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lunes. 26.05.2025
TRIBUNA HISTÓRICO POLÍTICA

Plena vigencia en la actualidad del “Diario de Irigoyen”

En Argentina Hipólito Yrigoyen cumplía su segunda presidencia (1928-1930) y el país sufría las consecuencias de la crisis mundial originada en Wall Street en octubre de 1929.

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En Argentina Hipólito Yrigoyen cumplía su segunda presidencia (1928-1930) y el país sufría las consecuencias de la crisis mundial originada en Wall Street en octubre de 1929. Envejecido y enfermo, al "peludo", uno de los motes con que lo llamaban, le esperaban horas difíciles: conflictos institucionales y el ya cercano golpe militar inauguraría la saga dictatorial que caracterizó a la Argentina del Siglo XX, dando comienzo a la Década Infame. El viejo caudillo sufría los embates de una oposición cada vez más implacable y tan pertinaz como sus propios males físicos. Cuentan los relatos, donde se mezclan historia, mito y leyenda, que ante ese escenario, y a fin de que los hechos negativos que se sucedían no lo perturbaran aún más, sus colaboradores más inmediatos le editaban un diario especial con las noticias que le agradaban al presidente, al que se le llamó el Diario de Yrigoyen. Esa negación de la realidad se transformó rápidamente en una metáfora y es un lugar común decir, cada vez que se quiere ocultar una verdad amarga a alguien -en este caso a un gobernante, poniendo en su lugar informaciones optimistas- que se le muestra el Diario de Yrigoyen.

Hagamos unas referencias biográficas de Irigoyen. Conviene desvincularnos de esa sesgada visión historiográfica impregnada de eurocentrismo. Ocurren cosas importantes en otras latitudes. 

El Diario de Yrigoyen trasciende su origen como anécdota histórica y se convierte en una poderosa metáfora sobre los peligros de la desconexión, la manipulación y el aislamiento informativo

“Los cuatro puntos cardinales -dijo el poeta chileno Huidobroson tres: el Sur y el Norte". Bien podría hacer dicho que en el fondo es tan sólo uno, el Norte... El Sur es una metáfora de la ausencia, "de lo que no cuenta". 

O como muy bien describe el poeta uruguayo Mario Benedetti en su poema El Sur también existe: 

“Con su corno francés /y su academia sueca/ su salsa americana/ y sus llaves inglesas/ con todos su misiles/ y sus enciclopedias/ su guerra de galaxias/ y su saña opulenta/ con todos sus laureles/ el norte es el que ordena/ pero aquí abajo abajo/ cerca de las raíces/ es donde la memoria/ ningún recuerdo omite/y hay quienes se desmueren/ y hay quienes se desviven/ y así entre todos logran/ lo que era un imposible/ que todo el mundo sepa/ que el Sur también existe”.

O las palabras de otro gran escritor uruguayo, Eduardo Galeano: “La democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea”. El libro de los Abrazos.

En 1852 nació en Buenos Aires Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús Yrigoyen, el hijo mayor de cinco hermanos concebidos por Marcelina Alem, hermana del fundador de la Unión Cívica, y su padre Martín Irigoyen Dodagaray, un comerciante de origen vasco francés. Comenzó sus estudios en el Colegio San José y finalizó el secundario en el Colegio de la América del Sud. Se graduó como abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y desde muy joven incursionó en la política. Fue Comisario de Balvanera (1872-1877), Diputado Provincial (1878-1880), General de Sellos y Patentes (1880) y Diputado Nacional (1880-1882). Entre 1880 y 1905, se desempeñó como profesor de Historia Argentina, Instrucción Cívica y Filosofía en la Escuela Normal de Maestras, y donó sus salarios a la Sociedad de Beneficencia con destino al Hospital de Niños y al Asilo de Niños.

En una época donde la información fluye más rápido que nunca, el desafío no es solo evitar que los líderes se rodeen de aduladores, sino también garantizar que como sociedad no vivamos en burbujas de comodidad intelectual

En 1890 integró la Unión Cívica, fundada por su tío Leandro Alem, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen y Bartolomé Mitre, y en julio de ese año participó en la Revolución del Parque reclamando por la moral istrativa y el libre sufragio. Un año más tarde, fundó la Unión Cívica Radical (UCR), presidiendo el Comité de la provincia de Buenos Aires. En 1893 organizó otra revolución, reclamando que se convocara al pueblo a elegir libremente su gobierno. Tras oponerse a las tendencias que procuraban acercar a la UCR con el gobierno conservador, disolvió el comité bonaerense. De este modo, en 1904 refundó el radicalismo y al año siguiente condujo una nueva revolución que tampoco prosperó, razón por la cual decidió exiliarse.

Hasta que en 1910, mediante tratativas con el entonces presidente Roque Sáenz Peña, logró la sanción de la reforma electoral que consagró el voto universal, secreto y obligatorio. En 1916 se realizaron las primeras elecciones presidenciales bajo el amparo de la nueva ley electoral, ganando las elecciones que puso fin a una hegemonía conservadora de más de 40 años. Su gobierno tomó una marcada línea nacionalista. Entre las medidas adoptadas en el ámbito internacional, en 1918 repatrió el oro argentino depositado en Londres (14 millones de pesos oro), no tomó nuevos empréstitos, redujo la deuda externa en 225 millones de pesos oro y destinó un importe semejante a aumentar las reservas. Además de frustrar en 1921 un proyecto legislativo de abrir la Caja de Conversión para decretar la libre exportación de oro, evitando la fuga del metal.

En el campo social, sancionó reglamentaciones para proteger a los campesinos y creó cajas jubilatorias para empleados públicos. Dictó medidas para que la Argentina controlara sus transportes, yacimientos energéticos y su propia moneda. Reguló las tarifas de los ferrocarriles operados por capitales británicos, a la vez que se creaban líneas férreas estatales. El estallido en 1918 del movimiento estudiantil de Reforma Universitaria fue apoyado por su gobierno, tomando una serie de medidas a favor de los reformistas. En 1922 fundó Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), una empresa estatal destinada a explotar las riquezas petroleras del país. Pese a las iniciativas que favorecieron a sectores obreros y medios, su mandato se vio manchado por tres tristes acontecimientos: la Semana Trágica, la Forestal y la Patagonia Rebelde, con gran cantidad de obreros muertos a manos de las fuerzas de seguridad al momento de reprimir. En su segunda presidencia (1928-1930), reafirmó y consolidó los principios de su anterior mandato en resguardo del patrimonio nacional, por medio de la nacionalización del petróleo y la defensa de los intereses populares. En lo internacional, sostuvo el ideario de hermandad entre las naciones y de no beligerancia. Yrigoyen se propuso desarrollar una política económica que defendiera los intereses nacionales y una política social para amparar a los más desprotegidos. Se fundaron 1.700 escuelas y logró algunas leyes previsionales. Pero debió enfrentar el hostigamiento continuo de las fuerzas conservadoras que no podían derrotarlo en las urnas. Además, a fines de octubre de 1929 se produjo la caída de la Bolsa de Nueva York que sumió en una crisis económica a todos los mercados del mundo y también a la Argentina. No pudo terminar su segundo mandado, ya que fue derrocado el 6 de septiembre de 1930 cuando se produjo el golpe de Estado liderado por el general José Félix Uriburu.

Tras el golpe de Estado fue despojado de sus riquezas como estanciero y fue confinado a la isla Martín García, en donde compartió presidio con varios presos políticos. El 20 de febrero de 1932 finalizó la dictadura y también el cautiverio de Yrigoyen. Un día antes, Uriburu dispuso su libertad, después de firmar un indulto en su favor, que el presidente derrocado rechazó con una presentación en la Justicia. Esa misma noche lo embarcaron rumbo a Buenos Aires donde debió permanecer con arresto domiciliario. Falleció en Buenos Aires el 3 de julio de 1933 y su entierro fue una de las manifestaciones espontáneas más masivas y sorprendentes de la historia argentina.

Un Diario de Yrigoyen no solo es peligroso para quien lo lee, sino también para quienes viven bajo las decisiones tomadas desde esa burbuja de irrealidad

Según cuenta Mercedes Roch, Licenciada en Historia en una publicación: “Es de destacar que nunca se encontró un ejemplar del supuesto Diario de Yrigoyen. Asimismo, nunca nadie confesó haberlo escrito o impreso. Al faltar las fuentes que corroboren su existencia, es dudoso que efectivamente haya existido. La pregunta que puede surgir es, ¿por qué se inventaría la idea de un diario falso entregado al presidente? La respuesta podemos hallarla en el hecho de que habría sido un aspecto más de la campaña que promulgó la derecha en contra de Yrigoyen para tomar el poder por la fuerza en 1930: al extender la idea de que el líder radical recibía un diario falso con noticias alteradas, quedaba en claro que tenía dificultades para vincularse con la realidad…”

Para la mayoría de los autores consultados su existencia nunca se probó y muchos consideran que fue una mentira inventada por los golpistas del ‘30. El historiador uruguayo Angelo Harman en un artículo titulado “La leyenda del diario de Yrigoyen, la mentira que perdura en el tiempo” (6/2/2013) hace referencia a una disertación del Dr. Hipólito Solari Yrigoyen, sobrino-nieto de Hipólito Yrigoyen, hecha en la Universidad de la Plata, donde se desmiente la existencia del diario, aclarando que se decía que le hacían una edición especial de La Prensa, pero Yrigoyen no la leía porque leía La Nación. Nunca nadie vio un ejemplar de este supuesto diario. Por otro lado, defiende la lucidez mental de Yrigoyen y el pleno uso de sus facultades, como lo demuestra la lectura de su propia defensa realizada en la isla Martín García, en pleno cautiverio, adonde lo había arrojado la revolución del 6 de septiembre de 1930.

 Salvando las distancias podemos encontrar un paralelismo del "Diario de Irigoyen” con una película alemana, Good bye, Lenin, de 2003, dirigida por Wolfgang Becker En ese filme, una mujer de firmes convicciones socialistas y miembro del Partido Socialista Unificado de Alemania entra en coma en 1989. Cuando se recupera, todo ha cambiado. El Muro de Berlín ha caído y Alemania se ha unido en las bases capitalistas de Alemania Occidental. El hijo, en el afán de que su madre no sufra una angustia que podría resultarle letal, inventa un escenario. Su departamento se convierte en un nodo socialista, donde el tiempo se ha congelado.

Aunque no hay evidencias históricas de la existencia de este diario, como he comentado, el mito caló hondo en el imaginario popular. Su veracidad pasó a un segundo plano, porque la idea central de la anécdota resuena con una realidad recurrente: la tendencia de ciertos gobernantes a desconectarse del mundo exterior, viviendo en una burbuja construida por asesores, aduladores y medios afines. Por ello, puede considerarse como una metáfora vigente. En términos más amplios, el Diario de Yrigoyen simboliza el aislamiento informativo de los líderes políticos y su incapacidad (o falta de voluntad) para enfrentar la realidad. No es difícil encontrar ejemplos contemporáneos de este fenómeno, tanto en Argentina como en el mundo. Un ejemplo lo tenemos en la Comunidad de Madrid, en el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Gobiernos que controlan los medios, redes sociales llenas de propaganda, y asesores que filtran los mensajes críticos para mantener contento al líder de turno.  

Si bien el mito original habla de un periódico exclusivo para el presidente, hoy podría decirse que muchas veces los ciudadanos también terminamos consumiendo nuestro propio Diario de Yrigoyen. En muchas ocasiones nosotros somos como Yrigoyen. No toleramos lo que el otro tiene para decirnos. Nuestra rigidez, nuestros prejuicios, nuestra arrogancia, hacen imposible incorporar algo distinto de lo que pensamos o creemos. Por otra parte, solo leemos aquellos medios que confirman nuestras creencias, no exentas de prejuicios. En la era digital, donde las redes sociales y los algoritmos nos muestran solo aquello que nos agrada y sirve para confirmas nuestras “verdades”, el aislamiento informativo se ha democratizado. Vivimos en burbujas donde las opiniones contrarias son descartadas, y la información que recibimos está cuidadosamente seleccionada para mantenernos cómodos y seguros en nuestras convicciones políticas. En un mundo saturado de fake news, titulares sensacionalistas y medios polarizados, la capacidad de cuestionar y contrastar información se vuelve esencial para evitar caer en esas trampas. 

Una metáfora logró calar hondo en el ánimo de Javier Milei. Se trata de la ridiculización en su modo de informarse. La expresión “El algoritmo de Yrigoyen” sería una forma creativa de aggiornar el comportamiento de Milei en las redes sociales, que lo aísla de la realidad y lo encierra en una burbuja de autoconfirmación. A alguien en redes se le ocurrió poco ha darle un giro actual al históricamente conocido “Diario de Irigoyen” para calificar la endogámica manera de Javier Milei de leer y repostear (o dar “likes”), solo a sus amigos, fans, bots y trolls, para reafirmar el rumbo de su gobierno como si fuera excelso. El presidente se enojó mucho porque lo comparan con uno de sus archienemigos ideológicos, el caudillo radical de principios de siglo XX, dos veces presidente. Según la mirada del actual ocupante del sillón de Rivadavia, “Don Hipólito” o “El Peludo”, fue quien comenzó la decadencia económica nacional, por su populismo desde 1916. “El algoritmo de Yrigoyen” es una expresión que comenzó hace pocas horas a utilizarse y provocó la ira del mandatario. Simplemente busca describir en una breve frase la forma en que el presidente Javier Milei se informa por las redes sociales, a través de cuentas afines a su ideología extrema, que le brindan únicamente información favorable o adulterada. Deja que sus seguidores virtuales y no pocos trolls le formateen de manera anárquica lo que precisa leer, ver o escuchar para autosatisfacerse en la soledad de su burbuja digital. Todo lo expuesto sobre Milei, sería extrapolable a Trump.

Como conclusión de todo lo escrito, me parecen apropiadas las palabras publicadas en el medio El Tres Arroyense, de la ciudad argentina Tres Arroyos en el artículo titulado El Diario de Irigoyen: el periódico que escribió una burbuja de poder:

“El Diario de Yrigoyen trasciende su origen como anécdota histórica y se convierte en una poderosa metáfora sobre los peligros de la desconexión, la manipulación y el aislamiento informativo. En una época donde la información fluye más rápido que nunca, el desafío no es solo evitar que los líderes se rodeen de aduladores, sino también garantizar que como sociedad no vivamos en burbujas de comodidad intelectual. Porque al final, un Diario de Yrigoyen no solo es peligroso para quien lo lee, sino también para quienes viven bajo las decisiones tomadas desde esa burbuja de irrealidad.”

Plena vigencia en la actualidad del “Diario de Irigoyen”