Fuerzas armadas vs. política de defensa
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Como consecuencia del a la presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump, la Unión Europea se ha encontrado inesperadamente en una coyuntura no prevista que la tiene desconcertada: Estados Unidos decide abandonar a Ucrania a su suerte y acordar con Rusia el cómo del final de la guerra y el cómo de la situación posterior a esa finalización, enfrentándola al dilema del seguidismo de también abandonar a Ucrania a su suerte o intentar mantener la llama de su defensa hasta donde se pueda y como se pueda. Esta segunda opción parece ser la que se ha elegido, en nombre de la europeidad de Ucrania y del Derecho Internacional violado por Rusia con su invasión de Ucrania hace tres años.
Pero, en su precipitación por enfrentarse al dilema, ha preferido ignorar que no tiene los medios necesarios para hacer valer su postura y está tirando por la calle de enmedio con propuestas que dentro del esquema general de mantener la realidad geopolítica de la OTAN y todo lo que ella representa y les representa, le permita jugar algún tipo de papel en la resolución del cómo del final de la guerra de Ucrania y del cómo posterior, pudiendo intervenir, por ejemplo, como fuerzas de interposición de mantenimiento de la paz, dejando para un futuro, cuya duración nadie conoce, adquirir la capacidad de autodefensa que le permita no depender de la que hasta ahora le está proporcionando Estados Unidos.
Para alcanzar estos dos objetivos, poder jugar algún papel en la resolución del conflicto ucraniano y conseguir una cierta autonomía en el ámbito de la seguridad y la defensa, la Unión Europea (incluyendo como tal en estos momentos al Reino Unido, quizás a Canadá e incluso es posible que a Australia) se está embarcando en un esfuerzo que, de momento, es solamente presupuestario (y consiguientemente endeudador): mantener el apoyo logístico militar y económico a Ucrania, impulsar el rearme propio e ir creando una defensa (unas fuerzas armadas) autónoma. Tres pretensiones ambiciosas y, cómo no, legítimas, pero de larga duración, especialmente medidas en relación con el corto espacio de tiempo que probablemente Estados Unidos y Rusia van a tardar en imponer su propia solución al conflicto ucraniano.
La Unión Europea no puede conseguir su autonomía estratégica solamente fabricando y comprando más armamento y material y dotándose de un mayor número de efectivos
Descartada, por tanto, la pretensión de “salvar al soldado Ucrania”, por frustrante que nos parezca, analizemos las otras dos: ¿rearmarse no es precisamente lo que Estados Unidos nos está pidiendo, o más bien exigiendo, con su 5% del PIB destinado a Defensa? ¿Es así como creemos que se va a conseguir la deseada (y ¿pretendida?) autonomía estratégica? ¿O sólo estaríamos ahondando el propio hoyo del que queremos, y creemos que debemos, salir? No, la Unión Europea, dada su actual situación de dependencia de Estados Unidos a través de la OTAN, no puede conseguir su autonomía estratégica solamente fabricando y comprando más armamento y material y dotándose de un mayor número de efectivos; necesita complementarlo con un cambio significativo en su política de defensa.
Y aquí radica el problema, porque cambiar la tradicional, de larga data, política de defensa de la conservadora Unión Europea+ se nos aparece como algo casi inimaginable, ya que exigiría ser capaz de deshacerse de ciertas nociones y hábitos esenciales de su mentalidad conservadora. Por ejemplo.
Su complejo de superioridad derivado de haber dominado y modelado a su imagen y semejanza el mundo durante casi seis siglos, lo que le lleva a estar firmemente convencida de que el “progreso” sólo puede conseguirse imitando sus creencias y estructuras políticas y económicas, un mundo, hoy día encabezado por Estados Unidos, que tiende a ver a quien no la imita como “enemigo”.
Razón por la cual, sigue creyendo que necesita ampararse en Estados Unidos, no sólo para protegerse, sino fundamentalmente para poder seguir imponiendo sus “sagradas esencias” (neoliberalismo: democracia política y civil y capitalismo económico y social). De ahí, su desconcierto cuando los propios Estados Unidos se están saliendo del guión (se alinea con la autocrática Rusia y abandona a la aspirante a la Unión Europea Ucrania a su suerte).
Y razón por la cual, sigue negándole a Rusia el pan y la sal de considerarla “europea” (en un ímprobo esfuerzo de contradecir a la historia), como si siguiera siendo la Unión Soviética, de la que nos diferenciaba y a la que nos enfrentaba dos conceptos antagónicos de estructura social, ambos expansionistas y, por lo tanto, incompatibles, no queriendo ver que la actual Rusia es tan neoliberal, dentro del carácter autoritario de su régimen, como cualquier país de la Unión Europea.
Esta arraigada mentalidad de que quien no imita mis “sagradas esencias” es “enemigo” es de la que la Unión Europea+ debería liberarse para poder elaborar una política de defensa realmente autónoma
Por este tipo de actitudes del llamado mundo occidental u OTAN+ (no sólo, Rusia y los propios ucranianos son tan responsables) es por lo que empezó la guerra de Ucrania en el año 2005 con la revolución antigubernamental conocida como el Euromaidán para invalidar la decisión del Gobierno ucraniano en el poder en ese momento de suspender las conversaciones para el ingreso de Ucrania en la Unión Europea para favorecer su ingreso en Tratado sobre la Unión Económica Euroasiática (Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Armenia). Lo que la OTAN complementó autorizando las negociaciones para el ingreso de Ucrania en ella en su cumbre de Bucarest de 2008.
Esta arraigada mentalidad de que quien no imita mis “sagradas esencias” es “enemigo” es de la que la Unión Europea+ debería liberarse para poder elaborar una política de defensa realmente autónoma y las fuerzas armadas adecuadas para desarrollarla. De forma que la política de defensa que se tenga se corresponda con la capacidad militar que se pueda tener teniendo en cuenta otras necesidades y de forma que la capacidad militar que se pueda tener influya en y responda a los requisitos de la política de defensa concebida. No es fácil, ni alcanzable a corto plazo, pero no deja de ser un objetivo conveniente y necesario.
Una política de defensa no concebida para imponer “sagradas esencias”. Una política de defensa sin enemigos porque no nos imitan. Una política de defensa no dependiente de nadie ajeno, ni de Estados Unidos ni de ningún tipo de OTAN. Autónoma y capaz hasta donde se pueda. Y cuando no se pueda, se negocia y se intercambian cromos. Como nos enseña la historia.