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lunes. 26.05.2025
DERECHOS Y DEMOCRACIA

Reparemos la escalera social y ¡¡Viva el 1º de Mayo!!

Cuando el ascensor social se detiene, lo que sube es el resentimiento.
ugt
Imagen: UGT

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Hablo con el hijo de un amigo que me confiesa que, de alguna forma, sigue dependiendo de sus padres. Tiene 42 años y trabaja en una empresa mediana del sector auxiliar del automóvil. Y la cruda realidad —me dice— es que su sueldo hoy le da para menos de lo que ganaba cuando empezó su vida laboral, a los 19 años. “Ahora que soy un mando intermedio  —me dice— tengo menor capacidad adquisitiva que cuando era oficial de tercera”.

La empresa es la misma en la que trabajó su padre. Sin ser nada del otro mundo, sus condiciones laborales le permitieron a mi amigo construir una vida autosuficiente y cómoda: criar a dos hijos, no perder ni un solo año de vacaciones y comprarse un piso. Es cierto —hay que decirlo todo— que lo logró con no pocos periodos de horas extraordinarias. Pero en la misma conversación, su hijo matiza: entonces, esas horas se cobraban casi al doble si eran en sábado; hoy, por el contrario, apenas se pagan algo más que una hora normal. Eso cuando las pagan.

A pesar de todo, el hijo de mi amigo no vive en una burbuja. Conoce bien la realidad laboral de su entorno y del país, y por eso reconoce que las condiciones de su empresa no son tan malas si se comparan con muchas otras, de sectores desregulados y trabajos precarios. “Somos unos privilegiados”, dice con una sonrisa irónica. Y añade: "Aunque nunca vamos a poder aspirar a los sueldos de los compañeros que se jubilan”.  

Al final, concluye con una frase que resume bien el drama de una generación:

Es triste que a estas alturas muchos de los de mi generaciones no podamos ahorrar, y que sea la riqueza de nuestros padres la que avala nuestro presente. Muchos seguimos recibiendo su ayuda económica, aunque ya nos hayamos emancipado”.

No es de extrañar que el 65% de las compras de vivienda de los jóvenes necesite apoyo financiero de sus progenitores, lo que genera fuertes desigualdades entre los propios jóvenes, según el origen familiar.

La preocupante realidad es que las generaciones que se han incorporado al mercado laboral en los últimos 15-20 años están atrapadas en un círculo vicioso que impide prosperar como hicieron sus mayores. Y esto se debe, sobre todo, al estancamiento salarial y al descontrolado mercado de la vivienda.

Es urgente tomar conciencia pública de este desajuste salarial, y más aún si hablamos de los jóvenes. Las organizaciones sindicales tienen aquí una responsabilidad decisiva: colocar la mejora de los salarios, en especial el de los jóvenes, entre sus prioridades. Y eso empieza por dar una batalla fuerte en la negociación colectiva, que sigue siendo el instrumento clave para dignificar los sueldos y reconocer profesionalmente a quienes ya realizan funciones de alto nivel sin que se les retribuya como corresponde.

Hay que terminar con la situación absurda y cruel que viven miles de jóvenes que, tras más de cinco años de formación —con máster incluido— pasan casi una década más atrapados en figuras precarias: becarios, doctorandos, investigadores asociados, contratos temporales encadenados. Realizan tareas complejas por salarios de miseria. Están dentro del sistema, pero sin derechos. Son el eslabón más débil de un modelo laboral que se aprovecha de su entrega. Aunque les decimos que son el futuro.

Y eso me recuerda una vieja historia que he contado en más de una ocasión, porque ayuda a evidenciar el grave error que representa no saber —o no querer saber— dónde están las verdaderas prioridades. Vale para los sindicatos, las empresas y las istraciones. Dice así:

Los archifamosos Sherlock Holmes y su ayudante Watson deciden pasar una noche en la campiña inglesa, aprovechando las buenas condiciones meteorológicas. Llegados al lugar elegido, y tras un análisis minucioso, montan la tienda de campaña. Horas más tarde, ya entrada la noche, Sherlock Holmes se despierta y llama a su fiel amigo:

—“Watson, por favor, mire al cielo y dígame qué ve”.

Watson se despierta sobresaltado, aún somnoliento. Abre los ojos, mira al cielo y responde:
—“Pues… bien… veo millones y millones de estrellas”.

—“¿Y eso qué le indica, querido Watson?”

Watson, decidido a impresionar con sus dotes deductivas, responde con entusiasmo:
—“Desde un punto de vista astronómico, que existen millones de galaxias y, por lo tanto, billones de planetas… Astrológicamente, que Saturno está en conjunción con LeoCronológicamente, deduzco que son aproximadamente las 3:15 de la madrugada… Teológicamente, que Dios es todopoderoso y nosotros, pequeños e insignificantes. Meteorológicamente, intuyo que mañana tendremos un hermoso y soleado día…”

Y tras lucirse con su análisis, le pregunta a Holmes:
—“¿Y usted, qué deduce de todo esto?”

Holmes lo mira fijamente, hace una pausa, y sentencia:
—“Algo elemental, querido Watson: ¡Nos han robado la tienda de campaña mientras dormíamos!”

Y hoy, la tienda de campaña de nuestro presente y de nuestro futuro son las condiciones laborales y los salarios de los jóvenes. No verla, no priorizarla, es no entender nada. Esa escalera social rota también explica, en parte, el crecimiento de las extremas derechas. Porque cuando el ascensor social se detiene, lo que sube es el resentimiento. Y tenemos a amplios sectores de nuestra juventud muy resentida y también descreída.

Reparemos la escalera social y ¡¡Viva el 1º de Mayo!!

Reparemos la escalera social y ¡¡Viva el 1º de Mayo!!