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jueves. 29.05.2025
TRIBUNA POLÍTICA

La inteligencia artificial pone en peligro la democracia

La manipulación ya la ha usado la propaganda política tradicional, pero con la inteligencia artificial esta es mucho más rápida, alcanza a más personas, está mucho más dirigida, al basarse en perfiles individuales explotando en su máxima potencia las debilidades individuales.

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Acabo de leer un libro de rabiosa actualidad, del que expondré algunas ideas. Por qué la IA debilita la democracia y qué hacer al respecto, su autor es Mark Coeckelbergh, profesor de Filosofía de las Tecnologías y de los Medios de Comunicación en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Viena. Es especialista en ética de las nuevas tecnologías, en particular, en robótica e inteligencia artificial

Para empezar parece oportuno enumerar los principios fundamentales de la democracia. El primero es la libertad. Jean-Jacques Rousseau en El Contrato social (1762) expuso su radical opinión de que todo el mundo nace libre. Rousseau pensaba que el “estado de naturaleza” no era una situación dramática que necesitaba ser reemplazada por una autoridad, sino un estado positivo, que lo corrompe la sociedad. La democracia ha de proteger y hacer tangible la libertad original del pueblo, en lugar de quitársela bajo el pretexto de que, sin autoridad, el pueblo solo luchará y competirá entre sí. En lugar de someterse a un tirano, el pueblo debería gobernarse a sí mismo. Si acaso la única sumisión legítima, será la sumisión a la voluntad general del pueblo.

La inteligencia artificial se puede usar y se está usando para manipular las creencias políticas. La manipulación es una forma de influencia que se oculta intencionadamente

Esta idea ha sido muy influyente desde la Revolución americana hasta hoy. Las libertades personales de los ciudadanos han estado en todas las cartas de derechos humanos. La libertad es clave en toda democracia liberal. Por otra parte, la teoría contemporánea neorrepublicana destaca que la libertad no solo implica no interferencia y libertad de elección, sino también la no dominación: el no estar sometido a un poder arbitrario. Incluso si no se interfiere en el voto personal, puede que existan relaciones de dependencia en las que estas se hallen en posición de interferir en la votación o de obstaculizar el voto. La democracia no encaja con tales relaciones.

Además, Rousseau también pensaba que la desigualdad era mala para la democracia. En su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad (1755) defendía que la desigualdad económica radical es nociva para la democracia, ya que supone que los ricos aprueban leyes que les interesan, vuelve a los pobres contra sí mismos, con lo cual están divididos y no ejercen el poder sobre los ricos, y estos disfrutan del placer de dominar a los pobres sin preocuparse por la justicia. Más igualdad económica propicia la democracia.

Otro principio olvidado es de la fraternidad. Es un principio político que puede ser movilizado en contra de cualquier forma de exclusión social y política, subyugación, dominación, explotación, discriminación, colonialismo y humillación. Sirve para condenar el abandono de los más débiles de la sociedad. Más claramente, una democracia que no se preocupe de una forma u otra por los más débiles no merece el nombre de democracia. 

La IA interfiere con la libertad y la autonomía de los ciudadanos a la hora de conformar sus creencias

La gran aportación de la Revolución sa a la modernidad ha sido la de los tres principios ya citados: libertad, igualdad y fraternidad. Luego llegó el Código civil napoleónico privilegiando la propiedad. Napoleón en su proclama de 18 de Brumario, se presentó justamente como defensor de la “libertad, la igualdad y la propiedad”, reinterpretando, mediante la cancelación de la fraternidad, la triada revolucionaria. Merece la pena detenerse más sobre el principio de la fraternidad. Antoni Domenech en El eclipse de la fraternidad habla de la necesidad imperiosa hoy de su recuperación. Según Domenech, fraternidad significaba en 1790 –cuando en un célebre discurso ante la Asamblea Nacional Robespierreacuñó la divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad— universalización de la libertad republicana y de la reciprocidad en esa libertad que es la igualdad republicana. Es decir, que todos, pobres, humildes, criados, trabajadores asalariados, artesanos, campesinos, mujeres, todos los que necesitaban depender de otro para vivir y para existir, pudieran acceder como ciudadanos de pleno derecho a una sociedad civil de libres e iguales. Y podrían conseguir tales objetivos, si tenían sus propios medios de existencia garantizados. E igualmente estos principios políticos aparecieron reflejados en la Declaración de Derechos de la Constitución montañesa de 1793, año I en el calendario republicano, como los derechos al trabajo, al bienestar comúna la instrucción, a la insurrección si el gobierno viola los derechos del pueblo; y en su artículo 21: Las ayudas públicas son una deuda sagrada. La sociedad debe la subsistencia a los ciudadanos desgraciados, ya sea procurándoles trabajo, ya sea proporcionando los medios de existencia a los que no estén en condiciones de trabajar.

Otros principios de la democracia son el imperio de la ley, la tolerancia, la trasparencia y los derechos humanos. El imperio de la ley incluye que la ley se aplica a todo el mundo de igual manera, de forma justa y que se respetan los derechos fundamentales. El Estado también ha de ser responsable y sus actuaciones trasparentes. Lo contrario son las decisiones arbitrarias de un gobierno autoritario o el tratamiento desigual de los ciudadanos donde hay una élite con privilegios.

Hablemos de la tolerancia. Se basa en la idea de que podemos estar equivocados en lo que respecta a nuestras creencias e ideas, por lo que es mejor que seamos tolerantes. En su Diccionario filosófico (1764) Voltaire utilizó este argumento al criticar la intolerancia de la Iglesia católica y en defensa de la libertad de prensa. En Sobre la libertad (1859) Jhon Stuart Mill defendió que la tolerancia de las ideas de los demás es esencial para el desarrollo del conocimiento, ya que nuestras creencias son falibles. Pueden no ser verdaderas. Por ello, es mejor permitir la libre expresión de la opinión y someter nuestras ideas a la crítica. Cuestionar y discutir es esencial tanto para la democracia como para la ciencia, Mill pensaba que la verdad prevalecerá, siempre que mantengamos una discusión libre y abierta sobre las ideas. Que compitan las ideas con libertad y emergerá la verdad.

En 2018, un informante reveló a la prensa cómo una empresa de consultoría política recogió más de 50 millones de perfiles de votantes para influir en las votaciones de los Estados Unidos. Esa compañía, Cambridge Analytica, trabajó para el equipo electoral de Trump y dirigida por Steve Banon

La Inteligencia artificial (IA) tal como se está usando, es claro que ataca fuertemente los principios de la democracia antes expuestos. Comencemos por la libertad. La IA se puede usar y se está usando para manipular las creencias políticas. La manipulación es una forma de influencia que se oculta intencionadamente. La IA interfiere con la libertad y la autonomía de los ciudadanos a la hora de conformar sus creencias. En una democracia tal como la describimos, los ciudadanos deberían estar totalmente libres de cualquier manipulación a la hora de votar. En marzo de 2018, un informante reveló a la prensa cómo una empresa de consultoría política recogió más de 50 millones de perfiles de votantes para influir en las votaciones de los Estados Unidos. Esa compañía, Cambridge Analytica, trabajó para el equipo electoral de Trump y dirigida por Steve Banon. Y es muy probable que el abandono del Reino Unido de la UE estuviera influenciado por lA. La manipulación ya la ha usado la propaganda política tradicional, pero con la IA esta es mucho más rápida, alcanza a más personas, está mucho más dirigida, al basarse en perfiles individuales explotando en su máxima potencia las debilidades individuales.

También la IA se utiliza para mantener o generar desigualdades económicas. La automatización mediante la IA con frecuencia, aunque no siempre, supone la pérdida de empleos. El algoritmo puede decidir que los trabajos se hacen bien o mal. Uber gestiona a sus conductores con IA, y se le ha acusado con razón de despedir a conductores injustamente, usando sus datos. Dado que el uso de la IA se dirige a grupos de trabajadores concretos (de economía colaborativa, que ya son precarios), y dado que el proceso de decisión está automatizado, sin juicio humano, este problema se puede considerar una cuestión concerniente a la justicia y a la igualdad, junto con otro relativo a la dominación y la explotación. Además basándose en los big data hay personas a las que no se les conceden créditos o empleos debido a su etnia o código postal, a veces sin explicación y, frecuentemente, manteniendo la segregación, desigualdad y pobreza. Es este un problema para la igualdad, una amenaza para el imperio de la ley (no hay explicación ni trasparencia) y para el principio de fraternidad (los más débiles están aún más marginados).

La IA no se ha desarrollado, ni tampoco usado, en un orden social neutro, sino que está imbricada con el capitalismo

Otro concepto que se usa a menudo en relación con la igualdad es el poder. Como han señalado muchos especialistas, la IA aumenta las asimetrías de poder; el poder de las grandes tecnológicas y las plataformas digitales amenaza la democracia. Lo estamos viendo con Musk y Zuckerberg. La IA no se ha desarrollado, ni tampoco usado, en un orden social neutro, sino que está imbricada con el capitalismo. No es solo tecnología, es también relación social y determinada organización social. La IA es un instrumento del capital que conduce a la explotación del trabajo humano, al control de las poblaciones y a una concentración de la riqueza y del poder social en manos de los dueños de las corporaciones tecnológicas. Todo esto significa, no solo que la IA fomenta la desigualdad social, que como hemos comentado es un problema grave para la democracia, sino también ejerce un impacto en la distribución del poder. El futuro de la IA lo deciden los directivos de empresa y sus accionistas. Las grandes empresas tecnológicas toman también decisiones políticas relevantes para la tecnología. Facebook, o X , compañías no elegidas democráticamente, deciden los límites de la libertad de expresión. Y si tienen tanto poder y tanta influencia en nuestras vidas; si son más poderosas que muchos países, no es baladí la siguiente pregunta, ¿gobierna el demos, el pueblo? La situación actual no es democrática. Es una obviedad. Ante esta situación, ¿qué hacer? Como señaló hace unos días Nicolás Sartorius en una entrevista en la Cadena Ser en el programa El Faro: “las grandes multinacionales de las redes sociales tiene el dominio del discurso político a través de los algoritmos y los datos de los s”. Y eso tiene sus consecuencias políticas, la proliferación y expansión irreversible de la extrema derecha. En Estados Unidos, nos dice Sartorius, las elecciones no las ha ganado Trump, sino Elon Musk. Y a este se deba el más que posible crecimiento de Alternativa para Alemania AfD en las próximas elecciones legislativas. Por eso hay que defender la democratización de las redes sociales y de las tecnologías surgidas a través de la digitalización. Estas empresas y plataformas tecnológicas deberían ser públicas. Es la única manera para que la IA se utilice como un bien común y en beneficio de toda la humanidad. No debería caer en saco roto la opinión de Mariana Mazzucato expresada en un artículo El mito puramente ideológico de los “emprendedores” privados tecnológicamente innovadores. De continuo políticos, economistas y medios de comunicación nos ofrecen imágenes de“emprendedores” tecnológicamente innovadores como Mark Zuckerberg, Steve Jobs, Musk, Bill Gates, Jeff Bezos.... El mensaje es que es preferible dejar la innovación en manos de tales individuos y del sector privado, y que el Estado, supuestamente burocrático e inercial, no debería meterse en esas cosas. Un eficaz artículo del año 2012 publicado en The Economist argumentaba que para ser innovadores los Estados deberían 'limitarse a lo fundamental', a los gastos en infraestructuras, educación y desarrollo de capacidades, y dejar que el resto se haga en el “almacén de los innovadores.” Esta imagen, sin embargo, se alimenta de ideología sin la menor prueba empírica. Si echamos un simple vistazo a las tecnologías pioneras del siglo pasado, veremos que el jugador decisivo fue el Estado y no el sector privado. Apple es un excelente ejemplo. En sus inicios la compañía recibió apoyo público en efectivo de $500,000 de parte de sociedades especializadas en invertir en pequeñas empresas. Toda la tecnología que hace del iPhone un teléfono inteligente es deudora de la visión y el apoyo del Estado: Internet, GPS, la pantalla táctil e incluso la voz asistente Siri de los teléfonos inteligentes recibieron dinero del Estado. La Agencia de Defensa norteamericana de proyectos de investigación (DARPA) financió Internet; la CIA y los fondos del ejército financiaron el GPS., Por eso, cuando en 2013 Apple repartió dividendos para sus accionistas, Mazzucato argumentó que los contribuyentes estadounidenses poseían más derechos sobre esos ingresos que los accionistas. Hay que contar bien la historia.

La inteligencia artificial pone en peligro la democracia