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martes. 10.06.2025
'REMAKES' DE BLANCA NIEVES

Vuelve una enigmática y empoderada Blancanieves sin perder su esencia original

Blanca Nieves ya no es una ingenua princesa.
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Rachel Zegler, en Blancanieves (2025).

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Celín Cebrián | @celincebrianvaliente

Hubo un momento en que los remakes, a veces llamados reboot, se convirtieron en la palabra más sucia en Hollywood. Así lo contaba en 2016 The Guardian en un artículo sobre la saturación a la que había llegado la industria del cine. Ahí tenemos filmes rehechos sobre las imágenes de Ben Hur o sobre las diversas entregas de la saga de Star Wars. Lo cierto es que, en los últimos tiempos, el remake se ha convertido en una práctica en expansión, tanto de éxitos de taquilla antiguos como de películas menos conocidas por el gran público, si bien, lo que siempre funciona son las comedias con un atractivo internacional, sobre todo a la hora de minimizar el riesgo, ya que un remake no es otra cosa que una operación comercial de una industria, la cinematográfica, que busca beneficios y reducir inseguridades a la hora de comprar los derechos de adaptación. De ahí que se busque cierta seguridad y  películas que con anterioridad ya han funcionado en el mercado.

Hubo un momento en que los remakes, a veces llamados reboot, se convirtieron en la palabra más sucia en Hollywood

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Rachel Zegler, en Blancanieves. (Filmaffinity)

¿Cómo debemos decir…? ¿Remake, reboot o retcons? El concepto de remake viene a decirnos de que la película en cuestión es una versión a imagen y semejanza de un filme anterior, aunque, a veces, en este sentido, se llega a la exasperación, como pasó, por ejemplo, en el caso de Psycho de Gus Van Sant, la cual fue elaborada plano a plano de forma idéntica a su predecesora, Psicosis, de Alfred Hitchcock. Por otra parte, un reboot es un “reinicio”, es decir, la nueva película hace algunos cambios respecto a la película en la que se basa, alejándose de su referente, aunque mantiene la relación sustancial con la versión original. Un ejemplo serían las tres versiones que hay de Spiderman. Por el contrario, un retcon es una “retrocontinuidad”. Se trata de modificar aspectos incongruentes o no deseados, transformando o modificando deliberadamente su desarrollo con tal de que perduren en el tiempo lo máximo posible. Aquí tendríamos Star Wars.

De las diez películas más taquilleras de 2023, sólo tres de ellas no estaban basadas en otros filmes anteriores: Barbie, Oppenheimer y Elemental

La verdad es que, por unas razones u otras, tanto en el cine como en la televisión, en las últimas décadas, especialmente en lo que llevamos de siglo, se ha consolidado la inclinación a reproducir fórmulas de éxito pasadas con el fin de atraer al público. Llama la atención el auge de las adaptaciones, consideradas un síntoma de una crisis de creatividad o de la poca valentía que tienen las productoras y distribuidoras a la hora de acometer nuevos proyectos. Algo que quizás esté justificado, sobre todo en el terreno del cine, ya que últimamente ha habido un desplazamiento de los espectadores hacia otros modos de consumo audiovisual alternativo, ya sean las plataformas en streaming o de los productos on line. De las diez películas más taquilleras de 2023, sólo tres de ellas no estaban basadas en otros filmes anteriores: Oppenheimer y Elemental. Sin embargo, en otros tiempos, esto no era problema alguno. Pensemos en Los siete magníficos, de Antoine Fuqua, realizada en 2016, que era un remarke del western dirigido por John Sturges en 1960, y éste, a su vez, era un reboot de Los siete samurais, dirigida por Akira Kurosawa en 1954. Lo que sí es evidente es que, debido a su éxito, los remakes aún no han llegado a saturar el mercado y la fórmula suele meterse a menudo en los premios Oscar, como se pudo comprobar en 2022, que entregó su máximo galardón a Coda, dirigida por Siân Heder, una película que no dejaba de ser más que la versión estadounidense de la familia Bélier, de Eric Lartigau. 

El entusiasmo del público por estas versiones, viene marcado muchas veces por la calidad de los mismos. Los últimos proyectos que han captado la atención de los aficionados al séptimo arte han sido Hechizo de amor (1998), un clásico con Sandra Bullock y Nicole Kidman, que ambas volverán a protagonizar, y La muerte os sienta tan bien (1992), con Meryl Streep, Goldie Hawn y Bruce Willis. Hay remakes para olvidar y otros que son excelentes. Entre los peores remakes de la historia del cine tendríamos a Vanilla Sky (2001), que es una versión de Abre los ojos, de Alejandro Amenábar. El planeta de los simios de Tim Burton. Dirty Dancing (2017) dirigida por Wayne Blair, que termina convirtiéndose en una especia de karaoke. The Karate Kid (2010), Fama (2009), Viernes 13 de Marcus Nispel, Cuarentena, Ben Hur (2016) y Desafío Total, una película de Len Wiseman. Para olvidar. Sin embargo, como ya he dicho, hay remakes sobresalientes, como El talento de Mr. Ripley, que fue una nueva adaptación del libro de Patricia Highsmith cuatro décadas después, ya que con anterioridad esta historia había tenido una precuela en el cine francés: A pleno sol. Por no citar Con faldas y a loco, con la que Billy Wilder se consagró como uno de los mejores directores de su generación y venía a ser la readaptación de la película sa de 1935 Fanfare d'amour. Y podríamos seguir así hasta que llegamos a la película que nos trae hoy aquí: Blancanieves.

El mayor desafío de la nueva Blancanieves era el cambio cultural que se había producido en los últimos años

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Era 2019 y la Disney estaba ganando dinero en taquilla “re imaginando” clásicos animados como Aladino, La Bella y La Bestia, El libro de la selva… Fue cuando vino la pregunta: ¿Y por qué no abordamos Blancanieves? No era la primera vez que lo intentaba. A lo largo de décadas había intentado modernizar su historia, hacer de ella algo más que “una damisela en apuros” que es apreciada como “la más bella” y que es “blanca como la nieve”. En un escrito, Andrés Monsalve se pregunta si la película es un hechizo bien lanzado o una manzana envenenada. Hay quienes aseguran que pasó de ser una idea prometedora a esa manzana llena de veneno. En ese momento, ante las previsiones, el gigante del entretenimiento y todo el equipo creativo hicieron todo lo posible por salvarla. Había mucho en juego. Es cierto que algunos retos de Blancanieves fueron pura mala suerte. Por ejemplo: al poco de iniciar la producción en Londres, se dieron los primeros casos de covid, lo que obligó a la Disney a adoptar estrictos protocolos de seguridad. Uno de los decorados, una cabaña con techo de paja, se incendió. A lo que sumar la huelga de actores de 2023. Gal Gadot, que interpreta a la reina Malvada, sufrió complicaciones de salud a causa de un embarazo. Y por si faltaba algo, hubo filtraciones de fotos del rodaje donde aparecían una tropa de siete bandidos del bosque que actuarían junto a los siete enanitos, producidos por IA. Pero quizás el mayor desafío era el cambio cultural que se había producido en los últimos años.

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Rachel Zegler, en Blancanieves. (Filmaffinity)

En 2021, algunos s de Internet, publicaron mensajes provocativos, atacando a Disney por elegir a Zegler, una actriz latina, para el papel de Blanca Nieves

En 2021, algunos s de Internet, publicaron mensajes provocativos, atacando a Disney por elegir a Zegler, una actriz latina, para el papel de Blanca Nieves. La productora se encogió de hombros y esperó a que pasase la tormenta. En realidad, los ejecutivos estaban orgullosos de esa elección. Les había cautivado su voz y su presencia en la pantalla. Consideraban su origen étnico una ventaja. Pensemos que el primer largometraje de animación definió una nueva forma de arte y costó solo 1,5 millones de dólares (unos 34 millones actuales) y recaudó  entre EE.UU y Canadá 184 millones, que hoy serían unos 400 millones, con los que compró los terrenos de la sede de Disney. Sabiendo esto, los ejecutivos, a la hora de trabajar y ponerse con Blancanieves, formaron un equipo creativo de primera línea. El productor Platt, el director Marc Weber, los compositores ganadores del Emmy y el Grammy…  Además, por aquel entonces, la actriz, Zegler, estaba ganando elogios por interpretar a María en West Side Story, de Steven Spielberg. En cuanto a Gal Gadot, era La mujer Maravilla. Así que… La producción sería colosal y se extendería por 10 platós en los suburbios de Londres. La guionista, Erin Cressida Wilson, intentó modernizar el cuento de los hermanos Grimm. El escollo quizás pudieran ser los enanitos, que se añadirían en posproducción… Aun así, la productora contrató a tres personas de talla baja como asesores. La primera reacción y crítica a esto vino del actor Peter Dinklag, de Juego de Tronos. A medida que se retrasaba el estreno, previsto para marzo de 2024, aparte de decepcionar el primer montaje, la Disney optó por guardar silencio y marcar distancias.  Y…, cuando Blancanieves salió al mercado, lo primero que hizo la Disney fue distanciarse de las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (conocidas como DEI) en medio de una reacción contra estas políticas del presidente Donald Trump. Lo que había sido positivo, que fue poner a una latina en el papel principal, después se convirtió en un lastre, arremetiendo algunos agitadores de la derecha contra Zegler. El New York Post llegó a publicar más de 20 artículos sobre Blanca Nieves: ―”Gruñón, Tontín y Woke: un desastre de Blancanieves de la Disney”, era el titular de uno de ellos.

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Rachel Zegler & Gal Gadot.

Hubo quienes criticaron a los enanos; otros se rieron de la peluca de Rachel Zegler. Muchos son los que han cuestionado si era buena la idea de hacer una película diferente a la versión de 1937. Pero el verdadero dolor de cabeza llegó cuando Zegler, la actriz, compartió en “X” un tráiler de la película y añadió: ―”Y recuerden siempre, Palestina libre”. El comentario además provocó un distanciamiento entre ella y Gal Gadot, teniendo en cuenta que ésta es israelí. Sin embargo, en noviembre, Zegler entró de nuevo al trapo y utilizó Instagram para hablar de las elecciones presidenciales. En un post lleno de improperios, criticó duramente a Trump y a los que habían votado por él.

Vemos a una Blancanieves carismática y empoderada, pero sin perder la esencia original

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En cuanto a la película…, vemos a una Blancanieves carismática y empoderada, pero sin perder la esencia original. Los números musicales son realmente buenos y entretienen. El vestuario es más que notable. Todo quedará, pues, a tenor de quienes la vean. Aun así la historia es algo más compleja y lo que sí que cambia es la química que hay entre Blancanieves y Dopey, que aquí, en esta versión, ya no son Blancanieves y Grumpy.  Muchos creen que los personajes originales eran más entrañables. Otra diferencia es que en la novela de los hermanos Grimm y en la película de 1937 el nombre de Blancanieves se debe a que “era blanca como la nieve”. En esta secuela de 2025 es porque “ha nacido durante una tormenta de nieve”. Pero lo que sí está claro es que la nueva película está marcada por la dulzura y el arrojo, y que, como sus predecesoras, cumple con todos los requisitos básicos de toda princesa: una patrimonio real, una madre muerta, una madrastra asesina y un pretendiente que suele montar en un caballo blanco. Esta Blancanieves es hija de un rey y una reina. Y añadir que Rachel Zegler tiene encanto y potencia pulmonar para sostener el centro de esta película. De hecho debemos recordar que fue Aladdin (1992) la primera película Disney en abrirle las puertas a nueva era, a la diversidad, ya que la chica de la realeza que hacía de princesa era árabe y se llamaba Jasmín.

Para terminar con esta historia de remakes y princesas, ya sólo me queda añadir que no nos podemos olvidar de esa Blancanieves (2012) dirigida por Pablo Berger, toda una magnífica obra, de una estética poderosa, que combina a la perfección el humor negro con la sátira social, sorprendiendo a propios y a extraños. Una película muda que ganó diez premios en la edición de los Goya de los dieciocho a los que estaba nominada. Estamos en Sevilla en los años 20. Carmen (Macarena García), ha vivido toda su infancia bajo el yugo terrible de Encarna, su madrastra (Maribel Verdú). Cansada de tanta represión, la joven decide escapar y vivir nuevas aventuras. Entonces, inicia un viaje que la transformará por completo. Y en ese viaje o en esa huida, encuentra la compañía de “siete enanitos”. Y es aquí donde el director nos introduce en el territorio de lo grotesco y los fantástico en una fábula basada en ese cuento de los hermanos Grimm, en la que utiliza elementos de la España más castiza.

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Maribel Verdú en Blancanieves.

Sabemos que hay infinidad de versiones y adaptaciones de este cuento de hadas publicado en 1812 y que la primera versión muda y en blanco y negro se hizo en 1916. Aquí, en una mezcla de tragedia, drama y comedia, el guion utiliza el entorno taurino para guiarnos por las pautas esenciales de la historia original. Pablo Berger engrandece los encuadres, buscando una belleza formal a base de panorámicas, travellings arriesgados y primeros planos. Las secuencias rodadas en la plaza de toros de Sevilla son una delicia visual, además de tener una gran carga poética y una ejecución brillante.

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Macarena García en Carmen de la Blancanieves de Pablo Berger.

Maribel Verdú, como Encarna, es una enfermera que se convierte en madrastra: ambiciosa, manipuladora, arrogante… Macarena García es Carmen. Una chica alegre, ingenua. Es el contrapunto. A lo que añadir un diseño de producción magnífico, más la fotografía, la música…, que le dan un aspecto visual  diferente, creando una rara avis que busca la esencia y la magia de las películas mudas y en blanco y negro, sin dejar de ser moderna, atrevida, singular, estimulante.


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