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Fran Nieto
Nos hallamos ante una lectura divertida y a la vez un recurso maravilloso que modela el comportamiento empático. La niña protagonista intenta repetidamente adivinar qué hacer cuando un amigo, un adulto o un familiar sufre una pérdida. De entrada vamos a plantear una pequeña (o gran) duda qu enos ha surgido leyendo el cuento. ¿Hablamos de “la protagonista” o de “el protagonista”?
El interrogante surge cuando uno atiende a la sinopsis y siempre se nos habla de una niña como eje central de la narración, pero nuestra sorpresa es mayúscula cuando en un momento dado acompaña a su amiga a investigar lo que necesitaba para superar el óbito de un familiar y se refieren a su salida como “vamos a averiguarlo juntos”. ¿Error en la traducción? ¿Ambigüedad en el personaje? Que cada cual, cuando haya leído la obra, saque su propia conclusión. Ya advertimos que por el aspecto físico del dibujo no vamos a obtener ni una sola pista…
Lo que aprendemos de sus experiencias es que cada persona tiene su propia manera de afrontar el duelo
Lo cierto es que la pobre no da una a derechas en su empeño de contentar con algún gesto a todos aquellos a los que tienen en estima: Ella quiere consolar a quienes la rodean tras la muerte de alguien. Le dibuja una tarjeta a su hermano cuando se le muere el cactus, pero él no quiere que le hagan un dibujo, sino que le cuenten un chiste. Le hace una broma a su amiga cuando se le muere su pececito, pero ella no quiere reirse a carcajadas, sino tan solo que le den un abrazo.
Acto seguido Intenta regalarle otro abrazo a la maestra cuando se muere el hámster de la clase, pero la maestra no desea esa muestra de cariño, porque no está tan afectada por el hecho en cuestión, pero le vendría bien que le ayudara a repartir la merienda. Y entonces llega un momento en el que ocurre algo igual o más trágico para lo que de entrada no va a atisbar ningún tipo de respuesta que anime a la afectada: cuando muere la abuela de su amiga, no sabe qué hacer por ella, pero juntas lo resuelven. Aquí mueren plantas, animales y personas, y en proporción del duelo cada uno necesita un remedio diferente para llegar a alcanzar cierta sensación de paz interior.
Muestra que hay más de una manera de ayudar a alguien que está pasando por un momento difícil, y que no importa si no sabes qué hacer y que no sepan qué necesitan
Lo que aprendemos de sus experiencias es que cada persona tiene su propia manera de afrontar el duelo. No podemos anticipar qué acción específica preferiría la persona que se encuentra pasando por ese penoso trance. Pero lo que llegamos a comprender es que lo más importante, cuando alguien está triste por una pérdida, es ser amigo, estar presente en esos momentos de tristeza y ser receptivo a sus respectivas necesidades de sanación. Esta valiosa lección, combinada con las ingeniosas ilustraciones de Hala Tahboub, lo convierte en una lectura imprescindible para quienes atienden a niños de preescolar y primaria.
Recomiendo encarecidamente este libro para todos aquellos centros escolares que dispongan de biblioteca (por desgracia no todos disponen de ese espacio tan necesario), y también a las bibliotecas públicas para que los niños comprendan mejor la muerte, el duelo y la pérdida, así como las emociones y las conductas de apoyo que podemos mostrar ante ese acontecimiento difícil. Su lectura es harto valiosa para mostrar que las personas experimentan el duelo de diferentes maneras (y a veces no lo hacen para nada como uno espera, como cuando el profesor no se enfada tanto por el hámster). Muestra que hay más de una manera de ayudar a alguien que está pasando por un momento difícil, y que no importa si no sabes qué hacer y que no sepan qué necesitan.
Si bien algunos pueden tener el gen de la empatía, el resto nos beneficiaremos enormemente de la exposición a esta joya de la psicología para el público infantil. Un recurso maravilloso para que los padres lean con los niños que están cerca de quienes han experimentado una pérdida.
Unos breves apuntes sobre el autor y sobre la ilustradora de la obra para finalizar: Antes de dedicarse a la escritura a tiempo completo, el escritor norteamericano Kyle Lukoff trabajó en cinco librerías, cuatro bibliotecas y tres escuelas, representando dos géneros, en una misma intersección: las personas y los libros. Sus libros para niños que le han valido reconocimientos como el Premio Newbery y el Stonewall. También ha sido finalista en el National Book Award. En cuanto a la ilustradora canadiense Hala Tahboub, comentar que comenzó su trayectoria creativa como arquitecta y diseñadora de interiores. Un día tuvo una idea para una historia sobre dos amigos y pensó que el medio de los libros ilustrados era el más adecuado para contar dicha historia. Fue la primera vez en su vida que escribió e ilustró un libro. Y le gustó tanto que ya no paró…