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Lo más parecido a la geopolítica, se entienda lo que se entienda por geopolítica, es el ajedrez. Un enfrentamiento de voluntades y astucias para imponerse al adversario con las menores pérdidas posibles. Además, el ajedrez es un juego feminista. La pieza principal, la más poderosa, es la Reina; el Rey es sólo un cobardón, que se pasa la partida huyendo, escondiéndose y pidiéndole a los demás que lo protejan. Es sólo un símbolo. No es que cuando cae, se ha perdido la partida, es que cuando la partida se está perdiendo, por desgaste o por astucia, el Rey cae.
Algo parecido pasa en la geopolítica, que hay desde Reinas hasta peones. Todos aportan algo y, en función del momento y las circunstancias, pueden influir más o menos en la partida. Por eso todos los países y las organizaciones internacionales de todo tipo juegan algún tipo de papel en la geopolítica, mayor o menor, más o menos oportuno, a favor o en contra, con suerte o sin ella, pero lo juegan.
Estados Unidos parece continuar siendo de momento la más poderosa económica, militar y culturalmente, pero en declive
De modo que, aunque hay que tener en cuenta todas las piezas, sus posiciones y sus posibilidades, como mejor se entiende la partida (geopolítica) es observando a las Reinas, a las tres Reinas del momento actual: Estados Unidos, República Popular China y Federación Rusa.

En principio, Estados Unidos parece continuar siendo de momento la más poderosa económica, militar y culturalmente, pero en declive.
China se le acerca cada vez más económica y comercialmente y, posiblemente hoy día, en el ámbito de las relaciones políticas inter-nacionales. Mientras el ámbito de influencia estadounidense alcanzó su cénit con el desmoronamiento de la Unión Soviética en los primeros años de la década de los noventa del pasado siglo XX, desde entonces le han empezado a salir serios competidores y desafectos, empezando por los BRICS+, que no sólo incluyen a sus dos principales competidores (China y Rusia , las otras dos Reinas del tablero geopolítico mundial), sino, asimismo a significativas potencias regionales (¿Torres del tablero geopolítico mundial?) como Brasil, India, Sudáfrica, Irán, Arabia Saudí o Egipto, hasta completar, entre de pleno derecho y asociados un total de diecinueve países.
China se le acerca cada vez más económica y comercialmente y, posiblemente hoy día, en el ámbito de las relaciones políticas inter-nacionales
A los que hay que añadir los ocho (seis y dos observadores) componentes, mayoritariamente centroasiáticos, de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el intento no demasiado exitoso de la Rusia postsoviética de crear en 2002 una contra-OTAN basada en el Tratado de Seguridad Colectiva de 1992.
Y a los que, de alguna forma, también hay que añadir a los “desafectos”, sean tradicionales, como Cuba o Venezuela o más recientes como los países africanos y asiáticos que progresivamente van desligándose, primero militarmente para intentar continuar económica y comercialmente, de sus antiguas potencias coloniales, cada vez más atraídos por la influencia china y rusa, que no exige contraprestaciones políticas o militares a cambio de su interesada ayuda al desarrollo (China) o colabora en su interesada descolonización securitaria (Rusia).
De forma que en no muchos años, se está pasando de una estadounidiciación casi global a una reducción de ésta, prácticamente limitada al ámbito de la OTAN+, que incluye, además de a los treinta y dos de pleno derecho de la misma, a aliados en el indo-pacífico como Japón, Corea del Sur, Australia o Nueva Zelanda, en el Cercano Oriente como Israel, en América Latina como Argentina o en la propia Europa como Austria o Suiza, teóricamente neutrales.
En el ámbito de la seguridad y la defensa (hoy día, algo bastante más que lo exclusivamente bélico), China se desmarca claramente de la actitud y comportamiento agresivos de sus dos principales competidores. Mientras Estados Unidos (especialmente) y Rusia se muestran bastante agresivos, interviniendo militarmente cada vez que creen que sus intereses (reales o espurios) pueden verse afectados, China, de momento, no saca sus fuerzas armadas de su país, salvo para mostrar presencia cercana, sin traspasar los límites, en Taiwan o alguna otra pequeña isla de otro país (Filipinas, por ejemplo).
Eso le ha ahorrado el lamentable espectáculo de perder (o no ganar) “guerras” a pesar de ser superpotencias (es decir, Reinas del tablero geopolítico mundial) como en, por ejemplo, Vietnam, Somalia, Afganistán, Irak, Libia, Siria o el Sahel, en los últimos tiempos.
Donde el triunfo estadounidense sí parece mantenerse con éxito, al menos hasta ahora, especialmente en relación con sus dos principales competidores, es en el ámbito cultural, entendido éste como el conjunto de modos de vida y costumbres (incluidas las sociales) y no como sinónimo de conocimiento y capacidad de comprensión de la realidad social. El inglés es, hoy día, el pretendido y fracasado esperanto. La lengua mundial diplomática, científica y turística y el campeón de los neologismos y extranjerismos de cualquier otra lengua. El cómo se habla influye mucho en cómo se piensa.
Pero, sobre todo, Estados Unidos ha sido, si no el inventor, sí el gran difundidor (¿e impositor?) del capitalismo neoliberal, hoy día financiero y digital, al que ha arrastrado hasta a sus dos principales competidores, las antiguas repúblicas socialista y comunista rusa y china. En ambos aspectos culturales, modos de vida y costumbres y capitalismo neoliberal, no es sino heredero del Reino Unido: ese hijo predilecto, que, aprendiendo de su progenitor, alcanza cotas inimaginables para él.
Y ahora llega Trump, al parecer (el propio Trump dixit) dispuesto a imponer (¿a sangre y fuego?) un capitalismo todavía más neoliberal (sólo hay que repasar la lista de los colaboradores con los que piensa contar en sus cuatro años de mandato); unas soluciones expansionistas “a la estadounidense” (conquista del oeste, guerras con Méjico, salto al Pacífico, doctrina Monroe y corolario Roosevelt, Make America Great Again, etc.): canal de Panamá, Groenlandia, Ártico, Canadá, etc.; ardor guerrero: potenciación numérica y presupuestaria de las Fuerzas Armadas estadounidenses e incremento de la cuota por pertenecer a la OTAN hasta el 5% del PIB para el presupuesto de Defensa (o atente a las consecuencias); con prisas, pero sin pausas, fin de las guerras de Ucrania y Palestina/Líbano/Siria/¿Irán? (¿alguna más?). Etc.
¿Hasta qué punto está realmente dispuesto a intentarlo? ¿Cómo van a reaccionar las otras dos Reinas? ¿Y las demás piezas de su propio bando? La solución dentro de cuatro años (¿o menos?).