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Pablo D. Santonja | @datosantonja
En el invierno ficticio de 1957, mientras cuatro amigos juegan a las cartas en una casa del conurbano bonaerense, una nevada comienza a caer. No es nieve común: es radiactiva, letal. Lo que parece un fenómeno climático se transforma rápidamente en una catástrofe global. Así comienza cómic mundial. Su historia de invasión alienígena, resistencia colectiva y heroísmo anónimo, publicada originalmente en la revista Hora Cero entre 1957 y 1959, vuelve hoy con más fuerza que nunca.
El Eternauta es un manifiesto visual del siglo XX latinoamericano, cuya vigencia desafía el paso del tiempo
El Eternauta, guionada por Héctor Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López, fue revolucionaria no solo por su enfoque narrativo —un relato coral protagonizado por personas comunes y corrientes— sino también por su audaz crítica al poder, el imperialismo y la guerra. En una época donde el héroe solía ser un individuo extraordinario, Oesterheld propuso al “hombre común” como protagonista colectivo: “el verdadero héroe es un héroe en grupo, nunca un héroe individual”, escribiría.
Esta historieta de ciencia ficción fue publicada en 106 entregas en Hora Cero Semanal y, desde entonces, no ha dejado de circular ni de ser reinterpretada. La edición definitiva publicada por Planeta Cómic en 2022 incluye más de 50 ilustraciones restauradas y se apega estrictamente al diseño original para conservar la experiencia histórica del lector. Esta edición ha sido galardonada con el prestigioso Premio Eisner a Mejor colección de archivo, lo que consagra a El Eternauta como un clásico universal del noveno arte.
Héctor Germán Oesterheld nació en Buenos Aires en 1919, en una familia de clase media con raíces alemanas. De formación académica científica —estudió geología—, desde joven se volcó a la escritura y al periodismo cultural. En los años 40 y 50 se consolidó como cuentista de ciencia ficción y más tarde como uno de los grandes innovadores del guión de historietas en América Latina. Sus relatos se distinguían por su profundidad psicológica, sus dilemas éticos y una fuerte vocación humanista.
Oesterheld fue un autor que evolucionó con su país. En sus primeras obras, como Sargento Kirk o Ernie Pike, ya se vislumbraba una preocupación por el destino colectivo y la figura del antihéroe. Pero fue con El Eternauta (1957–1959) donde su sensibilidad política comenzó a aflorar con mayor claridad.

La primera versión de El Eternauta fue publicada en un contexto de creciente inestabilidad política. Juan Domingo Perón había sido derrocado en 1955 por un golpe militar (la llamada “Revolución Libertadora”), y Argentina vivía una etapa de proscripción del peronismo, persecución ideológica y censura. Al mismo tiempo, el país no era ajeno al clima global de Guerra Fría, con Estados Unidos y la Unión Soviética disputándose el control geopolítico del mundo.
En este clima de tensión y represión, la historieta que aparecía en kioscos con un aparente tinte fantástico funcionaba también como una crítica solapada a las estructuras de poder, al colonialismo cultural y a la falta de autonomía nacional. El uso de la ciencia ficción fue una estrategia eficaz: permitía hablar de ocupaciones, exterminios y alianzas traicioneras sin mencionar directamente a los actores reales.
El Eternauta no es solo una obra maestra de la historieta: es una brújula moral, una advertencia política y una elegía a los desaparecidos
El protagonista de El Eternauta, Juan Salvo, no es un superhombre ni un elegido, sino un vecino más del conurbano que, empujado por las circunstancias, se convierte en líder. Esa visión del “hombre común” fue una declaración política, una metáfora del pueblo argentino enfrentando lo inesperado con solidaridad y dignidad.
Durante los años 60, Oesterheld profundizó su mirada crítica. Se alejó del entretenimiento como fin en sí mismo y comenzó a ver la historieta como una herramienta de transformación social. En 1969 escribió una segunda versión de El Eternauta, esta vez con un tono abiertamente político, publicada en la revista Gente. En esta reinterpretación, el invasor ya no era una fuerza abstracta sino una metáfora directa de la opresión militar y extranjera.
Poco después, junto con sus hijas, Oesterheld se incorporó a la militancia en la organización peronista revolucionaria Montoneros. Su compromiso lo llevó a escribir biografías como la del Che Guevara en formato de cómic, algo inédito para la época, y a colaborar desde la clandestinidad en publicaciones militantes.
Con la llegada de la dictadura militar en 1976, el país entró en su etapa más oscura: el terrorismo de Estado. Oesterheld fue secuestrado el 27 de abril de 1977 por un grupo de tareas. Estuvo en varios centros clandestinos de detención y se sabe que continuó escribiendo durante su cautiverio. Nunca más se lo volvió a ver. Sus cuatro hijas también fueron secuestradas y desaparecidas. La historia de la familia Oesterheld es uno de los símbolos más trágicos de la represión en Argentina.
Hoy, Oesterheld es recordado no solo como un pionero del cómic sino como un ejemplo de coherencia ética e intelectual. Su vida representa el cruce entre arte y compromiso, entre imaginación y realidad. Su desaparición lo transformó en una figura mítica dentro de la cultura argentina y latinoamericana.
Por su lado, Solano López, nacido en 1928, fue uno de los dibujantes más importantes de Argentina. Su trazo firme y expresivo dio vida al universo opresivo y al mismo tiempo épico de El Eternauta. La colaboración con Oesterheld fue prolífica: Bull Rockett, Ernie Pike, Rul de la Luna, y muchas más.
Después del éxito de El Eternauta, trabajó en Europa para la editorial Fleetway y luego volvió a Argentina para continuar la saga con El Eternauta II en 1976, también junto a Oesterheld. Su carrera se extendió por más de cinco décadas, hasta su muerte en 2011, y dejó una huella indeleble en la historieta mundial.
Una adaptación para el siglo XXI: Netflix revive al Eternauta
La relevancia de El Eternauta no ha disminuido. Su adaptación a serie de televisión por parte de Netflix, actualmente en desarrollo, promete llevar la historia a una nueva generación global. Con producción argentina y ambientación en Buenos Aires, la serie busca mantener el espíritu crítico y político de la obra original, mientras incorpora elementos visuales contemporáneos que harán justicia a su dimensión apocalíptica.
Es interesante ver cómo esta adaptación maneja el equilibrio entre el espectáculo y el contenido crítico. En un mundo cada vez más vigilado, desigual y climáticamente amenazado, El Eternauta es una muy buena adaptación, hecha con cariño y una gran producción, que pretende ser relevante, pero como pasa con todo lo de Netflix, hará ruido unas semanas, y luego desaparecerá, y nadie hablará de ello. Sin embargo, la obra original perdurará a través de los años.
El Eternauta no es solo una obra maestra de la historieta: es una brújula moral, una advertencia política y una elegía a los desaparecidos.
El Eternauta es un manifiesto visual del siglo XX latinoamericano, cuya vigencia desafía el paso del tiempo. Leerla hoy, restaurada y con los ojos de las nuevas generaciones, es una forma de resistencia contra el olvido y una celebración de la potencia narrativa del cómic como arte mayor.