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jueves. 29.05.2025
HISTORIA DE ESPAÑA

Los sucesos de Vera de Bidasoa en noviembre de 1924

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Hace ya algunos años afirmaba Javier Tusell (1997, p. 240): “De todos los sucesos relativos al orden público y a los movimientos revolucionarios durante los primeros meses del Directorio, aquél que causó mayor conmoción fue el que tuvo lugar a comienzos de noviembre de 1924, que habitualmente se identifica con los incidentes de Vera”.

Nosotros no hemos encontrado libros, ensayos o artículos que detallen pormenorizadamente lo ocurrido en la citada localidad navarra. Aun así, Pío Baroja pudo consultar para escribir su “Libro segundo. Justicias y ladrones o la aventura de Cashcarin” de La familia de Errotacho, entre los primeros:

El político liberal [Alba] hizo unas explosivas declaraciones en la prensa argentina. Para él, los recientes sucesos de Vera no eran otra cosa que una “sangrienta comedia inspirada por la Dictadura”

El año político 1924, de Fernando Soldevilla (1925, pp. 397-405); Al servicio de la Historia. Bosquejo histórico de la Dictadura, de Gabriel Maura (1929, pp. 176-178); Un crimen de lesa patria. La Dictadura ante la Historia, de Francisco Hernández Mir (1930, pp. 219-226); Las conspiraciones contra la Dictadura (1923-1930). Relato de un testigo, de Vicente Marco Miranda (1930, pp. 35-38). El capítulo inicial de La Dictadura y los procesos militares, de Carlos Blanco Pérez (1931). Por lo que se refiere a artículos que tal vez leyó Baroja, solo hemos hallado la carta abierta de Juan Cueto dirigida a Gabriel Maura en la que le manifestaba su desacuerdo con ciertas afirmaciones de este en el libro citado más arriba.


1 Sí hay bastante información aquí
2 La Libertad, 8 de marzo de 1930, p. 3. Publicada ya la novela, la revista Mundo Gráfico insertó un reportaje por entregas –13, 20 y 27 de julio de 1932–, en el que el propio comandante Cueto relataba lo que, según él, había ocurrido en Vera a finales de 1924. Cueto había sido destinado al mando de la compañía de carabineros.
Miguel Ángel García de Juan 12 Príncipe de Viana (PV), 276, urtarrila-apirila, 2020, 9-43 ISSN: 0032-8472│ISSN-e: 2530-5824│ISSN-L: 0032-8472


Consultara o no Pío Baroja la relación de escritos que hemos mencionado, sus fuentes principales debieron de ser los rotativos vascos, navarros y madrileños de los días de los acontecimientos y sus testigos más o menos próximos, pues es sabido que el escritor donostiarra iba a pasar los veranos desde 1912 a Vera de Bidasoa. Uno de esos testigos fue su amigo el doctor Victoriano Juaristi, médico en Pamplona entre 1920 y 1949, al cual se prestará atención varias veces a lo largo de este trabajo.

Así pues, también nosotros acudiremos a la prensa española y sa, en razón de buscar la mayor veracidad posible, de lo acaecido en los días 7 de noviembre al 7 de diciembre de 1924. En ella se relatan la entrada de un numeroso grupo de revolucionarios en Vera, los hechos inmediatamente posteriores, el primer juicio sumarísimo en Pamplona, su revisión en Madrid, la condena a muerte de los considerados cabecillas, su entrada en capilla el 5 de diciembre y su ejecución al amanecer del día 6.

La Junta Militar
La Junta Militar

Las noticias de la incursión en España desde Francia de alrededor de cincuenta sindicalistas libertarios, para participar en un supuesto movimiento revolucionario generalizado, la ofrecían los diarios españoles a partir del día 9 de noviembre de 1924.

Comenzaban con una nota oficiosa del Directorio emitida el día anterior: deseoso el Directorio de que la opinión pública tenga noticias ciertas que impidan la desorientación y concreten la importancia de cualquier hecho, evitando los abultamientos conscientes o inconscientes de los propaladores, se cree en el deber de dar a conocer los siguientes sucesos de carácter, al parecer, revolucionario, provocados por elementos anarquistas procedentes de Francia, en relación, sin duda, con el sindicalismo avanzado español.

En la madrugada del día 7 del corriente fueron observados por las autoridades municipales de Vera (Navarra) individuos sospechosos que, sin duda, habían traspasado recientemente la frontera, los cuales, en número de treinta y armados, sostuvieron, a las cuatro y quince, en las inmediaciones del pueblo, grave colisión con la pareja de la Guardia civil de servicio, a la que dieron muerte, sufriendo, por su parte, un muerto y un herido grave, dispersándose después.

Apercibidas las autoridades, dispusieron su persecución, llevada a cabo por agentes de vigilancia y fuerzas de la Guardia civil y carabineros, matando a un individuo que no pudo ser identificado, y deteniendo a Bonifacio Manzanedo Besga, de veintidós años, soltero, natural de Burgos, prófugo del pueblo de Sestao; José Antonio Vázquez Bouzas, de veintinueve, soltero, natural de Po (Lugo), éste detenido en el lugar de dicha localidad en septiembre de 1925 hasta abril del año siguiente. Conviene tener presente la brevedad con que se ocupan de los sucesos en la villa navarra los nombrados autores y no olvidar que varios de ellos eran de la masonería, por lo que ofrecían una versión sesgada de los hechos, si se la compara con las informaciones más veraces de los periódicos, aun sometidos estos a la censura del Gobierno de Primo de Rivera

La parcialidad en el enfoque de los hechos por parte de los aludidos de la fraternidad masónica, pudo deberse a su antipatía respecto a la dictadura monárquica-nacionalista-católica nacida el 23 de octubre de 1923. Sánchez Ferré (1996, p. 282) sintetizaba la relación entre el citado régimen y la masonería: “Durante la Dictadura, la vida de las logias y obediencias fue del todo azarosa, lo cual impidió el desarrollo de muchas actividades sociales, como el laicismo, pero también es verdad que los hermanos con más inquietudes políticas dedicaron gran parte de sus esfuerzos a luchar contra el régimen de Primo de Rivera”.


La realidad literaturizada y la ira contra la religión católica y el obispo de Pamplona...  Príncipe de Viana (PV), 276, enero-abril, 2020, 9-43 13 ISSN: 0032-8472│ISSN-e: 2530-5824│ISSN-L: 0032-8472


Del suceso; Eustaquio García Aparicio, de veintidós años, soltero, de Bilbao, que trabajaba en San Juan de Luz; Leandro Fernández Gutiérrez, de veinticuatro años, soltero, de Buenos Aires; Pablo Martín Sánchez de veinticinco años, soltero, de Bilbao.  Posteriormente, y con gran actividad, han continuado con éxito las pesquisas, logrando la detención de 22 más, de ellos cuatro muertos.

A todos los detenidos se les ocuparon hojas impresas excitando a la rebelión, siendo sometidos a juicio sumarísimo. Los periódicos que con más detalle dieron cuenta de lo ocurrido fueron: La Voz de Guipúzcoa, El País Vasco y Diario de Navarra. En Madrid la mayoría de los rotativos informaba de manera más reducida.

El primero de los rotativos citados, de ideología republicana, comenzaba su página inicial del día 11: “Al fin se ha autorizado la versión periodística [...] de los sucesos desarrollados en Vera del (sic) Bidasoa durante la madrugada del pasado viernes. Se nos ha recomendado que nos limitemos a relatar los hechos, prescindiendo de comentarios, y eso haremos de buena gana. Y procuraremos prescindir de palabras y detalles superfluos”.

El segundo se mostraba con opiniones indisimuladas a favor del Régimen y contra los sindicalistas mediante palabras del siguiente tenor: “Varios de ellos llevaban hojas redactadas en términos lamentables [...]. Eran hojas redactadas por bandoleros disfrazados de hombres de acción social revolucionaria»; «Aquellos pseudorrevolucionarios ¡vaya liberadores!, vagaron algún tiempo por las calles [de Vera]. Y quizá por desorientación volvían hacia la parte por la que entraron”. 

Por otro lado, el País Vasco reproducía supuestos diálogos entre los de las fuerzas de seguridad y los sindicalistas que era imposible hubiera podido oír su redactor. Cotejadas las informaciones de unos y otros periódicos, las más fiables nos parecen las de La Voz de Guipúzcoa, rotativo al que seguiremos más de cerca en el relato de los hechos.

En la madrugada del día 7 de noviembre, el alguacil de Vera de Bidasoa, que vivía en el barrio de Alzate, oyó pisadas y voces debajo de la ventana de su alcoba. Se asomó a la calle y vio que iban por la carretera treinta o cuarenta personas. Su juventud y su aspecto le extrañaron. Enrique Bersarain se dirigió al cuartel de la Guardia Civil para informar a la Benemérita. De él partieron el cabo Julio de la Fuente y el guardia Aureliano Ortiz,  con el propio alguacil, para comprobar el movimiento de los sospechosos.

El funcionario local se retiró a descansar al tiempo que los guardias continuaban con su misión. Localizado el grupo de revolucionarios en la oscuridad, el cabo les dio el alto, pero ellos respondieron con una descarga mortal. Oída esta por Bersarain, volvió sobre sus pasos y se encontró con el cadáver de Julio de la Fuente. Tras este hecho, decidió avisar a más fuerzas del orden; mientras, el guardia Ortiz abría fuego contra los sediciosos, pero caía muerto a causa de los incontables disparos de estos. Por si haberlo acribillado no fuera suficiente, lo arrojaron al río Bidasoa.  Diario de Navarra, 9 de noviembre de 1924, p. 4.

El cabo De la Fuente era natural de Navascués (Navarra) y el guardia Ortiz, de Espinosa de los Monteros (Burgos).

Al escuchar los disparos acudieron al lugar la pareja de carabineros formada por Emilio Demiés y Santos Pombar, pero ya el grupo había huido. En tanto que el primero custodiaba el cadáver del cabo De la Fuente, el segundo carabinero persiguió a los rebeldes, hasta encontrar un grupo, al que dio el alto. A la respuesta con disparos, contestó este del mismo modo. La consecuencia fue un muerto y un herido de los sindicalistas. El segundo se llamaba Bonifacio Manzanedo Besga. Su filiación la detallaba la nota oficiosa del día 9 que se ha transcrito más arriba.

Los acontecimientos se comunicaron inmediatamente a las autoridades civiles y militares guipuzcoanas y navarras. «Antes del medio día, llegaron a Vera el coronel y el comandante del tercio de la Guardia civil». De inmediato comenzaron las batidas en persecución de los rebeldes, cuyo resultado se concretó en la captura de varios individuos antes de que pasaran la frontera hispano-sa, más no sin que se produjeran muertos y heridos entre las fuerzas del orden y los sindicalistas. Otros de los revolucionarios, a los que Le Matin del día 9 calificaba de indeseables, consiguieron pasar a Francia:

Bordeaux, 8 novembre. –Télégr. Matin–. Du coté de la frontière française, la gendarmerie de Saint-Jean-de-Luz a arrêté dans la nuit de vendredi à samedi huit individus. Un neuvième, en voulant traverser la voie par le pont de Ciboure a été coupe en deux par le train d’Hendaye.

Les huit indésirables seront demain matin transportés à Bayonne, où on les déférera au parquet, pour port d’arme prohibée, seule inculpation que l’on puisse dès à présent retenir contre eux. Neuve autres ont été écroués a Saint-Pée-sur-Nivelle (5).

La Voz de Guipúzcoa informaba en la segunda página del día 11 de que uno de los detenidos antes de cruzar la frontera fue Enrique Gil Galar (o Galaz), natural de Vallejo, pueblecito del valle de Mena (Burgos), quien llevaba consigo algunas postales pornográficas e irreligiosas. Probablemente este sindicalista resultó herido en la cabeza por el guardia civil Ortiz durante la lucha en la carretera. El mismo diario ofrecía una lista de doce capturados, entre ellos, el citado Gil Galar, el exguardia civil Julián Santillán Rodríguez y Pablo Martínez (Martín en la realidad) Sánchez. Los tres citados serían los únicos condenados a muerte en el juicio sumarísimo de revisión en Madrid, a comienzos de diciembre de 1924, tras el absolutorio llevado a cabo en Pamplona.

A las seis de la tarde del día 7 de noviembre de ese año, el comandante Castejón se hizo cargo del sumario y a las nueve y media los apresados fueron llevados al calabozo del ayuntamiento. El periódico al que estamos siguiendo recogía una breve semblanza de los doce, pero en la que se extendía era en la de los tres citados:  El de más edad de todos ellos es Julián Santillán Rodríguez, que perteneció a la Guardia civil y prestó sus servicios en las comandancias de Navarra, por lo cual serviría, probablemente de guía –acaso con algún otro– a los componentes de la partida. Expulsado de la Guardia civil por su mala conducta, vendió, precisamente, los correajes a uno de los guardias del puesto de Elizondo, que se hallaba persiguiendo a los pistoleros. Santillán es rubio y tiene la cabeza casi completamente canosa.


(5) “La gendarmerie de St-Jean-de-Luz procéde à des arrestations”, Le Metin, 9 novembre 1924, p. 1.
“La realidad literaturizada y la ira contra la religión católica y el obispo de Pamplona...”. Príncipe de Viana (PV), 276, enero-abril, 2020, 9-43 15  ISSN: 0032-8472│ISSN-e: 2530-5824│ISSN-L: 0032-8472


Pablo Martínez (sic) dijo ser de Baracaldo y tener 25 años. Es un individuo muy alto, con bigote poblado y enmarañado y mirada cruel. Representa tener más edad de la que confesó, y más que vasco, parece gallego. Llevaba gorra de visera, gabán de color café y traje de pana negro, la americana con cinturilla. Desde que lo detuvieron hasta que se le sacó del cuartel para la cárcel, permaneció encerrado en un mutismo absoluto, soportando con entereza la herida que tenía en la pierna, y que, aunque no era grave, debía de ser dolorosa.

Enrique Gil Galar [...] es un personaje exótico, muy semejante por el aspecto al otro melenudo. Aunque ayer a última hora parecía haber mejorado notablemente, su estado es gravísimo. Tiene una bala alojada en el temporal. Cuando le llevaron al hospital, arrojó cuanto había comido, por efecto de la borrachera. Después perdió el sentido, recobrándolo a ratos y desvariando otros. A veces insultaba groseramente a la hermana de la Caridad que le asistía, pero ayer, durante un largo espacio de lucidez, dijo que él había sido engañado por alguno de los anarquistas presos, que le habían sacado, alucinándole con promesas, de París, donde ganaba 200 francos semanales como ebanista. Hizo grandes protestas de arrepentimiento e incluso pro- metió hacer gratis a las monjas cuantos trabajos de ebanistería necesitasen. También pidió que le confesaran (6).

El retrato que se realiza aquí de Gil Galar debió de servir a Pío Baroja para mortificar su persona en varios momentos de La familia de Errotacho, presentándolo, sin mucha justificación, como un enfermo mental, tal un psicópata, lo que nos parece altamente exagerado. Al escritor, quizá lo que menos le satisfizo fue lo de la solicitud de confesión y, además, se le fue la pluma hacia la ya muy superada, en estas fechas, época del naturalismo literario español. He aquí cómo se le describe al principio del “Libro segundo”: “perturbado”, “terrible egoísta”, “alcohólico y vicioso”, «vengativo». En lo físico: “muñeco siniestro, tipo bizco, extraño, desmelenado, con una pelambrera negra y rizada [...]. Era una máscara horrorosa para recordarla siempre y producir pesadillas”. (pp. 108-109) (7).

La Voz de Guipúzcoa del 15 de noviembre informaba en su página tercera de la preparación de la intentona revolucionaria en París por anarquistas españoles huidos allí. Los participantes llegaron a San Juan de Luz “donde se les dieron instrucciones y se repartieron armas a los que sabían disparar y manejarlas certeramente [...]. En Vera entraron por el monte Larrun y por el sitio conocido especialmente por la muga”. En la portada del diario se indicaba que la propaganda política que llevaban se había editado en la imprenta “La Fraternelle” de París. 

Una de las proclamas decía: “A los españoles residentes en Francia: –Atraviesa España por momentos críticos. Han sido tantas las maldades y las injusticias sufridas por este pueblo desgraciado, bajo el mando de la canalla de sotana y levita, que está a punto de explotar. Si en verdad somos amantes de la justicia y el progreso y si no hemos perdido esa prenda tan preciada y precisa para el hombre que es la dignidad y si aún tenemos vergüenza, aprovechemos estos momentos para dar el hachazo al Directorio, al que debemos derribar, al igual que a los Alfonsos, los Anidos, Primos de Rivera y toda la canalla que nos llena de afrenta y oprobio ante el mundo civilizado. Españoles residentes en Francia: ¡Salvemos a España! ¡Viva la libertad!”

Finalmente, el diario daba la noticia de más detenciones de anarquistas, de su traslado a Pamplona y de los funerales del día 9 por los guardias civiles fallecidos, así como de la sepultura de los sindicalistas muertos.

De inmediato comenzaron en España las especulaciones sobre a quién beneficiaba lo sucedido. Desde la izquierda política se aseguraba, y se seguiría sosteniendo, que el movimiento lo había organizado el propio Directorio, para justificar después la represión de quienes discreparan o actuaran contra él10. El Gobierno, por su parte, basándose en las declaraciones de algunos de los detenidos, responsabilizaba como autores intelectuales a Unamuno, Blasco Ibáñez, Soriano y Eduardo Ortega y Gasset, residentes todos entonces en la capital de Francia. A nuestro juicio, ni los primeros ni el Directorio tenían razón. 

El movimiento de Vera de Bidasoa, coincidente en esos días con otro en Cataluña, fue una intentona revolucionaria organizada por anarquistas del exterior, imbuidos de un optimismo infundado, que los conducía a creer en un efecto dominó, el cual desencadenaría una sublevación general en España. 

El diario Le Temps informaba desde Madrid el día 10 de que no había duda de que se trataba de una intentona libertaria: “Il s’agit de 120 syndicalistes rouges désignés en Espagne sous le nom de pistoleros qui au service des syndicats de Barcelone et de diverses autres organisations, ont quitté leur pays au moment de l’arrivée au pouvoir du directoire. Ils auraient regagné l’Espagne dans le but de participer à un série d’attentats contre de hautes personnalités militaires”.  Información reproducida por La Voz de Guipúzcoa, 15 de noviembre de 1924, p. 1.

Por su parte Le Journal hacía público el día 10 lo que se le transmitía desde Bayona la jornada anterior en relación con los hechos. Llevaba el título de “Comment 50 révolutionnaires attaquèrent Vera”: Una cincuentena de españoles llegó el jueves de Burdeos o París a San Juan de Luz, de allí se trasladaron a Ascaín y, por la noche, pasando por Urrugne, llegaron a Vera a las dos de la madrugada. Después de contar el encuentro  con las fuerzas del orden (Guardia civil y carabineros), añadía: “Cinq des conjurés furent tués [...] et 27 furent arrêtés. Le reste de la bande c’est-à-dire une vingtaine d’hommes réussit à er la frontière française». La gendarmería de San Juan de Luz consiguió detener a 17, «tous armés de revolvers et de couteaux». «Ils ont été conduit ce matin à Bayonne, sous bonne garde, et incarcérés à la prison sous l’inculpation provisoire de port d’armes prohibées”.

Dice J. Tusell (1997, p. 223) que, en noviembre de 1924, el político liberal [Alba] hizo unas explosivas declaraciones en la prensa argentina. Para él, los recientes sucesos de Vera no eran otra cosa que una “sangrienta comedia inspirada por la Dictadura”. Uno de los principales acusadores a la Dictadura fue Juan Cueto Ibáñez, al que ya nos hemos referido al comienzo de este apartado. Otras opiniones que apuntan al Directorio como provocador de los hechos pueden leerse en J. Andrés Gallego (1977, pp. 180-181).


“La realidad literaturizada y la ira contra la religión católica y el obispo de Pamplona...” Príncipe de Viana (PV), 276, enero-abril, 2020, 9-43 17 ISSN: 0032-8472│ISSN-e: 2530-5824│ISSN-L: 0032-8472


En nuestro rastreo de la prensa hemos encontrado en la página decimoquinta de El Sol, del día 15, que intervinieron en los preparativos de la incursión en Vera de Bidasoa Buenaventura Durruti y Juan Riesgo, individuos difícilmente susceptibles de sufrir un engaño por parte del Directorio. Decía el rotativo madrileño: “Al llegar a San Juan de Luz, Durruti y Riesgo condujeron a sus dirigidos a las inmediaciones del campo de “golf” y allí repartieron armas, quedándose con la mayor parte de las bombas de mano, sin duda para utilizarlas ellos cuando se internaran en España capitaneando una expedición más numerosa”.

El propio Vicente Blasco Ibáñez, en una entrevista que publicó Le Matin también el día 10, en su página tercera, aseveraba que los republicanos no tenían ningún vínculo con las acciones de Cataluña y Navarra. Así comenzaban sus respuestas: “Le mouve-ment révolutionnaire à Barcelone est absurde et criminel parce qu’il a causé des morts inutiles. C’est d’ailleurs le fait d’une poignée d’anarchistes qu’il faut bien se garder d’assimiler à l’action républicaine, à laquelle je participe». Y concluía la entrevista: «Je suis, en un mot, furieux et désolé de ses désordres sanglants. Et je tiens à bien préciser que nous n’y sommes pour rien”. 

Por su parte, Miguel de Unamuno escribía en su exilio de París, a principios de diciembre de ese año: “Respecto a los sucesos de Vera, a esa estúpida intentona de promover una revolución popular entrando un grupo de ilusos por la frontera, es inútil decir que ni Blasco Ibáñez ni yo, ni ninguno de los supuestos del Comité Revolucionario de París tuvimos nada que ver con ello”.

De cualquier modo, Unamuno, Blasco Ibáñez, Soriano, Ortega y Gasset y otros fueron juzgados en rebeldía en primera instancia, pero luego se los excluyó del proceso.

Por su parte, Roberto Castrovido (20 de mayo, 1932) afirmaba, a propósito de La familia de Errotacho: “Durruti y Ascaso prepararon el movimiento, pero no estuvieron en Vera”. Igualmente Víctor Arregui (8 de diciembre, 1935) afirmaba que a la cabeza del movimiento sobre el terreno estaban Durruti y Riesgo, si bien el primero no entró en España y debió de volverse a París desde Bayona.

La Voz de Asturias, en su página tercera del día 19, recogía estas declaraciones de Vicente Blasco: “Es posible que se hubiese querido dar nuestros nombres, pero lo que se dice es inexacto. Doy mi palabra de honor de que mis amigos Ortega y Gasset, Unamuno y yo, nada tuvimos que ver en el asunto». El cuarto sospechoso, o sea, Rodrigo Soriano, manifestaba líneas más abajo de lo dicho por Blasco Ibáñez: «Niego las imputaciones que se me hacen, pues no conozco a los individuos que han sido juzgados. La acusación de organizadores del complot se ha hecho sin más fin que el de comprometernos”.

Urrutia (2009, p. 204). O. Ruiz-Manjón (1991, p. 128) atribuye estos “desorganizados intentos revolucionarios en Vera de Bidasoa y Barcelona [a la inspiración] desde el extranjero por personalidades como Unamuno y Blasco Ibáñez”. 

Como ya hemos señalado, a nuestro juicio, una cuestión era que no vieran con malos ojos la intentona revolucionaria anarquista y otra que la sugirieran o apoyaran. Así, pues coincidimos con la opinión de Genoveva García Queipo de Llano (1988, pp. 145-146, 152-153) y su negación argumentada de la posibilidad de intervención de Blasco y Unamuno en la organización de los hechos. 

Por su parte, Eduardo González Calleja (2010, p. 194) manifiesta que acaso Unamuno y E. Ortega y Gasset ampararan de algún modo la incursión en Vera, pero la principal responsabilidad la tuvieron los libertarios: “El fracaso de la intentona de Vera hizo desvanecer por un lustro las esperanzas de una revuelta organizada exclusivamente por la CNT. A finales de noviembre, en un mitin de controversia organizado por la Federación Anarquista de los distritos 17o y 18o de París –Montmartre y Batignolles– se atribuyó el fracaso de Vera a la deficiente organización interna del cra”. 

Para no alargarnos en este asunto, Akemi Maeda (2017, p. 9) en una muy breve incursión en el análisis de La familia de Errotacho, de Pío Baroja, afirma, sin citar ninguna fuente que lo apoye, que se trató de “una acción política ocasional, llevada a cabo por los anarquistas en Vera de Bidasoa el 7 de noviembre de 1924. [...]. Una acción directa organizada por el Comité de Relaciones Anarquistas para entrar desde Francia en España a través de la frontera catalana y de Vera de Bidasoa, aunque ambas resultaron un completo fracaso”.


Miguel Ángel García de Juan, Príncipe de Viana (PV), 276, urtarrila-apirila, 2020, 9-43 ISSN: 0032-8472│ISSN-e: 2530-5824│ISSN-L: 0032-8472


En Barcelona, el día antes de la entrada en Vera de Bidasoa, ya se había producido un intento revolucionario, el cual esperaba ser acompañado, entre otros, por la incursión libertaria en Navarra. 

Le Matin, en una información enviada desde Perpignan el día 8 daba la noticia en su portada de que el lunes 3 había llegado a esa ciudad un gran número de españoles procedentes de distintos lugares de Francia: París, Lyon, Marsella, Nancy, Nimes, Montpellier, etc. Con posterioridad, varios grupos habían entrado en España, pero la gendarmería estaba deteniendo en territorio galo a muchos de los que permanecían allí, o sea, en Cerbère, Perthus, Bourg-Madame, Banyules-sur-Mer y Elne: “Les personnes arrêtées étaient pour plupart armées de plusieurs brownings”. La noticia concluía: “Ces indésirables (la cursiva es nuestra) ont été trouvés porteurs de deux brownings et de plusieurs chargeurs garnis ainsi que d’un grand nombre de cartouches, dont une bonne partie du calibre supérieur à ces armes, ce qui fait supposer que les projectiles appartenaient à des camarades”.

La Vanguardia del día 8 ya había noticiado que el jueves día 6 merodeaban por la mañana, alrededor del cuartel de las Atarazanas de Barcelona, tres o cuatro individuos que, al inducir sospechas a los funcionarios de vigilancia, fueron detenidos dos de ellos, uno de los cuales llevaba una bomba de mano. A continuación, fueron arrestados tres más. Después, un guardia de seguridad encontró otra bomba en los servicios del hotel Oriental. Más tarde, varios funcionarios que realizaban una ronda de vigilancia intentaron cortar el paso a dos fugitivos, los cuales dispararon contra aquellos, causando la muerte a un guardia e hiriendo levemente a un cabo. Al final, los revolucionarios fueron aprehendidos por la Guardia Civil. Se trataba de Juan Montejo Arranz, de veinte años, y de José Llacer Beltrán, de veintiocho o treinta. A la vez que se capturaba a siete individuos más, el capitán general ordenó «formación de causa por procedimiento sumarísimo» (1).

Según el mismo diario del día 11, a primeras horas del anterior se llevó a cabo la ejecución de los dos sindicalistas nombrados. De lo expuesto hasta aquí cabe inducir sin ninguna duda que los movimientos casi simultáneos de los primeros días de noviembre en varios puntos de España, correspondían a un intento general de revolución anarquista; por otro lado, no se podían esperar, como deseaban algunos, castigos menores o absoluciones de los procesados en Vera, cuando el día 10 habían sido ejecutados en Barcelona Juan Montejo y José Llacer.  Ciñéndonos al juicio, penas y últimos momentos que vivieron aquellos a los que se consideró cabezas de la expedición de Navarra, aspectos que más interesan al presente trabajo, como se comprobará en sus apartados tercero y cuarto, comenzaremos recordando que se llevó a cabo un procedimiento sumarísimo en noviembre y diciembre en:

La Vanguardia, 8 de noviembre de 1924, p. 6.
La Vanguardia, 11 de noviembre de 1924, p. 20. Los pormenores de este procedimiento sumarísimo pueden
El Liberal del día 9, p. 2 –con bastante espacio eliminado por la censura– o
La Voz del 10, p. 1. La Libertad del 11 detallaba las últimas horas de los reos en prisión y su ejecución, al amanecer del día 10.


“La realidad literaturizada y la ira contra la religión católica y el obispo de Pamplona...”  Príncipe de Viana (PV), 276, enero-abril, 2020, 9-43 19 ISSN: 0032-8472 │ISSN-e: 2530-5824 │ISSN-L: 0032-8472


Contra algunos de los sindicalistas participantes en la intentona de Vera de Bidasoa y otro ordinario que se extendió hasta febrero de 1927.  En el primer juicio inmediato a los hechos se acusaba como principales responsables de ellos a Julián Santillán Rodríguez, Pablo Martín Sánchez, Enrique Joaquín Gil Galar y José Antonio Vázquez Bouzas. La vista oral comenzó en Pamplona el día 14 a las ocho de la mañana y concluyó en esa misma jornada, a las 21 horas. El fiscal pedía penas de muerte para los tres primeros, pero la brillante defensa del comandante Moncholi convenció a la mayoría del tribunal para que dictara un fallo absolutorio. Este, como era preceptivo, fue enviado al capitán general de Burgos, quien, junto al auditor general, disintió y lo trasladó al Consejo Supremo de Guerra y Marina, el cual corrigió la sentencia de Pamplona y emitió una nueva el 1 de diciembre. 

En ella, se remitía la causa contra Vázquez Bouzas al juicio ordinario y se condenaba a la pena capital a los tres primeros. Tras la llegada a mediodía del 5 de diciembre de la decisión de Consejo Supremo, a las 14 horas los presos entraron en capilla. Inmediatamente se fueron acumulando solicitudes de clemencia ante el contraalmirante Magaz, presidente del Directorio por ausencia en Marruecos de Primo de Rivera. Así encabezaba el diario republicano La Voz de Guipúzcoa la portada del día 6: “Adversarios doctrinales de la pena de muerte, no queremos dejar de elevar, hoy, como siempre, nuestra demanda de perdón en favor de los reos de Pamplona. Prescindimos de cuáles sean sus culpas para pensar, únicamente, en la ejemplaridad de la pena de muerte y en el dolor de las vidas perdidas, cuya inmolación engendra angustias innumerables y no permite, en cambio, la posibilidad de rehabilitación enmienda. Tenemos casi la certidumbre de la inutilidad de nuestro ruego. Pero un imperativo categórico la humanidad y la ideología nos obliga a escribir estas palabras, que escribiríamos, en todo caso, fueran quienes fuesen los delincuentes y las víctimas”.

El texto íntegro de la resolución del Consejo Supremo lo recoge La Voz De Guipúzcoa del viernes 5 de diciembre de 1924, p. 1. Igualmente, en El Pueblo Vasco de ese día, p. 1, y en Diario de Navarra, p. 4. El juicio ordinario se celebró en Pamplona y concluyó el 14 de enero de 1927. Como en el caso del sumarísimo, la sentencia se envió a la capitanía de Burgos, que en esta ocasión la ratificó, con fecha del 26 de febrero. El 27, el diario ABC ofrecía el siguiente extracto: «Se condena, como autores, a Casiano Alonso, Bonifacio Manzanedo y Manuel Ríos, a doce años de prisión; a Ángel Fernández, Tomás García, Anastasio Gilabert, Gregorio García, Justo Val y José Antonio Vázquez [Bouzas] a diez años y un día; y, como cómplices, a Gabriel Lobato, Inocencio Ansó a dos años, cuatro meses de cárcel”.

Uno de los peticionarios de indulto fue el obispo de la diócesis de Pamplona, monseñor Mateo Múgica Urrestarazu, pero su ruego, como el de todos los otros, resultó infructuoso. El prelado Múgica, además, visitó varias veces a los condenados, cuando se encontraban en capilla el día 5, para ofrecerles consuelo humano y religioso. Pero de estas horas inmediatas a su ejecución en el cadalso nos ocuparemos con detenimiento en el apartado cuarto de este trabajo, dado que nuestro propósito es poner de relieve.

Destaca la enorme deformación de los hechos por parte de Pío Baroja, en lo que concierne a la conducta del obispo de Pamplona y de otros ordenados que acompañaron y asistieron a Santillán, Gil Galar y Martín Sánchez en sus últimas horas de vida.

El texto íntegro de la resolución del Consejo Supremo lo recoge La Voz De Guipúzcoa del viernes 5 de diciembre de 1924, p. 1; igualmente en El Pueblo Vasco de ese día, p. 1, y en Diario de Navarra, p. 4. El juicio ordinario se celebró en Pamplona y concluyó el 14 de enero de 1927. Como en el caso del sumarísimo, la sentencia

Se envió a la capitanía de Burgos, que en esta ocasión la ratificó, con fecha del 26 de febrero. El 27, el diario ABC ofrecía el siguiente extracto: «Se condena, como autores, a Casiano Alonso, Bonifacio Manzanedo y Manuel Ríos, a doce años de prisión; a Ángel Fernández, Tomás García, Anastasio Gilabert, Gregorio García, Justo Val y José Antonio Vázquez [Bouzas] a diez años y un día; y, como cómplices, a Gabriel Lobato, Inocencio Ansó a dos años, cuatro meses y un día. Se absuelve a otros diez procesados», 27 de febrero de 1927, p. 44.


Resumen del trabajo desarrollado por: Miguel Ángel García de Juan
20 Príncipe de Viana (PV), 276, urtarrila-apirila, 2020, 9-43
ISSN: 0032-8472│ISSN-e: 2530-5824│ISSN-L: 0032-8472

Los sucesos de Vera de Bidasoa en noviembre de 1924