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miércoles. 28.05.2025
ANÁLISIS POSTELECTORAL

Donald Trump y los oligarcas, el futuro ya es presente

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El presidente de la el capitalismo, sin descartar nuestra desaparición, bien por la guerra nuclear, bien por la catástrofe climática.

Estamos en el futuro global. Lo local, nacional y global están imbricados, sin remisión, la izquierda del siglo XX desapareció en 1989

Los nuevos paradigmas de gobernanza económica se han estado fraguando por debajo de los conceptos neoclásicos y del keynesianismo, una corriente subterránea de cambios tecnológicos empuja el conjunto social hacia una nueva economía. Un capitalismo inédito que tendrá muy difícil conseguir la cohesión social necesaria para el funcionamiento de la democracia, y creará un entorno de sociabilidad muy hostil al sindicalismo, al cual le será muy difícil subsistir y actuar. Sus opciones se juegan en el momento actual, en la formulación de otras formas de economía, aún por concretar, acordes a las oportunidades de bienestar que los trabajadores aprecian en las promesas de la tecnología, para producir con menos esfuerzo, y de manera más libre, cooperativa y segura los bienes y servicios necesarios para la sociedad, los ciudadanos y respetuosos con el entorno natural.

A excepción de los pequeños países del norte de Europa y algunas regiones e islas del mundo anglosajón, los trabajadores van a sufrir una profunda trasformación de la utilidad de sus habilidades para la producción, en una escala que no tiene parangón en la historia de la humanidad, ni por su calado, ni por la inmediatez y velocidad del cambio y, sobre todo, la trasformación es global. El impacto que conocemos de las revoluciones tecnológicas anteriores no sirve para enfrentarse a la actual, las formas de vida son diferentes, cómo culturas y niveles de educación de los afectados, o las distintas características de las instituciones sociales que protegen a los individuos en cada país. Tampoco hay homogeneidad en la disposición de los ciudadanos jóvenes de los distintos países y culturas, para hacerse cargo del cambio generacional. La dotación de personal formado, apto para dedicarse a la reeducación de las personas amenazadas por la pérdida de utilidad de sus habilidades es muy desigual, y también la capacidad para integrar nuevo capital humano inexperto. Ninguno de los órganos globales autorizados ha realizado aún una cuantificación del gasto social necesario para acometer, conjuntamente, la formación acelerada de la juventud ampliada, entre los quince y los treinta años, y el reciclaje de centenares de millones de personas, que serán desplazadas por la automatización. Al coste educativo hay que añadir las inversiones necesarias para combatir el cambio climático, una incertidumbre global que confluye en el tiempo con la disrupción provocada por la automatización. La acción tendría que ser global, para resultar efectiva: en la paralización y reversión del calentamiento del planeta y la recuperación de las personas trabajadoras. Mientras encontramos un camino de salida, el populismo explota los agujeros, cada vez mayores, de nuestro sistema institucional del bienestar. Las elecciones en Norteamérica son la muestra más evidente, ciertamente destaca las lacras de la democracia americana, dinero, lobby y familias que se reproducen en los cargos y candidaturas, pero no nos creamos tan diferentes. En la TV, una serie de abogadas, situada en Chicago, nos relata el día a día de un grupo de personas progresistas, ricas y liberadas, que solo trabajan para ricos, solo los ricos pueden permitirse pagar esos honorarios, y por lo tanto tienen que vivir una doble moral, la de los amigos, y la de los negocios. No es de extrañar la ira del votante pobre, golpeado por la crisis tecnológica, con los salarios congelados y ahogados por la inflación contra el equipo de gente guapa de la Sra. Harris y su marido sionista. En EEUU, además, hay unas generaciones nuevas, no socializadas en la guerra fría, que se abstienen de votar ante la ausencia de alternativas, o votan lo contrario de las personas a las que envidian, la cultura americana cifra la identidad en la envidia de los otros.

Las fuerzas políticas con voluntad trasformadora no han logrado, por ahora, trascender el área de los círculos más o menos informados y cultos, participa en las elecciones, sin mucho éxito, forma parte coaliciones y apoya gobiernos centristas

Estamos en el futuro global. Lo local, nacional y global están imbricados, sin remisión, la izquierda del siglo XX desapareció en 1989. Las fuerzas políticas con voluntad trasformadora no han logrado, por ahora, trascender el área de los círculos más o menos informados y cultos, participa en las elecciones, sin mucho éxito, forma parte coaliciones y apoya gobiernos centristas. Únicamente el movimiento sindical tiene ámbito global, pero siempre cercano al punto de fractura por las pulsiones nacionalistas y del corporativismo. El momento exige capacidades unitarias inéditas, para poner en común lo que une a los círculos existentes, valorar la riqueza intelectual residente en la experiencia de lucha alternativa y dejar de lado las ensoñaciones sobre la mejor opción, para centrarse en lo mejor de cada una de las existentes. Ni estamos en 1921, ni estamos obligados a repetir los errores de entonces. La historia del siglo XX debería enseñarnos, el enfrentamiento por la pureza del movimiento socialista no fue buena idea. El movimiento feminista, o la campaña de la ONU de movilización contra el hambre muestran parecidas debilidades, sin estar realmente organizad@s. Enfrente tenemos los movimientos religiosos del cristianismo ultra y bíblico, éstos suponen una contraofensiva reaccionaria muy potente de masas desesperadas, desinformadas y crédulas, que cuentan con el respaldo multimillonario del MAGA de Trump y el populismo americano.

Netanyahu y sus ultras están escenificando para todo el mundo donde pueden llegar para hacer valer su mensaje mesiánico, y han conseguido arrastrar al ejército y una masa suficiente de la población de Israel. Los oligarcas americanos del petróleo, aliados principales del lobby sionista y los magnates de la tecnología no reconocen otra filosofía moral que la libertad de hacerse aún más ricos, pueden tranquilamente destruir Mesopotamia y el este mediterráneo para garantizar el petróleo y el comercio por las rutal que controlan. Palestina puede desaparecer e Irán pude sufrir un ataque a sus instalaciones nucleares, mientras no tenga poder disuasorio está condenado, Corea del Norte lo demuestra. La subida de la Walt Street el día del anuncio de la victoria republicana debería hacernos reflexionar sobre las expectativas de futuro para todos. 

El mandato anterior de Donald Trump no sirve para predecir el actual, nadie aprende más rápido que los magnates del dinero; actualmente, las masas reaccionarias están mejor organizadas y el populismo tiene apoyos en todo Occidente. Trump está en posición para formar un gobierno más globalista, tomar café en el Foro de Davos (WEF) y declarar los EE.UU. por encima de la ONU, pretende ignorar las normas internacionales y pactar con otros autócratas el imperio de los negocios. Puede intentar todo eso y, al tiempo asegurarse el apoyo interior con el blindaje de los EE.UU. contra las migraciones y las mercancías de países competidores. La preponderancia del dólar le permite exportar la inflación, para contentar a sus votantes. Ha prometido dar continuidad a la libertad global de negocio, armas y finanzas, y espera de los europeos sigamos siendo igual de timoratos para tomar decisiones de autonomía estratégica. Cuando dice en la OTAN que no nos defenderá si no gastamos, está diciendo: ¡comprarme más armas! 

En Valencia acabamos de sufrir las consecuencias del pensamiento corto cuando la decisión a tomar tiene graves consecuencias, Mazón es el prototipo del político atento a los problemas del turismo, que siempre piensa que los problemas no le van a llegar a él

Todos los presidentes de EEUU presumen de su capacidad para determinar la geoestrategia de los europeos. El dilema actual es Ucrania, para Trump la cuestión es: si le interesará más pactar con Rusia, o empujar a los europeos a la guerra con Rusia. La situación actual no es viable para él, ni para nadie, pero Trump alardea de ejecutivo y no soporta los procesos atascados, ni él ni su círculo de oligarcas desean seguir gastando en una guerra estancada, siempre al borde del conflicto nuclear. El negocio de ventas de armas para ser destruidas en Ucrania, y repuestas luego, puede alcanzar un borde peligroso; Biden prometió que no llegaría nunca, porque antes caería Rusia. Pero, ese fue el error del viejo establishment de la guerra fría que aún preside los EEUU, y Trump no quiere herencias envenenadas. Al conjeturar sobre Trump y Ucrania; sabemos que nunca ocurre como creemos, pero hay indicios de que Europa, sin preparación, con gobiernos de derechas, nacionalistas y sin estrategia continental puede tenga que afrontar el peor de los dilemas decisorios, desde el Tratado de Roma de 1958. 

Trump puede, teóricamente, colocarnos ante las siguientes opciones: independizarnos de la tutela americana, o ir a la guerra contra Rusia, o soportar la paz que pacten Trump y Putin, y pagar la reconstrucción de lo que quede de Ucrania. Ningún político europeo tiene en su mente un plan de paz viable, y los que algo dicen cuentan una combinación de la opción uno y la opción dos, por eso crece la ultraderecha. En Valencia acabamos de sufrir las consecuencias del pensamiento corto cuando la decisión a tomar tiene graves consecuencias, Mazón es el prototipo del político atento a los problemas del turismo, que siempre piensa que los problemas no le van a llegar a él. Bajo ese mismo tipo de políticos hemos construido Europa desde 1989. Se necesita un frente amplio pacifista cómo el creado por los problemas de la expansión nuclear ruso-americana. Soy consciente de que no lo hay, por ahora, pero la reacción de la juventud valenciana frente a los daños de la DANA, me reconcilia con la voluntad de supervivencia de la especie. 


[i] Frank Hoffer (2010: p. 119) Boletín anual,de la OIT, …

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