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lunes. 26.05.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

La internacional negra contra el estado democrático

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Durante la Edad Media, el Estado no existía tal como como fue después o lo conocemos desde que existe la Democracia. La sociedad se organizaba en torno a grandes señores de la guerra que mediante alianzas habían llegado a imponer su poder en un determinado territorio, generalmente no muy extenso, instaurando después un sistema de vasallaje que situaba al rey o al duque en las cúspide, a los nobles debajo, a los caballeros en el tercer escalón y las hidalgos en cuarto, quedando abajo del todo el pueblo trabajador que tenía la obligación de rendir obediencia a todos los demás y a los clérigos, muchas veces mezclados con los anteriores en las Órdenes Militares. Reyes y nobles tenían derecho a todo y eran los dueños de todo, incluso de la vida de sus súbditos, a quienes sólo correspondía trabajar todo el día, obedecer a todos, poner su hacienda y su familia a merced del jefe, mandar a sus hijos a las guerras particulares y sufrir constantes expolios que ocasionaban que el fruto de su durísimo trabajo fuese siempre a parar a manos de los que todo lo tenían. 

Se comenzó por privatizar las empresas energéticas e industriales que estaban en manos del Estado, por regalar la explotación ferroviaria a capitalistas a los que no se les obligaba a invertir en la modernización

El primer Estado moderno de la historia, con todas las pegas que se le quieran poner, fue el de los Reyes Católicos. Por primera vez en la historia de Occidente, la nobleza díscola fue sometida a un solo poder y las leyes debieron cumplirse en todo el territorio respetando las particularidades de los reinos, llegándose a crear audiencias en las que era posible, siempre dentro del contexto histórico del que hablamos, resolver pleitos entre particulares. Empero, aquel Estado primitivo no tenía nada de democrático por mucho que se hable de las Cortes de unos y otros reinos que limitaban el poder real, puesto que estaban compuestas por nobles y patricios urbanos que defendían exclusivamente sus intereses particulares. Tras las revoluciones sas y rusa, la organización del movimiento obrero y la exigencia por parte de determinados sectores de la pequeña burguesía del reconocimiento de sus derechos individuales y colectivos, el Estado comienza a dejar de ser el instrumento de poder de las clases privilegiadas que, como afirmaba Max Weber, detentaba el uso exclusivo de la violencia, para comenzar a considerar ciudadanos a quienes antes eran súbditos y, por tanto, sujetos de derechos que han de ser garantizados y protegidos. 

Ese Estado no apareció de la noche a la mañana, como por arte de magia, sino que fue resultado de larguísimas contiendas entre los defensores del orden viejo y los que querían edificar otro basado en la justicia, la libertad y la fraternidad. Hubo periodos en los que se anduvo hacia delante, otros en los que se retrocedió, las más de las veces con violencia extrema. Con todas las comillas que se le quiera poner, el Estado Democrático nace en Europa con la Tercera República sa y se consolida después de las dos guerras mundiales, cuando las élites políticas se convencen de que ya no es posible mantener el orden oligárquico, cuando comprueban que la única manera de impedir la revolución o el desorden que atente contra sus privilegios, es promover constituciones en la que se garanticen derechos esenciales para el pueblo como Educación, Salud, Pensiones, Vivienda y se articulen canales de protesta a través de la libertad de expresión y pensamiento, el derecho a manifestarse en contra de las decisiones del Poder o la posibilidad de modificar las leyes para permitan el máximo desarrollo de las personas y las colectividades. 

A finales de los setenta, la internacional negra comenzó a utilizar la demagogia sin redes sociales, pero con los medios de comunicación tradicionales a su entera disposición

Es en ese largo proceso cuando se sustituye a la Iglesia en la atención interesada de la salud, la educación, la miseria y la vejez, cuando nacen hospitales, escuelas y universidades públicas, cuando se sustraen de las manos del negocio privado industrias fundamentales como las energéticas, las distribuidoras de agua potable, las dedicadas al transporte de personas o a la construcción de infraestructuras. Es entonces cuando se democratiza al ejército eliminando las cuotas que libraban a los más ricos de ir al frente o cuando se establecen becas para que los hijos de los menos pudientes pudiesen formarse en los mismos centros que los hijos de los poderosos, cuando se construyen millones de viviendas de titularidad pública para que todos los ciudadanos tuviesen un techo bajo el que morar y planear su vida. 

A finales de los setenta, la internacional negra comenzó a utilizar la demagogia sin redes sociales, pero con los medios de comunicación tradicionales a su entera disposición. Fue entonces cuando las teorías neoliberales de Milton Friedman y la Escuela de Viena fueron llevadas a la práctica: Había que desmantelar el Estado porque era muy caro e ineficaz, había que dejar a la “sociedad”, entendida esta de nuevo como clases privilegiadas, oligarquía, para que se organizase por sí misma, encargándose como antiguamente de cualquier parcela en la que se pudiese ganar dinero, mucho dinero. Se comenzó por privatizar las empresas energéticas e industriales que estaban en manos del Estado, por regalar la explotación ferroviaria a capitalistas a los que no se les obligaba a invertir en la modernización del servicio, se continuó con las escuelas públicas, con los hospitales, con los servicios sociales y con la Universidad hasta llegar o aproximarse al siglo XIX cuando todos esos servicios eran prestados a modo de beneficencia por la Iglesia, quedando para las clases superiores centros especializados donde estaban los mejores profesionales para volver a perpetuar la sucesión de las estirpes en el uso y abuso del poder. 

Las teorías neoliberales de Milton Friedman y la Escuela de Viena fueron llevadas a la práctica: Había que desmantelar el Estado porque era muy caro e ineficaz, había que dejar a la “sociedad”, entendida esta de nuevo como clases privilegiadas, oligarquía, para que se organizase por sí misma

El Estado anterior al del bienestar fue un Estado al servicio de la aristocracia y la gran burguesía, a ello dedicaba sus ejércitos, sus policías, sus jueces y sus funcionarios. El triunfo del Estado del Bienestar en Europa Occidental supuso su democratización ya que permitía al pueblo, a los menesterosos, acceder a las mismas universidades que a los potentados, ser atendidos en idénticos hospitales y tener unos seguros de vejez que les libraban de la indigencia. Lo que estamos viviendo ahora mismo al calor del triunfo de Meloni, Ayuso, Trump, Milei o Rutte, que se ha atrevido a decir que hay que gastar menos en Seguridad Social y más en armas, es el regreso de la barbarie, del orden anterior a la democracia, del estado oligárquico en el que quienes más tienen tendrán cada vez más y quienes menos tienen, menos, quedando de nuevo los servicios asistenciales, derechos sociales y libertades esenciales a merced de una casta oligárquica que sólo dejará para los de abajo la posibilidad de ser asistidos por la beneficencia sin medios o de sobrevivir medrando a la sombra de un cacique de nuevo cuño. Estamos pues, no ante la privatización de todas las conquistas democráticas, sino ante el desmantelamiento de la Democracia.

La internacional negra contra el estado democrático