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James Fernández Cardozo
En un mundo cada vez más interconectado, las democracias actuales enfrentan un preocupante déficit de deliberación ética y racional, lo que ha fomentado escenarios de radicalización autocrática impulsados por el populismo político.
Según un informe reciente de la UNESCO (1), la mayoría de los ciudadanos en democracias occidentales han estado expuestos a desinformación en redes sociales. Pero la manipulación emocional, la polarización y la falta de espacios para el diálogo constructivo son síntomas de un problema más profundo: la incapacidad de las sociedades contemporáneas para sostener discusiones informadas y éticas. Es la adecuada deliberación el fundamento para que las democracias modernas puedan pervivir.
La erosión del debate público
La calidad del debate público ha disminuido notablemente en los últimos años debido a varios factores interconectados. Uno de los más preocupantes es la proliferación de desinformación y fake news, que inunda las redes sociales con contenido que manipula la opinión pública. Esta recurrente falsedad de la verdad nos vuelve desconfiados hacia el otro y hacia la sociedad misma. Y tiende a aislarnos y volvernos solitarios puesto que son los lazos de confianza los que aseguran la cooperación y la cohesión social.
Las tecnologías de big data, la analítica web, la inteligencia artificial y las redes sociales pueden ensañarse con los más vulnerables
Esto no solo nos confunde como ciudadanos, sino que también fomenta la polarización política y social. La mayoría de los s de redes sociales interactúan principalmente con contenido que refuerza sus creencias preexistentes, creando las llamadas cámaras de eco, donde la exposición a puntos de vista diversos es prácticamente inexistente.

Un ejemplo de estas cámaras se observa en la reciente serie de televisión británica, Adolescencia, en la que los adolescentes han sido objeto de manipulación recurrente durante varios años a partir de creencias sesgadas, en cámaras de eco, con prevalencia del machismo masculino, la misoginia y la frustración personal.
Otro factor singular es el papel de los algoritmos de las plataformas digitales, que priorizan contenido sensacionalista o polarizador para maximizar la interacción de los s, sacrificando la objetividad de la información. Esto viene distorsionando la percepción de la realidad y dificultando la construcción de consensos informados. El morbo judicial y la radicalización se han convertido en una práctica común de muchos medios de comunicación para competir por rating y audiencias.
Además, la manipulación emocional ha desplazado la argumentación racional en los debates públicos. Políticos de corte populista y campañas mediáticas explotan emociones como el miedo, la ira o la indignación para movilizar a las personas, dejando en un segundo plano los argumentos éticos y las deliberaciones fundamentadas. Son millones los episodios en redes sociales en que las personas terminan enemistadas por la radicalización política a que han sido expuestas por parte de plataformas y tecnologías digitales. Tengo la intuición que al leer esta línea estás pensando en un amigo víctima de la radicalización política o religiosa.
Finalmente, la falta de educación crítica agrava el problema. En muchas sociedades, las personas no cuentan con las habilidades necesarias para analizar información de manera objetiva, lo que las hace vulnerables a la manipulación. En las escuelas se privilegian los saberes cognitivos, pero no una educación para la resistencia digital frente a la manipulación y mucho menos para la gestión de las emociones.
Políticos de corte populista y campañas mediáticas explotan emociones como el miedo, la ira o la indignación para movilizar a las personas, dejando en un segundo plano los argumentos éticos y las deliberaciones fundamentadas
A todo lo anterior, se suma la desconfianza creciente en las instituciones y la ausencia de espacios para el diálogo respetuoso, que nos ha llevado a una dinámica donde la polarización y la superficialidad predominan sobre el diálogo constructivo.
Lecciones del pasado
A pesar de los desafíos actuales, la historia reciente ofrece ejemplos de cómo algunos países han enfrentado problemas similares con éxito. Uno de los casos más destacados es el de Finlandia, donde se implementó un programa nacional de alfabetización mediática en 2014. Este programa, integrado en el currículo escolar, enseña a los estudiantes a identificar noticias falsas, evaluar críticamente las fuentes de información y desarrollar habilidades de pensamiento crítico. Como resultado, Finlandia ocupa el primer lugar en el Índice de Resiliencia a la Desinformación de la Unión Europea, convirtiéndose en un modelo global. Esta es una estrategia que no necesita de grandes recursos o inversiones de política pública, sino simplemente de la voluntad de los legisladores y de la ciudadanía en aplicarla en sus propios países.
En la Unión Europea, el Código de Conducta contra la Desinformación ha demostrado ser una herramienta eficaz. Este marco regula el contenido en las plataformas digitales, obligando a las empresas tecnológicas a eliminar información falsa o maliciosa y a fomentar la transparencia en sus algoritmos. Aunque estas medidas han reducido significativamente el impacto de la desinformación en los países , todavía queda mucho por hacer, sobre todo en estos tiempos en que los autócratas pretenden decidir el destino del mundo y el de Europa
Otro ejemplo relevante es el caso de Sudáfrica, donde, tras el apartheid, se creó la Comisión de Verdad y Reconciliación, un espacio único de deliberación ética que permitió a víctimas y responsables dialogar de manera constructiva. Este proceso no solo impulsó la reconciliación nacional, sino que también subrayó la importancia de la deliberación ética en contextos de alta polarización. Este es el gran desafío que debería asumir Colombia frente a su prolongado conflicto interno, y será también una tarea crucial en los escenarios post-Gaza y post-Ucrania.
En la Unión Europea, el Código de Conducta contra la Desinformación ha demostrado ser una herramienta eficaz
Por otro lado, Canadá ha logrado fortalecer la cohesión social al promover la inclusión de voces diversas en el debate público, asegurando que todas las perspectivas sean representadas y escuchadas. Este enfoque inclusivo es el motor que alimenta las democracias y contrasta con el riesgo de debilitamiento democrático en Estados Unidos, donde la actual política trumpiana de exclusión de migrantes, ya sean legales o ilegales, amenaza con llevar a la democracia a un estado de inanición.
Estos ejemplos muestran que, no todo está perdido y todavía es posible reconstruir una deliberación democrática basada en principios éticos y racionales.
Reconstruir la deliberación ética
Para enfrentar los desafíos actuales, es fundamental adoptar medidas concretas y sostenibles que promuevan una deliberación ética y racional. Un primer paso esencial es regular las plataformas digitales. Los gobiernos deben exigir a las redes sociales que implementen mecanismos de verificación de hechos, eliminen contenido falso y sean transparentes en el funcionamiento de sus algoritmos.
Es un rol que también las organizaciones internacionales de Derechos Humanos siguen debiendo a la sociedad puesto que el derecho a la información veraz e imparcial es un derecho humano. Esto no pretende limitar la libertad de expresión, sino garantizar que el debate público se base en información veraz y confiable.
Canadá ha logrado fortalecer la cohesión social al promover la inclusión de voces diversas en el debate público, asegurando que todas las perspectivas sean representadas y escuchadas
Y si los pocos propietarios de grandes plataformas digitales como Facebook, Instagram o Twitter continúan siendo permisivos con la desinformación y los escenarios de manipulación emocional, debería pensarse en una intervención global para la extinción de la propiedad privada de estas herramientas que hoy deberían pertenecer a la humanidad y no a unos cuantos excéntricos millonarios, cuyos estándares éticos continuamente evidencian un desprecio por una sociedad global en convivencia.
Es urgente implementar programas de alfabetización mediática en los sistemas educativos. Estos programas deben enseñar a los estudiantes a identificar fuentes confiables, analizar críticamente la información y resistir la manipulación emocional. Este enfoque no solo empoderará a los estudiantes, sino que también reducirá su vulnerabilidad ante la desinformación.
La serie Adolescentes ejemplifica cómo las tecnologías de big data, la analítica web, la inteligencia artificial y las redes sociales pueden ensañarse con los más vulnerables. No obstante, resulta preocupante que cada episodio inicie con la advertencia "12" en amarillo, lo que indica que el contenido es considerado apto para niños a partir de esta edad. Esto plantea un serio problema, ya que las escenas iniciales de violencia no son apropiadas para espectadores tan jóvenes, ignorando por completo los posibles efectos negativos que este tipo de contenido puede tener en ellos.
La creación de espacios de diálogo público es otra estrategia esencial. Foros comunitarios y plataformas digitales inclusivas pueden facilitar la discusión respetuosa y pluralista de ideas, fomentando la tolerancia y el entendimiento mutuo. Las reuniones colectivas de ciudadanos no pueden convertirse en un circo romano de agresión mediática. Además, el desarrollo de códigos éticos para el debate público, que promuevan el respeto y la responsabilidad en la discusión de temas sociales y políticos, puede ayudar a reducir la polarización y mejorar la calidad del diálogo democrático.
Nos urge a todos fomentar la empatía y la escucha activa en la comunicación. Animar a las personas a considerar las perspectivas de los demás puede reducir las divisiones sociales y enriquecer el debate. Por ejemplo, el diálogo en Twitter -hoy X por los caprichos semánticos de Elon Musk-, no puede reducirse a pretender imponer a los demás mi punto de vista ni agredir al otro para ganar validación externa.
Reconstruir una deliberación ética no solo es una tarea urgente, sino también una oportunidad histórica única para revitalizar los principios fundamentales de la democracia.
James Fernández Cardozo | PhD Análisis del Discurso