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El “nuevo sheriff de la ciudad” (global), por utilizar la expresión de Vance, se ha ofrecido a negociar con el cuatrero que tiene acorralado al rancho vecino, exigiendo al capataz del rancho una cara comisión en forma de recursos naturales. A espaldas del agredido, Trump habla por teléfono con Putin durante casi tres horas y en esa larga conversación solo se acuerda no atacar las respectivas centrales energéticas. Nada más colgar el ejército ruso ataca con drones que siguen diezmando a la población civil.
¿En qué ha cedido Putin? Buena pregunta. Se diría que no ha rebajado un ápice sus pretensiones. Quiere quedarse con los territorios que no ha logrado invadir militarmente tras tres años de guerra y pide la desmilitarización de Ucrania, que por lo demás no debe recibir el apoyo de la inteligencia militar norteamericana para defenderse. Probablemente aspire también a retener la mayor central nuclear de Europa. Para este viaje no hacían faltas las alforjas de Trump.
Lo único cierto es que Trump ha conseguido explotar las tierras raras de Ucrania y quizá le tiente mandar a sus promotores inmobiliarios para lucrarse con la reconstrucción de Ucrania, tal como se propone hacer en la franja de Gaza. En ese frente Netanyahu ha roto la tregua, porque arreciaban sus problemas internos y le interesa hacer olvidar las investigaciones relativas al sorprendente dinero recibido por sus colaboradores más cercanos de Qatar, aliado de Hamas. Por supuesto, antes de reanudar los bombardeos informó al amigo americano, que no puso ninguna pega.
Se diría que como pacificador, Trump no tiene precio, porque no vale nada, pero en realidad el precio es muy alto, porque fija una costosa comisión para dejar las cosas peor que antes. Putin y Netanyahu se sienten respaldados por Trump, tal como cabía suponer desde un primer momento. La novedad es que saque tajada por su respaldo al fingir defender a los más débiles en sendos conflictos bélicos. El sheriff se arroga también los papeles de corrupto alcalde y juez que inclina la balanza en favor de los mejor armados. Pero no estamos antes una película del Oeste, sino ante una de terror político y distópica política-ficción.