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La derrotaron los casi 10 millones de ciudadanos/as que, según las informaciones sobre la participación, dejaron de votar al Partido Demócrata, pasando de los 80 millones obtenidos por Biden en 2020 a los casi 71 ahora para Harris. Trump obtuvo los mismos 74 millones de 2020 (1).
Venció la antipolítica, cuna del fascismo.
Desde ese martes trumpista se han publicado numerosos comentarios con los problemas que sin duda han influido en los resultados, éstos esencialmente en forma de porcentajes. Y todo tiene evidente interés, aunque insuficiente. De tales cifras, integradas en la abstención de casi la mitad de la ciudadanía estadounidense, no puede concluirse sin embargo que haya sido una victoria “arrolladora” de Trump, aunque estas elecciones le hayan entregado un poder muy peligroso a partir de la abstención de casi la mitad de la ciudadanía.
Su dictadura hoy, en este siglo XXI, cuando ya en la Roma clásica establecieron la figura del “dictador”, pero para periodos más cortos y con posibilidad de revocarlos
Veamos primero un breve apunte de las razones de esa victoria trumpista a partir de los muchos análisis al respecto.
La disminución de la inflación y la creación de riqueza, pero con incremento de desigualdades; con el paro menguante pero con importantes zonas de desertización industrial; los primeros inmigrantes, latinos y otros, queriendo cerrar la puerta a los que viene detrás; la fragmentación del movimiento feminista; el coste de la vivienda, con su incidencia en los tiempos de trabajo y de transporte; la descontrolada globalización sin una eficaz y solidaria incidencia del sindicalismo global (Elon Musk y su imperio, TESLA, entre otros, es un buen ejemplo); el genocidio israelí en Palestina y Líbano, la invasión rusa de Ucrania, y la incapacidad para impedirlo…, los corporativismos en los más diversos ámbitos, la prioridad de los derechos individuales sobre los colectivos y la incomprensión de cómo éstos son la garantía de aquellos…
Ahora hemos de prepararnos para Elon Musk, además de con el chino Xi y el ruso Putin, acompañados por sus copias locales en Europa, en Argentina… Su dictadura hoy, en este siglo XXI, cuando ya en la Roma clásica establecieron la figura del “dictador”, pero para periodos más cortos y con posibilidad de revocarlos.
Todo ello se manifiesta proyectado a las claras dificultades para hacer frente a los problemas detectados por la inexistencia de formas de organización colectiva democrática de la ciudadanía, de organización política y social. Dificultades entre las que considero esencial la inexistencia del partido político, no como un club de fans de los líderes, ni como un panfleto para un supuesto mundo ideal, sino como instrumento de cohesión en torno a un proyecto de progreso y de la esencial relación del proyecto con los problemas del día a día, de comprensión, discusión, iniciativa para hacerles frente… Del partido como relación en ambos sentidos de las instituciones con la ciudadanía, función esencial de las organizaciones “políticas”, esencialmente de las progresistas.
Se trata en definitiva de conseguir que la ciudadanía se organice en fórmulas democráticas, activas, políticas y sociales. Y para ello el concepto y práctica del partido político tiene un particular significado, los de partido dirigente, de partido “de lucha y de gobierno”, del viejo (¿o no?) concepto de partido leninista-gramsciano como “intelectual colectivo”. Del partido con líderes, pero también, necesariamente, con organización enraizada en la sociedad, no sólo con adherentes y votantes, sino con activos dirigentes sociales. Algunas voces han empezado a alertar sobre este tema, pocas aún. Me impacta, sorprende, e indigna, que parezca que hoy deba recordarse esta función esencial, y parece que olvidada, de la política.
Porque el objetivo debería ser encontrar cómo incorporar en EEUU a casi la mitad de la ciudadanía a la actividad social colectiva, como mínimo a interesarla, a conseguir que entendiera su sentido. Y estamos hablando de cuestiones que no son solamente problemas de allí, también lo son de aquí.
Podría parecer que ya no estamos a tiempo, pero, en la medida que es un problema de ahora, del hoy, también del mañana, allí y también aquí, y que lo necesario acaba siendo posible, existe esperanza, pero con una condición: que se entienda y asuma que existe este problema y cuáles son las carencias esenciales del momento.
(1) Para acabar el análisis de estas elecciones hay que tener en cuenta que el escrutinio no ha terminado.
Mi valoración de los resultados responde a los datos de ayer, 10/11/2024 por la tarde, que cierran ya los votos electorales de cada candidato/a, y por ello la presidencia del país, aunque habrá aún un goteo de los últimos votos populares escrutados. Con una lenta evolución que de momento, en mi opinión, mantiene el valor cualitativo de mis consideraciones sobre la participación y confirma las correspondientes al sentido del voto y los problemas que apunta.
Con los datos definitivos tengo intención de retomar el tema, incorporando además alguna consideración sobre el censo total de habitantes, su relación con los potenciales votantes según sus normas, y de registrados para la votación, cuestiones de evidente interés para completar el análisis.