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lunes. 26.05.2025
ESTADOS UNIDOS

La nueva era de Trump y su guerra a la democracia

Trump está decidido a introducir un modelo no democrático en todo el continente europeo, muy en consonancia con el modelo autoritario de Rusia.
TRUMP

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Donald Trump vuelve a ser Presidente de Estados Unidos. Hace pocas semanas que lo es, pero ya tenemos suficiente información para calcular cómo va a ser su Presidencia. Con el discurso de toma de posesión, sus declaraciones previas y las Órdenes Ejecutivas que firmó en un lugar tan extravagante como un estadio, desde el minuto cero ya había suficiente información para prever algunas de sus actuaciones en su país y en el resto del mundo. Después vinieron, por este orden, la amenaza de expansión territorial (Groenlandia, Panamá, Canadá), la imposición de los expulsados a ciertos países (Méjico, Colombia, Venezuela), la guerra comercial con débiles pretextos, el intento de negociar el final de la agresión rusa a Ucrania sin contar con la Unión Europea y, por último, la provocadora intervención del Vicepresidente Vance poniendo en cuestión la democracia de los países comunitarios y apoyando a la extrema derecha europea.

Cuando Trump y su equipo comprueben que la guerra comercial con medio mundo no beneficia a nadie en Estados Unidos, la sustituirán por otras estrategias económicas

De esta catarata de anuncios y decisiones hay dos que deben preocupar para el futuro de la democracia europea. Me refiero al intento de pactar con Rusia sobre Ucrania, sin contar con el propio país agredido ni con los países europeos que lo apoyan, y, en segundo lugar, la descalificación de la democracia europea y el apoyo abierto (ya no sólo de Musk) a la extrema derecha. En contra de lo que pudiera pensarse, estos dos puntos son los más preocupantes, porque son los que van al corazón del modelo político europeo. Quiero decir que, siendo gravísima la guerra comercial, ésta se acabará desinflando cuando Trump compruebe que daña más a los intereses de muchos ciudadanos y empresas estadounidenses, sin beneficiar a los obreros tradicionales que hace mucho tiempo quedaron fuera del mercado por la deslocalización. Por mucho arancel que Trump imponga, Detroit no volverá a ser el Detroit de los años cincuenta, ni los trabajadores blancos sin estudios que han abandonado al Partido Demócrata y a los sindicatos para ilusionarse con la nueva era volverán a recuperar el nivel de vida que disfrutaron hasta la llegada de Reagan. Cuando Trump y su equipo comprueben que la guerra comercial con medio mundo no beneficia a nadie en Estados Unidos, la sustituirán por otras estrategias económicas.

Aunque repugne al Derecho internacional, las amenazas de Trump a Panamá, a Dinamarca y a Canadá quizá sean modos de negociar propios de un matón de barrio sin que la sangre llegue al río, máxime cuando Estados Unidos ya tiene una base en Groenlandia y en Panamá ha logrado excluir a China de la gestión del Canal. Y a pesar de las bravatas, no parece racional la incorporación de un territorio como Canadá a la Unión.

El Poder Ejecutivo de Estados Unidos critica la democracia liberal y la desacredita y, en coherencia, apoya abiertamente a la extrema derecha

Por el contrario, el discurso del Vicepresidente Vance en la cumbre de Munich afecta a los fundamentos de la democracia de la Unión Europea. Dejando aparte su tono provocador (que ya es un indicio revelador), el mensaje de Vance en un foro como el que tuvo lugar denota que la Presidencia de Estados Unidos, todo el Poder Ejecutivo de este país, ha declarado la guerra a la democracia y quiere derribar, nada menos, el modelo político que se asentó en Europa occidental en 1945 y en Europa oriental a partir de 1989. Éstas son palabras mayores. No es una disminución del bienestar económico y ni siquiera (siendo importante) la intangibilidad de las fronteras. Ahora está en peligro el basamento institucional, jurídico e ideológico de la democracia europea que tanto ha costado asentar. Porque el discurso de Vance es un aviso de algo que nunca había ocurrido: que el Poder Ejecutivo de Estados Unidos critica la democracia liberal y la desacredita y, en coherencia, apoya abiertamente a la extrema derecha, que tiene los rasgos populistas de nuestro tiempo, pero lanzando sutiles mensajes que le identifican con el viejo fascismo.

En concordancia con el plan de Trump de desacreditar la democracia representativa y los valores democráticos, se trata también de marginar el peso internacional de la Unión Europea como unidad política supraestatal que representa dichos valores. Y para ello, el primer paso es excluir a la Unión de la negociación sobre Ucrania. Cuanto más intentan Estados Unidos y Rusia decidir unilateralmente sobre la Ucrania agredida, más necesario es el esfuerzo diplomático, militar y económico de la Unión Europea para participar en las negociaciones, si es que llega a haberlas. Por cierto, que visto el entendimiento entre Trump y Putin sería interesante conocer qué piensa la extrema izquierda española que hasta ahora ha apoyado a Putin y su agresión.

En conclusión, de todas las medidas adoptadas por Trump desde su vuelta a la Presidencia, muchas tienen alcance táctico, para mejor presionar a otros países. Pero hay al lado de tales medidas otras que reflejan un designio estratégico, de desmontar la democracia representativa en Europa y de impulsar a los partidos no democráticos. Ese es el verdadero peligro de la nueva era de Trump que, sin perjuicio de cómo deja la democracia estadounidense (que, por otra parte, posee solidez y capacidad de resistencia), está decidido a introducir un modelo no democrático en todo el continente europeo, muy en consonancia con el modelo autoritario de Rusia. Ahí es donde la Unión Europea, con todos sus órganos (Comisión, Consejo, Parlamento) tiene que actuar a sabiendas de que dentro de la Unión hay traidores como Hungría y Eslovaquia y países tibios que correrán a apuntarse al autoritarismo, como Italia. Ese es el reto de la Unión Europea y de sus Estados democráticos.

La nueva era de Trump y su guerra a la democracia