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León Bloy cuenta que no hay más dinero en el mundo que las treinta monedas que Judas cobró por entregar a Jesucristo y sus réditos desde entonces. Monedas que están en muy pocas manos. La nueva fase del capitalismo es una nietzscheana transmutación de valores para acabar con los valores. La antiética del becerro de oro es un reclamo permanente de la libertad para aherrojar a las mayorías sociales porque para los súper ricos del nuevo paradigma el concepto de libertad se sustancia en la abolición de la democracia: libertad para explotar al trabajador, libertad para no pagar impuestos, libertad para desprenderse del compromiso social. Elon Musk y Mark Zuckerberg, representantes de la nueva plutocracia, han adoptado una visión similar a la de Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler: “la verdad no existe”, con cuya máxima los súper ricos transmutan la naturaleza y los avatares del mundo a la hechura de sus minoritarios y egoístas intereses.
Estamos asistiendo al nacimiento de una plutocracia dominada por multimillonarios independientes
Con Donald Trump se está produciendo un verdadero cambio de paradigma. Ya no es el capitalismo financiero vigente desde los años ochenta el que domina. Ya no son las grandes instituciones de Wall Street, como Goldman Sachs y JPMorgan, ni los poderosos industriales como Bechtel, quienes envían a algunos de sus dirigentes a puestos ejecutivos clave sino que estamos asistiendo al nacimiento de una plutocracia dominada por multimillonarios independientes, que trabajan únicamente para sus propios intereses. En todas partes, los súper ricos tienen la misión de destruir el “Estado profundo”, el que en la retórica de Trump se interpone en el camino de la verdadera democracia. Ello constituye un capitalismo de rentas y depredación, en el que todos se han aprovechado de los defectos del sistema para construir posiciones inexpugnables. Sus artífices comparten la misma visión de un mundo sin gobierno, que les permita actuar y prosperar sin trabas.
Ni Trump ni Musk ni su ferviente irador Javier Milei, son liberales. Son ultraconservadores y plutócratas
Se trata de políticas sin valores ni futuro para las mayorías sociales que se manifiestan mediante un obsceno y chabacano escupitajo metafísico como único elemento dialéctico. Los nuevos plutócratas, con su capitalización bursátil capaz de hacer que un producto interior bruto (PIB) palidezca, con su control sobre la difusión de la información y su omnipresencia en las interacciones sociales, han terminado pareciendo más poderosos que los Estados. Ni Trump ni Musk ni el ferviente irador que tienen en Sudamérica, Javier Milei, son liberales. Son ultraconservadores y plutócratas. También coinciden en la negación del cambio climático y el desprecio a la ONU y demás entidades globales en las que están representados los Estados. En la plutocracia que impulsan, los Estados y sus instituciones están por debajo de los magnates. Es ahí donde apuntan sus estridentes espingardas: al espacio donde se apoya el Estado de Derecho de la democracia liberal. Porque el derecho de los mega-millonarios a la “libertad” absoluta implica ponerlos por encima de la institucionalidad democrática. Una cosa es cuestionar lo que la “corrección política” tiene de cuestionable y otra cosa es ostentar desprecio por el sentido común que debe gravitar sobre una democracia. Eso es una forma de decir que, también en la dimensión de la cosa pública, “el que tiene dinero hace lo que quiere” porque supone que los ricos son de naturaleza superior. Y lo más grave de todo: que las clases populares seducidas por la posverdad de los plutócratas voten a los millonarios.