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Ese engendro mental llamado creacionismo ofrece un ejemplo modĆ©lico de permanencia en candelero de ideas manifiestamente falsas. Nació hace algo mĆ”s de un siglo en los EE.UU. cuando, al aumentar el nĆŗmero de estudiantes de secundaria, el evolucionismo alcanzó los oĆdos de amplias capas de población. Los guardianes de la moral y las esencias del puritanismo, que transportaron allende el AtlĆ”ntico los carcas del Mayflower y demĆ”s padres peregrinos, se alzaron contra tamaƱo desafuero. Ā”Hasta ahĆ podĆamos llegar, mancillar con sacrĆlegas evidencias cientĆficas los virginales oĆdos de los jóvenes!
En 1925, la ley Butler prohibió la enseƱanza sobre la evolución humana en el estado de Tennessee. El profesor John Scopes, en un juicio que marcó Ć©poca, fue condenado por infringir la norma. MĆ”s tarde se revocó la sentencia, pero por razones tĆ©cnicas que no entraban al fondo de la cuestión. Esa y otras leyes estatales siguieron en vigor, al menos teórico, hasta 1968, cuando la Corte Suprema las declaró anticonstitucionales. Vista la imposibilidad de evitar por las bravas que se expusiera la verdad en las aulas, los fans de la Creación en seis dĆas no tardaron en reaccionar cambiando el chip. Presentaron las mismas ideas adobadas con un nuevo nombre: creacionismo cientĆfico o, ya en el colmo del cinismo, ciencia de la creación. Estos reyes del oxĆmoron no retroceden ante nada.
ĀæY quĆ© dice esa disciplina acadĆ©mica? Que la tierra es una jovencita de apenas unos milenios, que los animales actuales proceden de las parejas que NoĆ© consiguió, nadie sabe cómo, meter en esa arca que deja en paƱales a Costa Cruceros, que el universo todo surgió de la nada y que todos los humanos habidos y por haber descendemos de la pareja primordial formada por AdĆ”n y Eva. Yo soy el primero en considerar la frase Ā«Bereshit barĆ” Elohimā¦Ā» [1] un magnĆfico comienzo para un bestseller destinado a una gran longevidad, y con muchas partes de envidiable altura literaria. Ahora, de ahĆ a atisbar en esas pĆ”ginas el menor indicio de ciencia, media un abismo. La Corte Suprema anuló en 1987 las normas que la amparaban por contrarias a la Primera Enmienda, que establece la separación absoluta entre las iglesias y el Estado.
Las tesis de Bernays y su indudable eficacia le granjearon un enorme prestigio profesional que le permitió convertirse en asesor de grandes corporaciones y consejero de presidentes
Pero el creacionismo ya se habĆa embarcado en otras digievoluciones. Viendo que no iba a ser posible entrar en la escuela pĆŗbica enarbolando estandartes confesionales, alumbró una nueva criatura: el diseƱo inteligente. EscudĆ”ndose en la pobre coartada de que tal nombre no citaba a Dios creador, y que el diseƱador que lo diseƱaba podĆa ser una inteligencia extraterrestre o cualquier otra cosa, negaban con Ć©nfasis que su postura fuera religiosa, incluso que se tratara de una versión de lo anterior. La confusión volvió a reinar en multitud de escuelas e institutos de ciertos estados de la Unión. SĆ, esos que todos tenemos en mente, aunque no solamente ellos. Una de las Ćŗltimas grandes causas en relación con este tema, el caso Kitzmiller contra la escuela del distrito del Ć”rea de Dover en Pensylvania, se referĆa a una directiva obligando a explicar a los alumnos que la evolución es solo una teorĆa, y que el diseƱo inteligente es otra teorĆa alternativa. El juicio terminó nuevamente con una declaración de inconstitucionalidad y con la afirmación de que tal constructo carece de bases cientĆficas, siendo el creacionismo de siempre vestido para la fiesta de graduación.
ĀæCierra esto la larga historia de persecución inquisitorial de una verdad avalada por todo tipo de evidencias? Desde luego que no. En junio de 2008, el gobernador de Louisiana firmó una ley donde la burra vuelve al trigo, ahora pertrechada con las armas de moda: la libertad acadĆ©mica, el derecho a la propia opinión, la reivindicación de la crĆtica y demĆ”s eslóganes que usan las palabras bandera de la Ilustración para arrastrarlas por el barro hasta volverlas irreconocibles. Es muy llamativo ver el incansable interĆ©s de las autoridades estatales de Louisiana en el ataque a la enseƱanza de la ciencia biológica. En una entrevista, Jonathan Pincus destaca que, en la primera dĆ©cada del siglo XXI, su Ćndice anual de homicidios se elevaba a 17 por cada 100 000 habitantes, cuando en el conjunto de Estados Unidos era de 7, y en Europa apenas llegaba a 1.
Uno de sus logros fue hacer bascular a la opinión pública estadounidense sobre la intervención en la Segunda Guerra Mundial
En 2009 la Junta de Educación de Texas aprobó incluir el diseƱo inteligente en los manuales, con el mismo tratamiento que la evolución. Con el habitual retraso de los procedimientos judiciales, esas normas aberrantes van siendo desautorizadas una tras otra, pero a sus promotores no les importa. Su finalidad es socavar la transmisión de verdades cientĆficas que contravienen los dogmas a los que se aferran millones de sus conciudadanos. Porque para ellos, cuanto ataque la evolución demuestra el creacionismo. Como los dogmĆ”ticos y ultraortodoxos de cualquier calaƱa, ven el mundo en lenguaje binario: blanco o negro, sĆ o no, cero o uno. En su mente no hay sitio mĆ”s que para una disyuntiva: ellos o el caos. Solo que ellos son el caos, la barbarie y, por usar una expresión que les es querida, la abominación de la desolación.
Aunque no dispusiĆ©ramos de sólidas pruebas de los procesos evolutivos, o ni siquiera hubiera sido pensada su posibilidad, lo suyo seguirĆa siendo una supercherĆa sin fundamento. Esto no quita para que siga pululando, y no solo en los EE. UU. A principios de 2020, el tenebroso personaje que presidĆa los destinos de Brasil nombró responsable de la agencia encargada de los estudios de posgrado a un defensor del creacionismo, probablemente de su misma cuerda evangĆ©lica. Sirva esta semblanza de las andanzas de un desvarĆo de larga vida como advertencia a quienes se limitan a reĆrse ante la sarta de idioteces que inundan redes y medios de comunicación. No se puede ignorar a la ignorancia, hay que combatirla. Es demasiado peligrosa.
No se trata de una mera cuestión acadĆ©mica, ni de la obsesión de unos cuantos por aferrarse con contumacia al error. Esa gente potencia y financia la lucha contra los derechos de las mujeres, de los colectivos LGTBI o de los indĆgenas en todo el mundo. Su objetivo no consiste simplemente en comerle el coco al personal, sino conservar y aumentar su poder, amĆ©n del contenido de sus cuentas corrientes. Para ello se afanan en mantener vivas durante dĆ©cadas delirantes fantasĆas, cambiĆ”ndolas de disfraz de tanto en tanto. Algunas armas ideológicas de embrutecimiento masivo pueden permanecer latentes largos aƱos y reactivarse en el momento adecuado, cual retrovirus con mala leche. Estas prĆ”cticas no surgen por casualidad ni a la luz de los acontecimientos. Tienen bases teóricas firmemente establecidas y son producto de la reflexión de cerebros que habrĆan hecho mejor dedicĆ”ndose a otras cosas.
Cuando en 1954 acabaron con la presidencia democrƔtica de Arbenz en Guatemala, el propio Bernays fue fichado por el Departamento de Estado para avalar el golpe a travƩs de una intensa campaƱa de proselitismo
Fuera de ciertos cĆrculos, el nombre de Edward Bernays es poco conocido. Sin embargo, en el Ć”mbito de esa curiosa disciplina llamada Relaciones pĆŗblicas, muchos lo consideran su santo patrón. Es autor de dos exitazos de ventas entre publicitarios, comunicadores, estrategas polĆticos y pastores de masas en general. Sus tĆtulos no dejan lugar a dudas: Cristalizando la opinión pĆŗblica (1925) y Propaganda (1928). Este tĆ©rmino latino significa en origen 'lo que debe ser propagado'. Todo depende de quiĆ©n decide quĆ© debe serlo, cómo, cuĆ”ndo, a quiĆ©n, para quiĆ©n y demĆ”s complementos. La Iglesia se apropió tempranamente del concepto a fin de aplicarlo a la labor de sus predicadores y misioneros. DespuĆ©s pasó a la polĆtica y la publicidad.
Bernays mezcla profundos conocimientos de psicologĆa, antropologĆa y sociologĆa con altas dosis de cinismo, construyendo una temible maquinaria de manipulación individual y colectiva. Comprende que el resorte de las acciones humanas es el deseo, y que hay que crearlo y alimentarlo para controlar a los hombres. Sabe que buscamos algo Ā«no porque sea intrĆnsecamente precioso o Ćŗtil, sino porque, inconscientemente, lo vemos como sĆmbolo de otra cosa que no nos atrevemos a confesar que deseamosĀ» (Propaganda). Esto sirve para un coche, comprado amparĆ”ndose en la necesidad de movilidad autónoma, pero ocultando su simbolismo de Ć©xito profesional y económico, de estatus social y de bĆŗsqueda de la iración o la envidia de otras personas.
Lo mismo que se implantan apetitos consumistas, es posible hacerlo con opiniones y convicciones: Ā«Un dirigente polĆtico es un creador de circunstanciasĀ». Se establecen las condiciones para que un mensaje cuele en la población. Se utilizarĆ”n todos los medios de modelado y moldeado de las mentes. Entre ellos, el apoyo abierto y solemne de Ā«hombres y mujeres importantes que sin un interĆ©s personal en su destino polĆtico tengan buenas razones para sostener su proposiciónĀ». Es el nacimiento de los opinadores, celebrities y tertulianos como cortejo indispensable de quienes buscan el poder. Se trata de Ā«lograr atraer la atención sobre la cuestión antes de dirigirse personalmente al pĆŗblicoĀ». En el fondo, es infundir en la ciudadanĆa la idea de que estamos ante algo que no tiene vuelta de hoja. Es la antesala de la famosa estrategia TINA āThere is no alternativeā ligada al nombre de Margaret Thatcher, aunque ella no usó mucho la expresión. Lo que sĆ hizo fue aprovechar que sus ideólogos de cabecera lograran que calara hondamente en los electores. Era el periodo de mĆ”ximo esplendor del pensamiento Ćŗnico. La cabezonerĆa de la realidad terminó por pinchar la burbuja, pero mientras tanto disfrutaron aƱos de gloria.
Este autor se limitó a constatar que la polĆtica se habĆa transmutado en un arte similar al de vender vehĆculos usados. En teorĆa, un partido o un grupo presenta un programa de cuyas bondades tiene que persuadir racionalmente a la ciudadanĆa, con mĆ”s o menos medios y con mayor o menor Ć©xito. En la prĆ”ctica, el electorado es un fondo de comercio, una masa de potenciales clientes a la que hay que conformar a los productos con los que se quiere comerciar, incluidos los mĆ”s infames. No se trata de intentar transformar la sociedad hacia algo cada vez un poco mejor, sino de tocar un Poder que no es mĆ”s que apariencia. Quienes figuran al timón no son los que manejan la nave, sino meros grumetes. La polĆtica deberĆa partir de Ā«tengo un proyecto, Āæcómo puedo convencerte de que es necesario llevarlo a cabo?Ā», aunque a la hora de la verdad suele reducirse a Ā«tengo unos electores, ĀæquĆ© puedo venderles?Ā».
Las tesis de Bernays y su indudable eficacia le granjearon un enorme prestigio profesional que le permitió convertirse en asesor de grandes corporaciones y consejero de presidentes. Uno de sus logros fue hacer bascular a la opinión pĆŗblica estadounidense sobre la intervención en la Segunda Guerra Mundial. La idea de enviar a sus jóvenes a combatir a Europa no seducĆa a los ciudadanos, pero la cosa cambió al enfocarse el conflicto como una defensa imprescindible de la democracia y la libertad. Esto hizo popular una causa que, de entrada, estaba lejos de serlo. Lo malo es que despuĆ©s, esta consigna ha sido usada de excusa para las numerosas incursiones, directas o subcontratadas, de los EE.UU. en otros paĆses. Cuando en 1954 acabaron con la presidencia democrĆ”tica de Arbenz en Guatemala, el propio Bernays fue fichado por el Departamento de Estado para avalar el golpe a travĆ©s de una intensa campaƱa de proselitismo.
Claro que los aprendices de brujo desencadenan fuerzas que no son capaces de controlar. En el pecado les va la penitencia. Que el apellido de Edward coincida con el de Martha Bernays, el nombre de soltera de la esposa de Sigmund Freud, no es casual. Era sobrino carnal suyo, y por ende sobrino polĆtico del sabio vienĆ©s. TenĆa pues estirpe judĆa, y era consciente de ello. Fue un trauma considerable descubrir que sus obras gozaban de gran Ć©xito en el Ministerio de Propaganda nazi, y que su Cristalizar las opiniones pĆŗblicas era uno de los libros de cabecera de Goebbels.
[1] En el principio Dios creó.