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viernes. 30.05.2025
TRIBUNA GEOPOLÍTICA

Neofascismo y deshumanización: la amenaza silenciosa (la metáfora del perro y el mendigo)

Este neofascismo no necesita golpes de Estado ni uniformes militares, pues se infiltra en las instituciones con la complicidad de una ciudadanía desorientada y anestesiada.

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A medida que la extrema derecha prolifera, cada vez son más quienes exhiben con orgullo un neofascismo sin máscara y con un odio insolente que pierde el respeto al diferente.

El neofascismo actual avanza bajo una apariencia democrática tras la que se esconde la estrategia clásica de deshumanizar a quienes consideran diferentes. Es así como inmigrantes, pobres, minorías étnicas, colectivos sexuales no ajustados a la ortodoxia conservadora y muchos otros grupos sociales, son señalados como amenazas y utilizados como argumento para justificar su exclusión. El lenguaje de los neofascistas juega un papel crucial: los inmigrantes invadenlos pobres son parásitos, el feminismo es una ideología impuesta… y así un largo etcétera dirigido a despojar a las personas de su dignidad, transformándolas en problemas que deben ser contenidos o expulsados.

Su estrategia se basa en alimentar el miedo al diferente, señalando a inmigrantes, minorías o disidentes como amenazas para justificar la exclusión y el control social

Este neofascismo es un fenómeno que prolifera a nivel internacional alentado por una extrema derecha aliada con el capitalismo neoliberal, que solo reconoce valor a las vidas útiles para el mercado y descarta lo demás con la frialdad de las leyes, las cifras y las políticas de exclusión mientras una sociedad anestesiada normaliza con indiferencia el cambio de paradigma.

Resistir esta deriva implicaría recuperar la empatía y la solidaridad y reaprender a mirar al otro como un igual y no como una amenaza. Sin embargo, la mente humana tiende a ponerse en alerta ante todo aquello que pueda alterar su equilibrio emocional. El ejemplo que he escogido para ilustrar este artículo (la metáfora del perro y el mendigo) es algo que todos hemos experimentado cuando yendo por la calle nos encontramos con un mendigo, sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared y acompañado de un perro. Ante estas situaciones nuestro cerebro tiende a defenderse haciendo que la balanza que pondera nuestra ternura elija al animal e ignore al ser humano. Esto es debido a que el sabio subconsciente intenta protegernos del malestar que podríamos sentir si experimentásemos empatía por el desposeído que pide limosna en la calle. Apiadarse del perro es una actitud fácil de asumir, pues nos pone en sintonía con un sentimiento de bondad sin hacernos incómodas preguntas ni exigirnos demasiado esfuerzo. El objetivo es no sentir compasión por el mendigo y no reflexionar sobre la fragilidad de la condición humana. No obstante, esto no es óbice para que sintamos el impulso de ofrecer unas monedas al menesteroso, una concesión filantrópica que sólo pretende lavar nuestra conciencia mientras nuestro subconsciente deshumaniza sutilmente a ese ser de quien preferimos ignorar que una vez fue un niño que fue creciendo hasta que la senda de su vida se torció. Es así como preferimos canalizar nuestra compasión y es así como la indiferencia colectiva acaba deshumanizando a quienes se les priva de la dignidad.

El lenguaje de los neofascistas juega un papel crucial: los inmigrantes invadenlos pobres son parásitos, el feminismo es una ideología impuesta

TrumpMeloniLe PenMilei, y otros líderes del neofascismo contemporáneo utilizan el lenguaje de la democracia para legitimar políticas que erosionan los derechos humanos, la diversidad y la igualdad. Su estrategia se basa en alimentar el miedo al diferente, señalando a inmigrantes, minorías o disidentes como amenazas para justificar la exclusión y el control social. Es así como bajo el discurso de la libertad promueven la restricción de libertades.

Este neofascismo no necesita golpes de Estado ni uniformes militares, pues se infiltra en las instituciones con la complicidad de una ciudadanía desorientada y anestesiada. La resistencia pasa por desvelar esta paradoja: no hay democracia sin justicia social, ni libertad si se niega la humanidad del otro.

Neofascismo y deshumanización: la amenaza silenciosa (la metáfora del perro y el mendigo)