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martes. 27.05.2025
TRIBUNA POLÍTICA

Malos tiempos para la democracia parlamentaria en Francia

Según los comentaristas más solventes de la prensa sa y española, Macron no había pensado encargar la Presidencia del Gobierno a François Bayrou.
François Bayrou

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Como hemos comentado tantas veces en esta sección, la democracia es frágil, siempre puede ser derogada o limitada por impulsos autoritarios y en ningún país democrático se debe estar seguro de que no hay riesgos de revertir ese régimen en beneficio de otro que puede conllevar una dictadura. Vienen a la mente estas reflexiones tras la formación del nuevo Gobierno francés presidido por el centrista François Bayrou. Antes de avanzar en esta reflexión convendría aclarar dos cuestiones previas. En primer lugar, detengámonos un momento en los términos que se utilizan: desde antes de acceder al cargo de Primer Ministro, todos los medios han hablado del “centrista” Bayrou. Yo creo que el adjetivo “centrista” puede ser demasiado benévolo para un personaje que representa muy bien todos los vicios y virtudes de la política conservadora sa. Es verdad que a lo largo de su trayectoria Bayrou se puede apuntar un comportamiento propio del centro, cuando en 2012 apoyó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales a François Hollande, pero salvo este hecho Bayrou ha sido y se ha comportado como un conservador no gaullista, si bien ha compartido con el gaullismo un cierto tono social engendrado por su origen democristiano, pero precisamente por ese origen en el tiempo en que fue Ministro de Educación de Balladur intentó sin éxito favorecer la enseñanza privada y confesional. Por eso puede ser un exceso semántico denominar “centrista” a un conservador, a fortiori cuando se ha colado en el Gobierno para mantener el mismo tinte de derechas que tenía Michel Barnier, sin concesiones (casi imposibles) a la izquierda.

La formación del Gobierno presidido por Bayroy es un aviso de los nuevos tiempos. Un aviso del poco respeto por la democracia parlamentaria y un aviso de la deriva de los partidos conservadores

Quien lea estas líneas no ha de extrañarse de que diga que Bayrou se ha colado en el Gobierno. Según los comentaristas más solventes de la prensa sa y española, Macron no había pensado encargar la Presidencia del Gobierno a Bayrou, pero éste, que dispone de un Grupo de treinta y seis Diputados del partido denominado los Demócratas o Movimiento Democrático, presionó a Macron y le amenazó si no le nombraba. Y un Presidente débil como Macron acabó sometiéndose a una operación de extorsión difícil de entender.

Porque lo preocupante de este nuevo Gobierno es, ante todo, la persistencia de Macron de no ofrecer el Gobierno a la izquierda. Entiéndase lo que quiero decir: en un sistema parlamentario forma Gobierno quien tiene los votos necesarios en el Parlamento y todas las combinaciones son constitucionalmente legítimas. Si Bayrou tiene votos suficientes en la Asamblea Nacional, su Gobierno será legítimo. El problema es que Bayrou no tiene votos suficientes, salvo que se entregue a la extrema derecha de Rassemblement National. Por eso lo parlamentariamente correcto hubiera sido que Macron nombrara Primera Ministra a la persona que había propuesto la izquierda y que ésta formara una coalición donde las derechas republicanas (Los Republicanos, los Demócratas de Bayrou y hasta el partido de Macron) apoyaran al Gobierno desde fuera o incluso con alguna coalición. Así se habría mantenido el cordón sanitario contra la extrema derecha de Le Pen. Pero Macron ha preferido constituir un Gobierno:

  • Tan inestable como el de Barnier, que no tardará en ser derrotado otra vez en la Asamblea Nacional.
  • Gobierno prisionero del Rassemblement National.
  • Continuista (con siete Ministros de Barnier).
  • Con guiños a la extrema derecha, como se ve con el Ministro del Interior, Bruno Retailleau, que es la versión gala de nuestro Mayor Oreja.
  • Con vocación de ofender a la izquierda con el nombramiento de antiguos socialistas, entre los cuales destaca el saltimbanqui transfronterizo Manuel Valls.

Todo esto nos enseña dos fenómenos. Por una parte, la preocupante deriva de los partidos conservadores hacia la extrema derecha. Hay una realidad en toda Europa y es que los partidos socialdemócratas no han sido capaces de atraer de forma duradera al antiguo electorado comunista que ha derivado hacia la extrema derecha, como se ve en Francia y en Italia. Es más, como ocurre en Alemania, una parte del electorado socialdemócrata también deriva hacia la extrema derecha. Ante este fenómeno los tradicionales partidos conservadores se orientan en la misma dirección de la extrema derecha y así se ve con el partido Conservador británico o el Partido Popular Europeo de Manfred Weber.

Macron ha preferido formar un Gobierno inestable prisionero de Le Pen antes que permitir que gobierne la izquierda con apoyos de la derecha

El segundo fenómeno, consecuencia del primero, es que empieza a levantarse un cordón sanitario, pero no hacia la extrema derecha, sino hacia la izquierda socialdemócrata. Por eso Macron ha preferido formar un Gobierno inestable prisionero de Le Pen antes que permitir que gobierne la izquierda con apoyos de la derecha. En este panorama, el Gobierno español y el nuevo Colegio de Comisarios de Von der Leyen son excepciones (aunque en la Comisión hay Comisarios de extrema derecha a propuesta de sus Gobiernos respectivos).

Por eso, la formación del Gobierno presidido por Bayroy es un aviso de los nuevos tiempos. Un aviso del poco respeto por la democracia parlamentaria y un aviso de la deriva de los partidos conservadores que buscan desengancharse de los pocos vínculos que les unen todavía a la socialdemocracia para ponerse bajo el ala de la extrema derecha. Por eso las próximas elecciones alemanas son una piedra de toque que habrá que seguir con mucha atención.

Malos tiempos para la democracia parlamentaria en Francia