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Trump: el rostro del imperialismo renovado
Donald Trump, lejos de ser un rupturista del sistema, encarna una versión agresiva del imperialismo estadounidense, disfrazada de nacionalismo proteccionista. Su retórica anti-establishment oculta una agenda que prioriza los intereses de las Ć©lites corporativas y geopolĆticas de Estados Unidos. El trumpismo no rechaza el globalismo, sino que lo reconfigura para asegurar la hegemonĆa económica de empresas estadounidenses y magnates como Elon Musk. Este "globalismo imperialista" se manifiesta en polĆticas como el condicionamiento de la ayuda a Ucrania a cambio de explotar sus recursos minerales estratĆ©gicos, un movimiento que refleja su visión transaccional de las relaciones internacionales.
Su enfoque en Ucrania es paradigmĆ”tico: mientras prometĆa "poner fin a las guerras interminables", Trump exige ahora el control de tierras raras, litio y titanio, minerales clave para la industria tecnológica y militar, valorados en billones de dólares. Zelenski, en un acto de pragmatismo desesperado, ha accedido a negociar, priorizando la supervivencia inmediata sobre la soberanĆa a largo plazo. Esta dinĆ”mica evidencia que, mĆ”s que un cambio de postura, Trump aplica un imperialismo descarnado, donde la ayuda humanitaria y militar se instrumentaliza como palanca de extracción de recursos.
Nada positivo hay en la maldad intrĆnseca de este tipo y sionista supremacista sin escrĆŗpulos, como tampoco la hubo de Biden y otros antecesores.
La extrema derecha europea: aliados en la reconfiguración global
Trump no actĆŗa en solitario. Su influencia cataliza el auge de la ultraderecha europea, que ha adoptado su manual de estrategia: explotar el miedo a la inmigración por hambre que los mismos intereses del sistema promueven, demonizar a las instituciones supranacionales y normalizar discursos xenófobos. Partidos como VOX en EspaƱa ātambiĆ©n el PP-, el Reagrupamiento Nacional en Francia o Alternativa para Alemania (AfD) han encontrado en Trump un modelo y un validador internacional.
La cumbre de Madrid de febrero de 2025, organizada por los āPatriotas por Europaā, fue un escenario clave. Santiago Abascal (VOX), Marine Le Pen y Viktor OrbĆ”n elogiaron a Trump como sĆmbolo de una "revolución del sentido comĆŗn", promoviendo consignas como āMake Europe Great Againā y atacando a la UE, la OMS y las polĆticas migratorias sin ir a las causas y atacar a sus verdaderos responsables que son capitalistas importadores de mano de obra barata y las intervenciones militares que Occidente patrocina. OrbĆ”n incluso comparó a Abascal con un "torero" dispuesto a domar al "toro salvaje" de Bruselas, mientras Le Pen celebraba el "cambio global" que Trump representa . Este bloque no solo busca el poder nacional, sino redefinir el orden internacional bajo una lógica autoritaria y excluyente, alineada con los intereses geopolĆticos de Washington.
USAID y la militarización de la polĆtica exterior
La istración Trump ha profundizado el carĆ”cter depredador de la polĆtica exterior estadounidense. Si bien organizaciones como USAID históricamente han servido a intereses estratĆ©gicos āincluyendo injerencias en golpes de Estado y ārevolucionesā de colorā, Trump ha optado por desmantelar incluso esta fachada "humanitaria". En 2025, impulsó la absorción de USAID por el Departamento de Estado, calificĆ”ndola de "organización criminal" y priorizando una agenda puramente transaccional. Este movimiento no solo reduce la capacidad de āasistencia globalā, sino que refuerza el uso del ejĆ©rcito y las amenazas económicas como herramientas de coerción, tal como se observa en Ucrania y en su enfoque hacia China.
El fracaso de la izquierda y el espejismo del "wokeā
La consolidación de Trump y la ultraderecha no puede entenderse sin la crisis de la izquierda. En Europa, la ausencia de una alternativa de clase ha dejado un vacĆo que llenan movimientos fascistas. El llamado "progresismo woke", centrado en luchas identitarias desconectadas de la realidad material y cientĆfica, ha fracasado en ofrecer respuestas a la precariedad laboral, la desigualdad, la pobreza y el colapso climĆ”tico. Como seƱala un anĆ”lisis de āExpansiónā, la ultraderecha capitaliza el descontento generado por dĆ©cadas de neoliberalismo, mientras la izquierda liberal se alinea con instituciones como la OTAN y la UE, percibidas como lo que son, cómplices de la austeridad.
Hacia una izquierda antiimperialista y de clase
Frente a este escenario, urgen dos tareas:
1. Desenmascarar el fascismo como proyecto de clase: El fascismo no es un accidente histórico, sino una herramienta de la burguesĆa para destruir sindicatos, reprimir disidencias y garantizar la acumulación capitalista. Los brutos que lo encarnaron en los aƱos veinte y treinta del siglo pasado āincultos sin altura intelectual, a pesar de algunos antecedentes teóricos basados en el idealismo nacionalista y racista- y quienes hoy lo encarnan ādesde Trump hasta Abascalā son ejecutores de un programa económico que beneficia a las Ć©lites .
2. Reactivar la lucha de clases: La izquierda debe trascender el liberalismo "progresista" y reconstruirse desde las bases, articulando demandas concretas āvivienda, salud, salarios dignosā y confrontando tanto al neoliberalismo como al imperialismo. Un "soberanismo socialista", como proponemos cada vez mĆ”s personas, que priorice alianzas internacionales antiimperialistas y la democratización económica.
La hora de la resistencia y de la organización
Trump no es una anomalĆa, sino la expresión de un sistema en crisis. Su alianza con la ultraderecha global y su voracidad imperialista exigen una respuesta coordinada. La izquierda debe abandonar el callejón sin salida del identitarismo y recuperar su raigambre popular. Como enseñó el siglo XX, solo la unidad obrera y la claridad ideológica pueden frenar el fascismo. El tiempo apremia: o se construye una alternativa desde abajo, o el futuro serĆ” escrito por los mismos que hoy saquean Ucrania y celebran la "Reconquista" en Madrid. Los fracasados con la mĆstica woke no nos sirven.