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En 1994 Saturnino García recibió el Goya al mejor actor revelación por su interpretación protagonista en la cinta Justino, un asesino de la tercera edad, lo que no fue nimio ni baladí si se tiene en cuenta que frisaba entonces los sesenta años, edad a la pareciera que es más propio recibir el “cabezón” de honor a toda una vida de dedicación a la industria del cine.
Antes de meterse en la piel de un puntillero taurino que una vez jubilado descubre el interés del puñal corto para usos ajenos al colofón de algunas faenas, había sido el terrorista César Ravestein “Quimicefa” en la mítica Acción mutante; y, un poco más antes, un pobre diablo en el cortometraje de culto Mirindas asesinas.

Y entre unas cosas y otras, papeles en más de setenta películas, con algunos momentos memorables como la del pastor del último “retorcimiento de la realidad que sigue siendo realidad” de José Luis Cuerda, en Tiempo después. En la terraza con piscina del edificio que resume el futuro apocalíptico, observa a unas bañistas que le abordan elogiando lo hermoso que se le cría el ganado. El Saturnino metido a distópico rabadán, les dice: “Ustedes también están muy ricas. ¿Dan leche ustedes?”, y ante la negativa estupefacta de una de ellas, responde sentencioso: “Ea. Pues, en eso, son mejores las ovejas”.
Es probable que, Saturnino -católico, apostólico y romano- convencido de que con el que ahora hace medio siglo compareció ante el inapelable juicio del Altísimo se vivía mejor, no le encontrara la menor gracia al chiste del genio Cuerda, pero ahí queda la escena para la historia, que es lo que tiene ser uno de esos irrepetibles actores que empezaron en el teatro independiente de los sesenta. En su caso, hacia finales de la década dejó la aventura universitaria para convertirse en modesto empresario y cómico de la legua en una formación dedicada al público infantil, en la que fue perfeccionando los clásicos menesteres trotamundos de mimo, payaso o mago; un mundo en el que también apareció en el cine, interpretando a un camarero en Viaje a ninguna parte de Fernando Fernán Gómez.
A sus noventa años cumplidos, Saturnino sigue trabajando y pergeñando ilusionados proyectos, siempre poniendo por delante lo de al pan, pan y al vino, vino, el muera Sansón con los filisteos, y el a tomar por culo madre, que me voy a la guerra.

Un no parar que en 2023 le llevó a interpretar el papel de Rosario en Tierra de nuestras madres; señora enlutada con un hijo discapacitado que se busca la vida vendiendo sal de higuera con algunas adendas de psicofármacos, por el que le fue concedida la Biznaga de Plata mejor actor en el Festival de cine de Málaga.
Nacido en Bariones de la Vega, pueblo leonés en el limes de la provincia de Zamora, que, sito en la comarca que atraviesa el canal del río Esla, guarda en su Memoria del Paladar la Sopa de ajo, que ahora abomina, y las Ancas de rana al ajillo, bocado gourmet en otros lares y condumio de recurso en tiempos difíciles como fueron los de su infancia, que le ha propuesto preparar al chef de La Fonda de la Confianza, Esteban Mangudo.

Se trata de un bocado acreditado en Francia, China, México, Ecuador, el Alentejo portugués, noreste griego, medio oeste estadounidense, y hasta hace no tanto España, que lo olvidó cuando empezaron a triunfar los chefs ágrafos y bobaliconamente rendidos ante todo lo foráneo y tecno emocional cañí.
Aunque siempre se ha dado por cierto que los pioneros de la “ancasderranofilia” fueron los ses, los sesudos investigadores de lo gastro han descubierto, no ha mucho, que sus vecinos ahora británicos las consumían hace ocho mil años y que fueron ellos, en sus idas y venidas por el Canal de La Mancha, los que les aficionaron a este exquisito manjar que, en estos días, recupera La Fonda de la Confianza.
Ancas de rana al ajillo

Ancas de rana al ajillo
(Receta para 6 personas)
Ingredientes
24 ancas de rana
100 g. de almidón de maíz
Sal
Pimienta
Perejil
Shichimi
AOVE
Jugo de ave
500 g. de patitas de pollo
500 g. de carcasas de pollo
2 litros de agua
100 g. de cebolla
50 g. de hinojo
50 g. de celeri
100 g. de zanahoria
100 g. de puerro
20 g. de mantequilla
AOVE
2 cabezas de ajo
Polvo de ajo
100 g. de ajo
AOVE
Preparación
Se salpimientan las ancas de rana y se envasan al vacío con un poco de AOVE. Luego se cocinan al vapor al vapor durante 10 minutos y a una temperatura de 70º C para luego enfriar y reservar.
Para el jugo de ave
Se doran al horno las carcasas y las patas de pollo, a 150º C y durante 1 hora, hasta que queden doradas. Nunca quemadas.
Seguidamente, en una marmita y con un poco de AOVE, se hacen las verduras, previamente limpias y cortadas en mirepoix hasta que estén blandas. Se añaden las carcasas y las patas de pollo doradas, el agua y se deja cocer durante 6 horas a fuego medio. Se deja reposar el caldo durante ½ hora, se cuela y se reduce hasta que queden 3 dl. y en ese momento se añade la mantequilla y se reduce hasta conseguir una densidad de jugo ligado. Se reserva.
A continuación, se envuelven las cabezas de ajo en papel de aluminio y se asan en el horno a 160º C durante 1:20 h. A continuación, se les da un corte a las cabezas con la punta y la ayuda de las manos, para aplastarlas hasta conseguir retirar toda la carne de los ajos asados. Se reservan.
Con la ayuda de una batidora, se juntan la carne de los ajos asados y el jugo de ave, y se reserva.
Para el polvo de ajo
Se cubren los ajos con agua y se pican en una batidora, hasta conseguir una pasta de ajo, que se pasa por un colador fino y se retira el exceso de agua.
Se pone al fuego una cacerola con tres partes de AOVE y la pasta de ajos, mientras se va removiendo con una varilla hasta que empiece a subir el polvo de ajo frito, en ese momento se cuela el AOVE por un chino y se seca con papel absorbente el polvo de ajo, para reservar a continuación.
Kale frito
Se retira el tallo del kale, se desinfecta y se blanquea en agua hirviendo con sal, para luego enfriar y secar con papel absorbente. Se fríe en AOVE a 160º C, muy rápido, para conseguir que quede crujiente. Se seca con papel y se reserva.
Pase
Se sacan las ancas de rana de las bolsas de vacío, se secan y se pasan por almidón de maíz. Se fríen durante 20 segundos en una fritura de AOVE a 180º C; se sacan y se colocan en una cazuela, en la que se añade la mezcla de jugo de ave y los ajos asados, terminando de glasear hasta conseguir que las ancas de rana estén cubiertas por el jugo. Seguidamente, se espolvorean con perejil picado, polvo de ajo y shichimi.
Finalmente se emplatan y coronan con el kale crujiente.