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Alguien con un claro desequilibrio mental ha segado las vidas de una joven pareja en Washington. Ha nacido y habita en un país donde resulta muy fácil tener armas, porque no deja de ser un lucrativo negocio y responde además a una peculiar manera de concebir la defensa personal, como si se viviera todavía en la conquista del salvaje oeste. Las víctimas ocasionales iban a casarse dentro de poco en Jerusalén. Ambos pensaban que debía lucharse por la convivencia en tierra santa y eran muy activos en tal sentido. Una jugarreta del destino les ha hecho ser absurda y aleatoriamente asesinados como perverso efecto colateral de una violencia execrable.
Para más inri, Netanyahu y Trump, en lugar de rendir un justo homenaje a su memoria y ensalzar su ejemplar trayectoria vital, los han convertido en propaganda de su anti política. Les presentan como víctimas del antisemitismo, entendiendo por tal el repudio a una pérfida masacre que pretende conquistar un territorio y aniquilar a sus habitantes. Hay quien considera que los palestinos deben ser exterminados al margen de su edad, porque los niños de hoy serán terroristas al crecer. Desde luego, se ponen las bases para que se cumpla esta incalificable profecía.
Netanyahu y Trump, en lugar de rendir un justo homenaje a su memoria y ensalzar su ejemplar trayectoria vital, los han convertido en propaganda de su anti política
Comparar el grito de “Palestina libre” con un renovado “Heil Hitler” manifiesta una mentalidad totalmente fanatizada que desfigura la realidad para ocultar las propias atrocidades. Asediar a una población civil acorralada entre las ruinas de sus ciudades e impedir el suministro de ayuda humanitaria para paliar la hambruna, es algo que sí nos recuerda el despiadado e implacable odio nazi al pueblo judío. Declararse heredero del holocausto no habilita para comportarse como lo hicieron unos delirantes fanáticos en el pasado, por mucho que se retuerzan las palabras para darles otro significado.
El asesino de Washington debía estar impactado por las desoladoras imágenes que llegan desde Gaza, y tener a mano un arma le facilitó segar atrozmente la vida de dos personas. Filiar su desvarío en el presunto antisemitismo cultivado por líderes europeos que critican el genocidio del gobierno israelí, no parece un diagnóstico muy acertado, por decirlo en lenguaje diplomático. Acallar el horror que suscita un planificado exterminio, no legitima una cruel guerra preventiva presentada como derecho a la defensa.
Sarah Milgrim y Yaron Lischinsky han perdido ya sus vidas y no merecen verse póstumamente instrumentalizados por nada ni nadie
Como de costumbre, acaban pagando justos por pecadores. Pero lo menos que se puede pedir es evitar la instrumentalización de las víctimas, considerándolas como escudos humanos de los terroristas o efectos de una conspiración antisemita. Sarah Milgrim y Yaron Lischinsky, los dos jóvenes asesinados junto al Museo Judío de Washington han perdido ya sus vidas y no merecen verse póstumamente instrumentalizados por nada ni nadie, al margen del inmenso poder político-militar que se ostente y malverse. Un respeto a su memoria impone no manipular las posibles causas que movilizaron al asesino.