
Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
Las derechas de este país conocen lo timorata que es la izquierda a la hora tomar decisiones radicales. Por lo que ni el PP ni Vox deberían temer que dicha celebración de los cincuenta años de “España en Libertad” vaya a poner en solfa el franquismo y a quien le dio nombre. Menos aún a los hombres/nombres que le dieron gloria y esplendor, cuyos nombres siguen apareciendo aún en plazas, calles y avenidas.
Su imagen quedará intacta y no sufrirá ningún menoscabo. Si, después de cincuenta años, el sistema educativo español no ha conseguido que las personas que han pasado por ese sistema, siguen pensando lo mismo que pensaron sus padres y sus abuelos, en su mayoría franquistas, no esperen, tampoco, que esta celebración logre triturar la memoria de quienes hicieron de Franco una prolongación más que divina, angelical, y tocado por la gracia de Dios. Menos aún sufrirá menoscabo alguno su figura en la memoria de la juventud, a quienes, gracias a ese sistema educativo nefasto, ha conseguido que el encefalograma de las mayoría de los jóvenes sea completamente plano.
Pero no solamente el de esos jóvenes. Una y otra vez se cargan las pilas contra el encharcamiento de la memoria de los jóvenes, pero no sé quién es más desmemoriado merced a un demediado hipocampo. A mí no me cabe la duda: los adultos.
Los jóvenes no han recibido ningún baño higiénico y profiláctico en la escuela y en el instituto acerca de lo que fue el golpe de Estado, el Genocida y sus generales militaristas, la dictadura y su desprecio absoluto al Estado de Derecho, pero las derechas adultas saben perfectamente, demasiado bien, quién fue Franco, qué hizo, cómo lo hizo y para qué lo hizo. Pero callan como ammonites del Cretácico.
Por ejemplo. Ahora que se han recordado los 80 años de la liberación de los prisioneros de Auschwitz, ¿ha habido algún periódico que haya hecho reportajes acerca de los campos de concentración franquistas desperdigados por España? Obviamente, Villafranca (Navarra), y los periódicos que lo recibieron hicieron con él lo que suele hacerse con reportajes incómodos: utilizar la tecla delete. ¿A quién puede interesar que 169 hombres pasaran por ese campo, explotados por las autoridades locales durante casi un año, trabajando doce horas diarias al servicio de los terratenientes del pueblo, por el delito de ser republicanos? Luego dicen algunos de estos periódicos que no hay que olvidar, recordando a George Santayana de La vida de la razón: “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.
Se lamentan una y otra vez las derechas que el presidente del Gobierno se haya sacado de la manga la celebración de “50 años de España en Libertad”. No son las derechas de este país lo más indicados para criticar tal celebración. Olvidan la campaña de los “25 años de Paz" orquestada por Manuel Fraga Iribarne, durante 1964, de la que en su mayoría, los padres y abuelos de estas derechas, si no aplaudieron a rabiar dicha “epopeya”, tampoco, renegaron de ella. Ni menos aún criticaron a su Pacificador.
Las derechas son tan olvidadizas con Franco como la Deep Seek china si se le pregunta sobre Taiwan y la plaza de Tiananmen: "Lo siento, eso está más allá de mi alcance actual. Hablemos de otra cosa".
No recuerdan, por ejemplo, que en 1964 fue propuesto para Premio Nobel de la Paz. La historia de este capítulo olvidado fue el siguiente.
Fue el Colegio Oficial de Gestores istrativos de Madrid, impelido por los llamados “25 años de paz en España, obtenidos bajo el mandato del Caudillo”, quien propuso a los ayuntamientos de España, primero, la erección de un monumento dedicado al citado genocida y, segundo, pedir “su adhesión a la campaña correspondiente de las Autoridades y a quienes concierna, para a su vez hacerlo del Comité encargado de hacerlo, y pedir el PREMIO NOBEL DE LA PAZ, para el Caudillo, que tanto lo merece, ya que con su sacrificio e inteligencia ha hecho posible para todos los españoles y para el mundo entero estos 25 AÑOS DE PAZ”.
Es obvio que dicho colegio, tras la llegada de la democracia, se olvidó de esta iniciativa, aunque no renunciaron al humus nutricio franquista que albergaba su cerebro. Curiosamente, hace bien poco, sus dirigentes actuales visitaron Roma para rendir al papa el homenaje del citado colegio. Seguro que su espíritu nacionalcatólico seguía imperturbable, como el de sus padres y abuelos. Ayer franquistas hasta la médula, hoy demócratas hasta el riñón.

La mayoría de los ayuntamientos de este país recibió “con complacencia y entusiasmo la propuesta”, sumándose a dicho acuerdo. Y no dudaron en “requerir el concurso de los organismos e instituciones para que cooperen en tan agradable como gigantesca empresa”. Tiene su retranca ética recordar que, en aquel año de 1964, el Premio Nobel de la Paz recayó en Martin Luther King Jr. Por su resistencia no violenta a la discriminación racial en Estados Unidos.
Caso de que Franco hubiese recibido dicho galardón, ¿qué habrían dicho los señores suecos del jurado como justificación? ¿Premio nobel de la Paz por haber librado a Europa de miles de comunistas, judíos y masones? Pues no diría que no. Al fin y al cabo, las democracias europeas -siguiendo el rastrerismo político de EEUU-, terminarían por reconocer al gobierno golpista de Franco por ser un bastión contra el comunismo -Churchill dixit-, no muy diferente a lo que sigue ocurriendo hoy día en muchas partes de este mundo incalificable, incluida Europa y sus instituciones más democráticas.
Siguiendo esta línea de acatamiento febril de los franquistas, pero ya en 1967, una revista técnica e informativa denominada El alcalde tomó la iniciativa de “proclamar al Caudillo Franco, Alcalde Mayor del Pueblo de España” y proponer dicha adhesión a los ayuntamientos de España. Los ayuntamientos del país cayeron rendidos a dicha propuesta y por unanimidad acordarían “prestar su más fervorosa adhesión a la idea preconizada por dicha revista”.

Como dijo la revista, se trataba de un “homenaje nacional al jefe del Estado, para que los ayuntamientos expresaran en alta voz y de forma pública un plebiscito cotidiano de adhesión al Caudillo”.
Estas personas y sus descendientes, no sólo sobrevivieron, sino que, en el colmo de los milagros, se hicieron demócratas y, como si nada hubiera pasado, permanecieron en el poder rigiendo los destinos del poder político, judicial y ejecutivo manteniendo el ademán franquista que jamás abandonaron.
Todo ello digno de una país con una memoria, no de chichinabo, sino de mierda sintética. Y no apurarse por la palabra, pues como decía Roland Barthes la mierda escrita no huele.
(*) Imagen tomda del MUVIM.