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jueves. 29.05.2025
MEMORIA

Lucha y amor: los diarios del guerrillero

Francisco Gullón probablemente sea el más conocido de los guerrilleros españoles que lucharon en el ejército soviético contra los nazis.
Del libro Dos Patrias. Archivo Lafuente
Del libro Dos Patrias. Archivo Lafuente.

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Francisco Gullón
Francisco Gullón.

Francisco Gullón probablemente sea el más conocido de los guerrilleros españoles que lucharon en el ejército soviético contra los nazis. La presidenta del Centro Español de Moscú, M.ª Teresa Casero, descendiente —por parte de madre y padre— de españoles evacuados a la URRS durante la Guerra Civil, organizaba una exposición sobre el Destacamento Voroshilov —comandado por Gullón— y me pidió algunos datos sobre él. Indagando en el Archivo Histórico del PCE, encontré algo que había permanecido entre multitud de documentos sin haber visto la luz —hasta donde yo sé—, ni en España, ni en Rusia: su “Diario” manuscrito; mejor dicho, páginas de su diario ya el resto me temo se habrá perdido en jornadas azarosas o quizá prefirió eliminarlas a propósito.

Curiosamente una buena parte de ellas están escritas en francés. Seguramente la falta de intimidad cuartelaria le animara a preservarlas de los ojos de sus camaradas. Probablemente en el bachillerato y universidad en la Complutense de Madrid, había aprendido ese idioma que luego tuvo que perfeccionar necesariamente en los terribles campos de refugiados de Orán, tras perder la guerra y antes de su exilio en la Unión Soviética. Con la ayuda de un buen amigo bilingüe los tradujimos y los envié a Moscú para la exposición.

Según lo iba leyendo cada vez me parecía que su mayor valor no era la parte bélica, sino la faceta interior de la persona —que no del personaje—. A veces nos imaginamos a los protagonistas de hazañas heroicas como esculturas de acero que únicamente viven para luchar. Contemplaba, sin embargo, en ese momento, el lado humano con sus pasiones y dudas. Por eso mismo me parecía que sus gestas cobraban más valor y creo que merece la pena compartir algunos párrafos.  

Ya en la Guerra Civil participó en el asalto al Cuartel de la Montaña, después en los combates de la Casa de Campo y la Sierra de Guadarrama. Lo incorporaron al Estado Mayor y desde entonces se hizo especialista en guerrilla.

El Diario comienza en Jarkov, donde vivía con su pareja, Sacha, una joven. Ella se alistó en el ejército en los primeros días. En ese tiempo, Gullón, como la mayoría de los españoles, no había sido itido a filas y se desesperaba yendo de su casa a la fábrica en la que estaba destinado y del trabajo a casa. En junio de 1941 escribe en el diario refiriéndose a su compañera:

“Piccola, todos se van al frente y tú también. Y yo me tengo que quedar en casa, como los niños y los viejos; no sé si nos han traído a la URSS para mantenernos en conserva”. Pasadas unas semanas, la desesperación aumenta. Ya no sabe ni donde está Sacha, ni dónde escribir, y apunta en su diario: “Hace mucho tiempo que no sé nada de ella. Quisiera saber alguna cosa”. A mediados de septiembre de 1941 la ciudad de Jarkov es evacuada, pero Gullón y los españoles se niegan a dejarla demandando combatir junto a los soviéticos. Tras múltiples gestiones y la intervención del propio Nikita Jrushchov, que años después llegó a secretario general del PCUS, permitieron que se incorporan a filas. El 13 de octubre participaron por primera vez volando unos puentes para cubrir la retirada soviética. Después ya sin sitio ni tiempo para atravesar el río, veintidós españoles permanecen junto a compañeros rusos, en terreno enemigo y se convierten en guerrilleros improvisados durante dos meses. Realizan decenas de sabotajes contra las fuerzas nazis hasta que consiguen llegar a la ciudad de Rostov, recuperada por los rusos.

En esa ciudad quedan a la espera de que les asignen nuevas misiones. Los días de quietud se hacen eternos sabiendo que los combates son cruentos en todo el frente y que los alemanes siguen a la ofensiva: “31-II-42. Estoy en Rostov. No hago nada…/…. Pienso mucho en Sacha y no sé nada de ella ni puedo hacer por encontrarla. Escribo y no me contesta”.

Luego lo trasladan a Moscú. “Moskva, 16-V-42. Il y a dejà tute une longue anee que je ne te vois pas, ma chere Piccola…”.  Un año sin ver a su compañera, sin saber si estaba viva o muerta. Y sigue: “...Mais je me rapell de toi (traducido) Pero me acuerdo de ti y te amo más de lo que te he amado jamás. En el presente mi situación no es muy buena. De un lado pienso mucho en ti. No paso un día, no paso una hora sin pensar en ti. Te he escrito no sé cuántas veces, cuantas cartas, muchas, pero no me respondes. ¿Dónde estás? ¿Me has olvidado? No lo sé, pero no lo creo posible. Nos amamos con fuerza, nos entendemos, si bien yo te amo hoy con locura. Estoy seguro de que tú también. ¿Qué puedo hacer sin ti?.../… El Coronel dice que somos buenos combatiendo y que está a la espera de las condecoraciones que nos han concedido, pero en Moscú no hacemos nada”.

En junio de ese segundo año de guerra es enviado de nuevo al frente en alguna zona entre Moscú y Leningrado, junto con algunos camaradas españoles, a un regimiento de partisanos donde su experiencia en los combates guerrilleros en España los coloca en una situación preeminente. “Somos los jefes y los maestros”. Entraban en combate puntualmente, las jornadas de ese periodo son fundamentalmente de preparación y formación para lo que vendría a continuación. Pero Gullón no lo sabe y el tiempo, para él trascurre despacio: “A present un peu de philosophie: (trad.) pienso en mi vida y debo reconocer que nuestra juventud es la más desdichada de todas. Mi situación es la de siempre. He perdido todo lo que podía perder. Quiero encontrar algo y vivir como se debe. Lucho y deseo luchar, pero no como quisiera…/…Sacha es aún un recuerdo muy fuerte. Quisiera que estuviera aquí conmigo.”

A mediados de septiembre del cuarenta y dos, se constituyó el del destacamento Voroshilov, con Gullón al frente con el objetivo de operar tras las líneas enemigas en el frente de Leningrado; estaba formado por unos cien soviéticos y treinta y dos españoles. Tras ser parachutados, los sabotajes y ataques contra guarniciones fueron continuos. Los objetivos principales eran las líneas de ferrocarriles y los propios trenes. A finales de noviembre tras múltiples combates, la situación era complicada; prácticamente no habían podido abastecerse nada más que mediante lanzamientos aéreos de comida y material: “Durante este tiempo hemos recibido tres sacos, lo que significa productos para tres días”. Relata que tampoco contaban con esquís y andaban escasos de munición. En las acampadas echaban en el suelo polvo de majorca para saturar la pituitaria de los perros rastreadores.

El 17 de enero de 1943 escribe: “Encore à la region de Leningrade” (traducción)  “Desde hace 4 meses estamos en territorio enemigo, nos quedan solo 12 camaradas. Entre ellos 5 españoles, tenemos 6 enfermos y heridos; debemos evacuar, pero es muy difícil. Hemos recibido permiso para salir de aquí. Pero ¿qué podemos hacer en este momento para salir con gente que no puede andar? No sé cómo saldremos de aquí, pero saldremos.” Y salieron literalmente saltando sobre las trincheras alemanas. Solo consiguieron hacerlo con vida tres de ellos, uno el propio Gullón que sobrevivió, aunque herido de gravedad gracias a que el proyectil se desvió al tocar la hebilla de su cinturón, evitando que penetrara en órganos vitales Llegaron a sus posiciones en marzo de 1943. Para entonces se había roto, parcialmente, el bloqueo a Leningrado y los nazis habían perdido la batalla de Stalingrado.

Escribe: “Quiero encontrar a Sacha, quiero hacer muchas cosas en mi vida, por eso quiero luchar… quiero ver de nuevo mi Madrid y debo verlo. Quiero volver a España y por todo eso antes es necesario acabar con Alemania”. “El día es gris, un día de otoño. Hace frío y no sé por qué me vienen los tiempos de mi Madrid ahora. La plaza de Oriente, la calle San Bernardo. Esos lugares tan típicos y queridos”.  

Las reflexiones compartidas con su diario en distintos momentos de la guerra, estremecen: “Escribo siempre en los momentos más tristes en que no sé qué hacer: ponerme a pegar tiros o tumbarme a dormir…. /…. Ya hemos estado en campo enemigo, pero en los tiempos muertos me aburro como una ostra…/… hoy me persigue el recuerdo del pasado. Recuerdo cómo hace un año estaba maravillosamente viviendo con Sacha. Hace dos años en Moscú. Y en el 36 antes de empezar la guerra, en Madrid…En fin, cualquier cosa mejor que este desgraciado 1942. ¿Llegaremos algún día a vivir como es debido? Estoy de jefe de un sector guerrillero.

Nada más lejos, sus pensamientos, de los de un aventurero fanático. Un mito, pero sobre todo, como cada combatiente, un ser humano con sus amores, sus desesperaciones, sus ausencias. Aquella generación “desdichada” como escribía Francisco Gullón, se enfrentó con lo que ninguna desearía encontrarse: un destino de fuego y miseria en el que el único camino que quedó para ellos fue el combate. No eran héroes vocacionales: fue el destino lo que obligó a que lo fueran.

Tras la convalecencia las secuelas impidieron que volviera a combatir. Como no conseguían que parase quieto lo destinaron de traductor a Radio Moscú. Fue condecorado con la Orden de Lenin y la medalla de la Defensa de Leningrado. En realidad, en su nombre, se reconocía a todos los guerrilleros del destacamento Voroshilov. Aún en la actualidad se les rinde homenaje en Rusia.

 En noviembre de 1944 falleció como consecuencia de una infección pulmonar, probablemente causada por la debilidad y complicaciones acarreadas por la herida. En su estancia hospitalaria dejó escrito: “Segundo primero de mayo en guerra. Me encuentro en Jvoinay. Solo completamente. De los viejos camaradas no queda ninguno.”

Pablo Fernández-Miranda. Autor del libro, Dos Patrias.

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