está bien y lo que está mal

Pero no sólo eso, el devenir de las últimas décadas la democracia ha ido vaciándose de contenido, de los rasgos que las características endógenas que la hacen el menos malo de los sistemas políticos creados por el hombre. Convencidos la mayoría de sus dirigentes de que el Mercado es un dios omnisciente y todopoderoso, se han dejado de construir viviendas sociales, de crear un parque público de casas que esté al margen de los especuladores y sea asequible a quienes menos renta tienen, llegando incluso en algunos territorios como Madrid a vender pisos de titularidad pública a fondos buitre para que los dediquen al turismo o, simplemente, a la especulación; se han transferido y se transfieren cantidades de dinero cada vez mayores a la enseñanza concertada confesional que no respeta la Libertad de Cátedra, pone en duda la Teoría de la Evolución pero al mismo tiempo defiende un orden establecido clasista en el que unos están arriba por derecho propio, por la gracia de Dios, mientras que otros están abajo por su inadaptación e ineptitud; se defiende y promociona una sanidad privada para los ricos a la que se dota de aportaciones públicas y se ahoga a la Sanidad Pública restándole personal especializado y los medios que precisa una población cada vez más envejecida; construye líneas férreas para que vuelen sobre ellas trenes velocísimos al alcance de unos pocos, al tiempo que deja a cientos de pueblos y ciudades sin comunicación ferroviaria con el resto del país. Es decir, la democracia se está desvinculando del interés general, de lo que de verdad es necesario para sostener una vida un poco más amable y de atender a las demandas sociales más urgentes.

El declive de los movimientos sociales, de las reivindicaciones populares a pie de calle que ha sido progresivamente sustituido por las protestas violentas y ruidosas de los que más tienen, que desde hace años son quienes de verdad ocupan las calles, ha posibilitado esta situación. Pero la falta de ruido callejero, de protestas bien articuladas y persistentes, no justifica que la democracia pierda su identidad ni sus objetivos, ni su plegamiento a los intereses espurios de las minorías mejor situadas, como tampoco el silencio ante una de las mayores atrocidades bélicas de las últimas décadas como son los asesinatos en masa de Israel, ni el metalenguaje que llama derecho a la defensa de un país a un genocidio o permite que cada año miles y miles de seres humanos mueran en el Mediterráneo sólo por querer vivir un poco mejor en países que los desprecian, ni la justificación de la guerra como continuación de la política pero como otros medios, ni la resignación descorazonadora ante un futuro diseñado por los acaparadores y los creadores desigualdades crecientes e insoportables. 

La democracia es esperanza y esa esperanza se justifica atendiendo las necesidades más acuciantes de la población, defendiendo la libertad, pero también la igualdad ante la ley, de oportunidades y la protección de quienes más a la interpérie están y sabiendo que hay una línea que no se puede traspasar ni conculcar: El respeto inexcusable a los derechos humanos, de todos los derechos, para todos los seres humanos. En otro caso, la democracia agoniza.

Democracia vaciada