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sábado. 24.05.2025
TRIBUNA POLÍTICA

El negocio de la política

De fuentes bien informadas, se dice que ya ha encargado el proyecto para construir la Trump Tower II en donde, ahora, está la Casa Blanca. 

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La empresa se inventó como un modelo colaborativo para resolver problemas complejos que requieren de la coordinación de personas y medios. Alguna vez se ha definido una empresa como un grupo de inversores que contratan a un grupo de directivos y trabajadores, compran productos a un grupo de proveedores y venden otros a un grupo de clientes. En ese proceso se producen unas plusvalías que, unos grupos y otros, tratan de repartirse. En la cúspide del mismo se encuentra el empresario.

Hay quien puede ver ese modelo en la propia sociedad funcionando como una empresa y, a lo largo de la historia, ha habido quien ha pensado que nadie mejor que un empresario para hacerse cargo de una empresa, por lo que debe ser la persona idónea para dirigir una istración pública. Especialmente en USA, esta idea se refuerza con el criterio de elegir a alguien que haya demostrado ya su talento gestor dirigiendo con éxito una empresa privada. De ahí, la gran permeabilidad entre los mundos financiero y político que existe en ese país. Ha habido algunos ejemplos, naturalmente, en otras latitudes, como Vicente Fox, en México, Carlos Menem en Argentina o Leopoldo Calvo Sotelo en España, por citar solo alguno. Incluso en nuestros tiempos, Mauricio Macri, en Argentina o Sebastián Piñera en México también han dado el paso de cambiar los balances de cuentas privadas por los presupuestos generales de sus estados.

Se dice que ya ha encargado el proyecto para construir la Trump Tower II en donde, ahora, está la Casa Blanca

Jeffrey A. Winters ha escrito un libro (Oligarquía, 2024) donde explica la evolución histórica de cómo han ocupado el poder las élites sociales. Ya pasaron los tiempos en que esas élites eran, casi siempre, guerreras o contrataban guerreros para controlar el poder. En la actualidad, las oligarquías son, en nuestro mundo occidental, sobre todo, civiles. Por supuesto que hay élites profesionales, funcionariales y istrativas, pero, para élites, élites, ninguna más importante que la económica. Y, esta, la componen fundamentalmente los empresarios.

Lo que pasa es que, aunque la economía es importante en la gestión pública, han de tenerse en cuenta otros factores sociales y políticos para gobernar un país. La obtención de plusvalías, principal preocupación de un empresario no es, obviamente, el fin de la gestión pública y, mucho menos, el pretender obtener plusvalías personales a costa del bien público.

Junto, por supuesto, a muchos otros políticos que no eran empresarios, la historia política contemporánea nos ofrece algunos protagonistas cuyos nombres hemos visto, primero en las páginas de economía, después en las de política y, más tarde, en las de sucesos. Sin vocación de exhaustividad, recordemos a Silvio Berlusconi, Alberto Fujimori, Ricardo Martinelli, Gonzalo Sánchez De Losada y Pedro Pablo Kuczynski. O a Jesús Gil, Mario Conde o Rodrigo Rato. Por ejemplo. 

En la actualidad, las oligarquías son, en nuestro mundo occidental, sobre todo, civiles. Por supuesto que hay élites profesionales, funcionariales y istrativas, pero, para élites, élites, ninguna más importante que la económica

Todos ellos eran famosos empresarios, luego famosos gobernantes y, finalmente, famosos delincuentes. En definitiva, tan famosos como para no ser necesario relatar el motivo de esa fama. Que, en todo caso, se podría resumir como el resultado de mezclar indebidamente la función pública y el negocio privado, aprovechando la primera para obtener lo segundo.

Donald John Trump parte con ventaja en esta comparación con sus colegas. Ha llegado al poder procesado de casa. Bueno, en realidad solo parcialmente, ya que muchos de los 42 cargos que se le han imputado proceden de la primera vez que ocupó el ala oeste de la Casa Blanca.

Y, a pesar de eso, sus compatriotas le han elegido, por segunda vez, como presidente de su país. En la primera ocasión, al ser su perfil nada más que el de un empresario de éxito, podía salir en las fotos de los carteles electorales sin que se observara bien el plumero. Pero, esta segunda, ya había enriquecido su currículo con unos cuantos renglones asociados al interés de varios juzgados por sus actividades, presuntamente, delictivas.  Y, una de dos, o no tenían a nadie, aparentemente, más honrado al que elegir o, lo que es más probable, les importaba un bledo que su presidente fuera un presunto delincuente.

Eso le da a Trump una soltura en su comportamiento que no tuvieron la mayoría de los empresarios que se hicieron políticos como paso previo a ingresar en una penitenciaria. El fenotipo del empresario que tiene que llegar, y mantenerse, en el poder es el de alguien que se esfuerza en ofrecer una imagen pública honorable, pero que, en el peor de los casos, practica la máxima del "virtudes públicas, vicios privados". 

En el caso de Trump, eso no es necesario y, echándose el mundo por montera, o sea por su famosa gorra de beisbol, actúa como si no hubiera un mañana carcelario. De ahí, su famosa frase: “Podría disparar a alguien en la Quinta Avenida y no perdería un solo voto” que, en realidad, habla muy mal de sus votantes. Por eso, no es de extrañar que piense que su compadre Netanyahu no está haciendo nada que no pudiera hacer él mismo. O se ponga a vender Teslas, de su amigo Musk, en la Casa Blanca, mismo sitio donde organiza cenas para buscar inversores para su TrumpCoin. De fuentes bien informadas, se dice que ya ha encargado el proyecto para construir la Trump Tower II en donde, ahora, está la Casa Blanca. 

De todas formas, no me extrañaría que tuviera alguna mosca revoloteando detrás de su oreja. Parece ser que recuerda ese dicho despectivo hacia los políticos de que prefieren hacer cárceles en lugar de colegios, porque, a estos no van a volver y a aquellas, quien sabe. De ahí su gran proyecto de reabrir Alcatraz. Debe ser que no quiere que nadie, en su momento, le pueda enviar a El Salvador.

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