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Jaime Polo | @lovacaine

Desde que vi "La Chica de la Aguja" en el Festival de Sevilla supe que no iba a salir ileso de la experiencia. Ahora, meses después y con su estreno inminente, la película sigue rondando mi cabeza persistente como una cicatriz. Dirigida por Magnus von Horn y basada en hechos reales, esta desgarradora historia ambientada en la Copenhague de posguerra es un testimonio de miseria, supervivencia y el peso insostenible de las decisiones imposibles.
El director nos introduce en la vida de Karoline (Vic Carmen Sonne), una joven desempleada y embarazada que, en su desesperación, es acogida por Dagmar (Trine Dyrholm), una mujer de presencia magnética que regenta una agencia clandestina de adopción. Lo que comienza como una relación de necesidad mutua pronto se transforma en un vínculo complejo, lleno de sombras y matices, hasta que un giro inesperado lo cambia todo.
El tono de la película es despiadado pero, curiosamente, estilístico. Von Horn no se regodea en la miseria, sino que la observa con una distancia que acentúa su impacto. Cada plano magnifica el silencio de la ciudad que se ha olvidado de sus propios habitantes. La fotografía en blanco y negro, con su meticuloso juego de luces y sombras, dota al filme de un aura espectral que evoca el cine expresionista, reforzando la sensación de encierro. No hay escapatoria para ellos.
Pero "La Chica de la Aguja" no es solo una película sobre la desesperación, sino sobre la crudeza de las elecciones cuando no hay opciones reales. Habla de la maternidad desde un lugar incómodo y doloroso, explorando las grietas del instinto de supervivencia y los sacrificios impuestos por la sociedad. En este sentido, la película se convierte en un espejo helado de la hipocresía moral de la época, con un significado que se aleja poco de la realidad actual.
La experiencia de ver "La Chica de la Aguja" es una de esas que marcan. No es un filme fácil de recomendar, porque su visionado es un castigo autoimpuesto.
Sin embargo, su perfección formal y su hondura emocional la convierten en una de las obras más memorables del año. No sé cuándo volveré a verla, pero sé que nunca podré olvidarla.
El 21 de marzo se estrena en gran parte de los cines de España.