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viernes. 06.06.2025
COMEDIA DOCUMENTAL

Domingo Domingo: quien pierde los orígenes, pierde la identidad

Un agricultor valenciano desafía las reglas del mercado con una mandarina revolucionaria.

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Francisco Nieto | 

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Por circunstnacias sentimentales pasé algunos meses de mi juventud en Borriana, localidad castellonense que se encuentra justo al lado de Las Alquerías del niño perdido, lugar donde se centra la acción del documental Domingo Domingo. Este municipio estuvo integrado en Villarreal hasta 1985, momento en el que se segregó. Mi conexión pasada con la costa del Azahar me sirvió, entre otras muchas cosas, para conocer de primera mano cómo funciona el negocio de la industria de la naranja, ya que, además de la cerámica, en esa zona se vivía entonces sobre todo de la producción de cítrico. 

Más de un vídeo me tocó ver donde se explicaba con todo lujo de detalles el recorrido que hacía el producto desde que se plantaba hasta que llegaba finalmente al consumidor. Por aquellos tiempos los mismos agricultores se veían beneficiados directamente del fruto de su trabajo, y recuerdo que no les iba muy mal del todo, porque los BMW y Mercedes aparcados en las aceras no eran precisamente pocos.

Este pizpireto documento que se puede visionar en la plataforma de Filmin nos viene a explicar a bote pronto que la cosa ha cambiado radicalmente desde finales del siglo pasado. Ahora los campesinos ya no son los amos y señores de su producción y deben pleitesía a las multinacionales, el capital financiero, los latifundios “depredadores” y parte del agronegocio, que dominan con mano dura e inflexible la huerta valenciana en particular y por extensión los campos españoles y europeos en general. 

Los gastos se multiplican y los beneficios menguan, lo que les ha llevado en muchos casos a una situación difícilmente soportable que les ha llevado a plantearse si vale la pena la dura dedicación diaria. La amenaza se extiende por toda la comarca, a lo que encima hay que añadir los salarios precarios de los temporeros y la presencia de elementos extraños que socavan la cosecha, como ocurre con los conejos y los jabalís, lo que ha acabado poniendo en serio peligro la soberanía alimentaria.

Este personaje tan excéntrico como seductor tiene el mismo nombre y apellido dominical

Y es precisamnete ahí, en este espacio de incertidumbre y precariedad, en este agujero en el que se encuentra sumida la citricultura valenciana desde hace un tiempo, que aparece nuestro protagonista de la historia, el pícaro de toda la vida, más español que la tortilla de patatas, con un nombre y apellido que hace justicia a esta misma condición picaresca: Domingo Domingo. No es broma, ni se trata del título de un programa de televisión de fin de semana. 

Este personaje tan excéntrico como seductor tiene el mismo nombre y apellido dominical. Un auténtico fenómeno a contracorriente que ama su profesión de horticultor y que no duda en confesar que no abandonaría sus labores de labrador ni por todo el oro del mundo. Eso sí, busca por activa y por pasiva la oportunidad de enriquecerse para al menos disponer de un nivel de vida superior. 

Resulta que por esas casualidades de la vida ha dado con lo que él cree va a ser su Vellocino de oro, en forma de variedad única de mandarina resultado de la mezcla de injertos practicada en su plantación. Como si de El cuento de la lechera se tratara, el bueno de Domingo ya se imagina pegándose la gran vida en cuanto pueda convencer a las comercializadoras de que su producto es tan singular como exclusivo. Y la puesta en marcha de su idea es la piedra de toque que nos va a servir a los espectadores para que nos hagamos una idea bastante clara de como funcionan las cosas en este campo determinado. Empleando en varias ocasiones el socorrido reclamo de “David contra Goliath”, las trabas no habrán hecho más que empezar en cuanto nuestro héroe comience a pergueñar la manera de llevar a buen puerto su sensación revolucionaria. Ya de entrada los mismos de las asociaciones locales de naranjeros le plantearán un montón de dificultades a las que Domingo atenderá perplejo: su variedad es tan solo una, pero los laboratorios más sofisticados se esfuerzan en producir cientos de variedades únicas. Así que tiene que ser mucha casualidad que la suya sea la que sobresalga entre todas. Además, con la burocracia hemos topado, y el montante económico inicial al que deberá hacer frente no será baladí. 

El tono del documental es muy berlanguiano, como no podía ser de otra manera dado el territorio donde se ha filmado

El tono del documental es muy berlanguiano, como no podía ser de otra manera dado el territorio donde se ha filmado el documental, punteado en todo momento por una banda sonora alegre y vivaz que enfatiza el tono de comedia. Y la personalidad de Domingo viene como anillo al dedo para dotar de un ritmo trepidante a la narración. Su carácter vivaracho e indómito y su empecinamiento en no parar quieto da como resultado que en más de una ocasión esbocemos una sonrisa, y porqué no decirlo, cruzamos los dedos para que su empresa no caiga en saco roto y al menos le dé alguna que otra satisfacción. 

También ayuda al gozo del visionado, y de qué manera, esa pléyade de acompañantes secundarios que van pululando entre fotogramas, con mención especial al inigualable sanedrín formado por los vetustos sabios en la cosmología de la naranja que se reúnen en el bar del pueblo para regalarnos una composición de lugar de la realidad de los quehaceres locales a la par que ampararse en el clamor de la letanía con el objetivo de convencernos de que los tiempos pasados fueron mejores, y que los de ahora ya no tienen remedio, como por ejemplo en cuanto al relevo generacional se refiere. Lo divertido del asunto es que ponen tanta pasión en sus premisas que en alguna ocasión incluso están a punto de llegar a las manos. Todo un dosfrute.

Los elementos más valencianos también están muy presentes a lo largo y ancho del documental: reuniones de las peñas; los paiporta vecinales; paellas por un tubo; petardos y mascletás por otro tubo…

Domingo Domingo: quien pierde los orígenes, pierde la identidad