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A lo largo de la historia, las contribuciones de muchas mujeres en la ciencia, la tecnología, el arte y otros campos han sido invisibilizadas, minimizadas o directamente atribuidas a hombres. Este fenómeno, conocido como «Discriminación Matilda«, ha privado a generaciones de referentes femeninos y ha reforzado la idea errónea de que los grandes avances han sido obra exclusiva de los hombres.
Para contribuir a dar a conocer la historia de decenas de mujeres eclipsadas, intentaré publicar cada dos semanas una entrada en este blog dedicada a una mujer y su aportación a la investigación y la ciencia. Su desconocimiento ha sido una forma más de discriminación que ha ocultado que el progreso ha sido fruto del talento y el esfuerzo de muchas personas, sin distinción de género.
Para iniciar esta serie, comenzamos con una figura fundamental en la historia de la tecnología: Margaret Hamilton (17 de agosto de 1936 en Paoli, Indiana, EE.UU), la ingeniera de software que hizo posible la llegada del hombre a la Luna en 1969.
Desde pequeña, Margaret demostró un gran interés por la lógica y las matemáticas, así como una enorme habilidad para ambas disciplinas. A pesar de que las presiones de la época y los estereotipos sobre el papel de la mujer en la ciencia no favorecían que emprendieran carreras técnicas, logró graduarse en Matemáticas y Filosofía en el Earlham College en 1958.
Cuando hablamos de la llegada del hombre a la Luna, los nombres que suelen venir a la mente son los de los astronautas Neil Armstrong y Buzz Aldrin. Sin embargo, detrás de su éxito hubo un equipo de ingenieros y científicos, entre los cuales destacó una mujer: Margaret Hamilton. Su trabajo en el desarrollo del software del Apolo XIfue crucial para el éxito de la misión, aunque su nombre quedó en la sombra durante décadas.
Hamilton estudió matemáticas en la Universidad de Michigan y el Earlham College. A comienzos de la década de 1960, comenzó a trabajar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde se involucró en el desarrollo del software de navegación de las misiones Apolo de la NASA.
Como directora de la División de Ingeniería de Software del MIT, diseñó el sistema de programación del ordenador de a bordo del Módulo de Comando y del Módulo Lunar. Su software permitió que la computadora priorizara tareas esenciales en caso de sobrecarga, lo que resultó vital cuando, durante el descenso del Apolo XI, la computadora comenzó a recibir datos erróneos debido a un radar activado accidentalmente. Gracias a su diseño, la computadora pudo ignorar los procesos innecesarios y continuar con el alunizaje.
En su época, la programación no era vista como una disciplina científica, sino como un trabajo secundario, a menudo considerado una «tarea istrativa». Como resultado, el rol de Hamilton fue minimizado, mientras que la narrativa heroica de la carrera espacial se centró en los astronautas y los ingenieros de hardware. Su papel solo comenzó a reconocerse muchas décadas después.
Aunque en su momento su trabajo no recibió la atención que merecía, en 2016 fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el mayor honor civil de Estados Unidos, otorgado por el presidente Barack Obama. Además, su imagen ha sido rescatada como un símbolo del papel de las mujeres en la historia de la tecnología.
Margaret Hamilton no solo desempeñó un papel clave en la llegada del hombre a la Luna, sino que también fue pionera en la ingeniería de software, término que ella misma acuñó. Su historia nos recuerda que el talento femenino ha estado presente en cada avance de la humanidad, aunque muchas veces haya sido silenciado. Rescatar su legado es un paso más para asegurarnos de que futuras generaciones conozcan su nombre y su trabajo.
PD. Estas líneas han sido elaboradas con la ayuda de ChatGPT en la búsqueda de datos.
Artículo publicado en el blog de Quim González Muntadas