
Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
James Fernández Cardozo
La hiperactividad se ha convertido en un fenómeno silencioso que, a menudo, pasa desapercibido en nuestra vida cotidiana. En un entorno donde la tecnología y la inmediatez dominan, es fácil perder la noción de cómo nuestras rutinas han cambiado. Lo que antes era considerado un comportamiento inquieto o una mera falta de atención, hoy se manifiesta en un estado constante de agitación mental y emocional que afecta a casi todos, sin importar la edad.
- Los efectos en la salud mental
- El hipercapitalismo
- La manipulación de las plataformas tecnológicas y tecnologías
- La necesidad de hacer algo al respecto por nuestras vidas
- Las lecciones de Aristóteles desde las virtudes
- Ejercicios prácticos para volver a la simplicidad con Aristóteles
A medida que nos sumergimos en un mar de estímulos digitales, desde notificaciones constantes hasta el ilimitado a información, se ha vuelto casi imperceptible la forma en que esta hiperconectividad impacta nuestra capacidad de concentración y bienestar. Muchos de nosotros nos encontramos atrapados en un ciclo de distracción, donde el deseo de gratificación instantánea nos aleja de nuestras responsabilidades y objetivos a largo plazo. Este fenómeno no solo afecta a los adultos, también se ha extendido a los niños y adolescentes, quienes se ven expuestos a un entorno saturado de estímulos que dificulta su desarrollo saludable.
Las dinámicas del hipercapitalismo y la manipulación tecnológica han contribuido a esta hiperactividad silenciosa, y por fortuna, podemos revertir esta tendencia con las enseñanzas de Aristóteles y la práctica de sus virtudes
La hiperactividad, en esta perspectiva, no se limita a un diagnóstico clínico; es un estado de ser que ha permeado nuestra cultura. En lugar de ser conscientes de este desafío, a menudo lo normalizamos, considerándolo parte de la vida moderna. Sin embargo, es urgente reconocer que este fenómeno tiene repercusiones significativas en nuestra salud mental, nuestras relaciones interpersonales y nuestra capacidad para disfrutar de momentos de paz y reflexión, para no tener que confesar, con el cantante, “me olvidé de vivir”.

Las dinámicas del hipercapitalismo y la manipulación tecnológica han contribuido a esta hiperactividad silenciosa, y por fortuna, podemos revertir esta tendencia con las enseñanzas de Aristóteles y la práctica de sus virtudes.
Los efectos en la salud mental
La hiperactividad, que se manifiesta como un aumento en la actividad física y mental, puede tener un impacto notorio en la salud mental de los individuos. En primer lugar, la hiperactividad está frecuentemente asociada con niveles elevados de ansiedad, que puede manifestarse como preocupaciones constantes, inquietud y una incapacidad para relajarse. La presión constante para mantenerse activo y productivo genera un estado de alerta permanente, lo que dificulta alcanzar la paz mental.
La hiperactividad afecta nuestra capacidad para dormir de manera significativa, porque genera un estado mental de alerta que dificulta la relajación necesaria para conciliar el sueño. A menudo, las personas hiperactivas tienen pensamientos intrusivos que les impiden "desconectar" al final del día. Esto puede resultar en insomnio, donde la incapacidad para dormir se convierte en un ciclo que alimenta aún más la ansiedad y el estrés. La falta de un sueño reparador no solo agrava los síntomas de hiperactividad, sino que también deteriora la salud mental y emocional, creando un ciclo difícil de romper.
La constante necesidad de estar en movimiento o de realizar múltiples tareas puede llevar a una desconexión emocional. Las personas pueden sentirse como "robots", actuando sin una conexión genuina con sus emociones o con los demás. Esta falta de conexión viene contribuyendo a sentimientos de soledad y depresión, que son hoy pandemias del alma.
Iniciar el año 2025 con estas prácticas no solo nos permite volver a la simplicidad, sino que también nos ayuda a integrar las virtudes aristotélicas en nuestra vida diaria
Además, la hiperactividad puede interferir en nuestra capacidad de concentración y atención haciéndonos experimentar dificultades para enfocarnos en tareas específicas debido a la sobrecarga de estímulos externos y pensamientos intrusivos. Esto no solo afecta nuestro rendimiento académico o laboral, también puede llevar a una disminución de la autoestima, ya que la incapacidad para completar tareas puede generar una creciente frustración.
El estrés resultante de la hiperactividad y la presión para cumplir con expectativas externas puede convertirse en un estrés crónico, asociado con múltiples problemas de salud mental, que incluyen trastornos del estado de ánimo y trastornos por estrés postraumático (TEPT). Y si la exposición a este estrés es prolongada, puede tener consecuencias devastadoras para el bienestar emocional y físico.
El hipercapitalismo
El hipercapitalismo es una forma extrema de capitalismo caracterizada por la maximización constante del consumo, la aceleración de la producción y la búsqueda incesante de beneficios. Este fenómeno no solo transforma nuestra economía, sino que viene impactando profundamente en nuestra vida cotidiana, contribuyendo exponencialmente al aumento de la hiperactividad en la sociedad.
En un ambiente de hipercapitalismo, los individuos son constantemente bombardeados por mensajes que promueven la gratificación instantánea y el consumo desmedido. Las empresas, impulsadas por la lógica del beneficio inmediato, utilizan estrategias de marketing agresivas que fomentan la necesidad de adquirir nuevos productos y servicios, a menudo sin considerar el bienestar del consumidor. Esto crea un ciclo de deseo insaciable, donde la satisfacción se vuelve efímera y la búsqueda de estímulos constantes se convierte en la norma. El hipercapitalismo nos convierte en ratas condenadas a correr en una rueda giratoria que no se detiene.
El estrés resultante de la hiperactividad y la presión para cumplir con expectativas externas puede convertirse en un estrés crónico, asociado con múltiples problemas de salud mental
En el estudio de Kasser, realizado por la Universidad de Harvard, se destaca cómo el hipercapitalismo afecta nuestra salud mental y emocional. Según el informe, "La cultura del consumo y su impacto en la salud mental", el consumo excesivo se asocia con altos niveles de ansiedad y depresión, además de contribuir a patrones de comportamiento compulsivo (Kasser, 2019). La presión por estar siempre en movimiento y obtener más, en lugar de disfrutar de lo que ya se tiene, nos está llevando sutilmente a una sensación de vacío y desconexión espiritual.
El resultado es una sociedad donde el bienestar se sacrifica en el altar del consumo y la productividad. La búsqueda de la felicidad se convierte en un ejercicio fugaz, alimentado por un sistema que valora el rendimiento y el consumo sobre la calidad de nuestras vidas. La reflexión y la tranquilidad quedan encerradas, mientras la hiperactividad se convierte en nuestro estado habitual.
La manipulación de las plataformas tecnológicas y tecnologías
En la era digital, las plataformas tecnológicas han transformado la forma en que interactuamos, trabajamos y nos entretenemos. Sin embargo, esta transformación ha venido acompañada de una manipulación sutil que alimenta la hiperactividad en los s. Las redes sociales, aplicaciones y otros servicios digitales están diseñados para captar y mantener nuestra atención, a menudo a expensas de nuestro bienestar mental.
El hipercapitalismo nos convierte en ratas condenadas a correr en una rueda giratoria que no se detiene
Las empresas tecnológicas utilizan algoritmos sofisticados y técnicas de diseño persuasivo para maximizar el tiempo que los s pasan en sus plataformas. Estas estrategias incluyen notificaciones constantes, contenido personalizado y recompensas instantáneas que crean una dependencia psicológica. Un estudio del Centro de Investigación Pew revela que aproximadamente el 60% de los adultos sienten que las redes sociales les hacen sentir ansiosos y estresados (Pew Research Center, 2021). La necesidad de estar constantemente conectados y actualizados se convierte en una presión que dificulta la desconexión y el descanso mental.
Además, la inmediatez de la información en línea contribuye a una sobrecarga cognitiva. La exposición continua a estímulos visuales y sonoros puede resultar abrumadora, creando un estado de alerta constante que impide la concentración y la reflexión. La investigación en neurociencia (Rosen et al., 2013) ha demostrado que este bombardeo de información afecta la capacidad del cerebro para procesar y retener información, lo que nos lleva a un ciclo de distracción y falta de enfoque.
Otro aspecto crítico de esta manipulación es la economía de la atención. Las plataformas tecnológicas se benefician económicamente del tiempo que pasamos en ellas, lo que las motiva a diseñar experiencias que fomenten la hiperactividad. Este enfoque prioriza el engagement -grado de compromiso y conexión que una persona tiene con una marca, producto, contenido o comunidad- sobre el bienestar, creando un entorno donde la búsqueda de gratificación instantánea se convierte en la norma. Un estudio de la Universidad de California en Irvine (Mark et al., 2016) encontró que las interrupciones frecuentes, como las notificaciones de aplicaciones, pueden reducir nuestra productividad en hasta un 40%.
En consecuencia, la manipulación digital no solo alimenta la hiperactividad, sino que también contribuye a un deterioro en nuestra salud mental. La pandemia de COVID-19 ha actuado como un catalizador que ha intensificado la hiperactividad y sus efectos negativos en la salud mental, y ha dejado una huella indeleble en nuestra sociedad. Además, el teletrabajo y la educación en línea han difuminado las fronteras entre el hogar y el trabajo, creando un entorno donde las distracciones son omnipresentes. La dificultad para desconectar de las responsabilidades laborales o escolares ha llevado a muchos a experimentar un estado de agotamiento mental. Un estudio de la Universidad de Stanford (Stanford University, 2020) encontró que el trabajo remoto ha incrementado las horas de trabajo en un 30%, lo que ha llevado a una sobrecarga cognitiva y emocional
La necesidad de hacer algo al respecto por nuestras vidas
A medida que nos acercamos al final de 2024, es evidente que el malestar mental y emocional ha alcanzado niveles preocupantes. Las crisis de salud mental, exacerbadas por la pandemia y el entorno de hipercapitalismo en el que vivimos, requieren una atención urgente y una acción decidida.
La creciente ansiedad, la falta de sueño y la desconexión emocional son señales de que necesitamos reevaluar nuestras prioridades y estilos de vida. La necesidad de hacer algo al respecto se vuelve imperativa no solo para nuestro bienestar personal, sino también para el bienestar de nuestras comunidades y futuras generaciones. Ignorar estos problemas no solo perpetúa el ciclo de malestar, sino que también puede llevar a consecuencias más graves, como el aumento de trastornos mentales y la disminución general de la calidad de vida.
La filosofía de Aristóteles nos ofrece un marco valioso en esta encrucijada. Sus enseñanzas sobre la virtud y el equilibrio son particularmente relevantes hoy en día
Es esencial adoptar un enfoque proactivo para abordar estos desafíos. Esto implica no solo buscar ayuda profesional cuando sea necesario, sino también implementar cambios en nuestras rutinas diarias. La práctica de la atención plena, el ejercicio regular y el establecimiento de límites claros en el uso de tecnología son pasos cruciales para restaurar el equilibrio en nuestras vidas. Al fomentar momentos de desconexión y reflexión, podemos comenzar a reducir la hiperactividad y sus efectos negativos.
Además, es fundamental que, como sociedad, promovamos una cultura que valore el bienestar mental tanto como el éxito económico. Esto puede incluir iniciativas en el lugar de trabajo que prioricen la salud mental, la educación sobre la gestión del estrés y el fomento de espacios comunitarios donde las personas puedan conectarse y apoyarse mutuamente.
La filosofía de Aristóteles nos ofrece un marco valioso en esta encrucijada. Sus enseñanzas sobre la virtud y el equilibrio son particularmente relevantes hoy en día. Adoptar virtudes como la templanza, la prudencia y la fortaleza puede ayudarnos a navegar por las complejidades de la vida moderna y a encontrar un camino hacia una existencia más plena y significativa.
Las lecciones de Aristóteles desde las virtudes
A pesar de haber pasado más de dos mil años desde su muerte, las enseñanzas de Aristóteles siguen siendo sorprendentemente relevantes en el contexto actual, especialmente en lo que respecta al bienestar mental y emocional. Su enfoque en las virtudes y la búsqueda del equilibrio ofrece un marco valioso para abordar los desafíos modernos, como la hiperactividad y el malestar mental.
Aristóteles propuso que la felicidad se alcanza a través de la práctica de virtudes, que son disposiciones del carácter que nos permiten actuar de manera ética y efectiva. Entre estas virtudes, varias son particularmente aplicables a nuestra lucha contra la hiperactividad y el estrés contemporáneo:
- Templanza: Esta virtud se centra en el autocontrol y la moderación. En un mundo que promueve la gratificación instantánea, practicar la templanza nos ayuda a regular nuestros deseos y a evitar la sobrecarga de estímulos. Al establecer límites en nuestro consumo de tecnología y en nuestras actividades diarias, podemos reducir la hiperactividad y mejorar nuestra salud mental.
- Prudencia (Phrónesis): La prudencia es la virtud que nos permite deliberar y tomar decisiones informadas. En un entorno lleno de distracciones, ser prudente implica evaluar nuestras acciones y priorizar actividades que contribuyan a nuestro bienestar a largo plazo. Esto nos ayuda a resistir la presión de la inmediatez y a enfocarnos en lo que realmente importa.
- Fortaleza: La fortaleza nos capacita para enfrentar dificultades y mantenernos firmes ante las tentaciones que fomentan la hiperactividad. Desarrollar esta virtud nos permite resistir la presión social que a menudo nos lleva a la sobrecarga de trabajo y estímulos. Con esta virtud aprendemos a decir “lo siento no puedo hacerlo”.
- Sabiduría: Aristóteles consideraba la sabiduría como esencial para la vida virtuosa, e implica cultivar un entendimiento profundo de nosotros mismos y de nuestras circunstancias. La sabiduría nos permite discernir cuándo es el momento de desacelerar, reflexionar y encontrar momentos de tranquilidad en medio del caos.
- Equilibrio: Aunque no es una virtud formalmente definida por Aristóteles, el concepto de equilibrio es fundamental en su filosofía. La búsqueda del término medio entre el exceso y la falta es crucial para contrarrestar la hiperactividad. Encontrar un equilibrio entre el trabajo y el descanso, así como entre el placer y la responsabilidad, es esencial para retomar la plenitud de nuestras vidas.
La vigencia de Aristóteles radica en su capacidad para ofrecer herramientas prácticas que podemos aplicar en nuestra vida diaria. Al integrar estas virtudes en nuestras rutinas, no solo podemos enfrentar los desafíos de la hiperactividad, y cultivar un sentido de propósito y satisfacción.
Ejercicios prácticos para volver a la simplicidad con Aristóteles
A medida que nos preparamos para el año 2025, es el momento ideal para adoptar prácticas que nos ayuden a volver a la simplicidad y a mejorar nuestro bienestar mental y emocional. Inspirados en las enseñanzas de Aristóteles, podemos implementar una serie de ejercicios prácticos que nos permitan cultivar virtudes y encontrar un equilibrio en nuestras vidas. Aquí hay algunas sugerencias para comenzar:
1. Diario de Reflexión. Dedica unos minutos cada día a reflexionar sobre tus acciones y emociones. Anota en un diario tus pensamientos sobre lo que has hecho, cómo te has sentido y las decisiones que has tomado. Este ejercicio te ayudará a desarrollar la virtud de la prudencia, permitiéndote evaluar y ajustar constantemente tu comportamiento de manera consciente.
2. Práctica de la Gratitud. Cada día, escribe tres cosas por las que estás agradecido. Esta práctica no solo fomenta una mentalidad positiva, sino que también te ayuda a apreciar lo que tienes en lugar de buscar constantemente más, que es lo que pide el consumismo moderno. La gratitud es una forma de cultivar la templanza y el equilibrio en nuestras vidas.
3. Desconexión Digital. Establece límites claros para el uso de tecnología. Designa un tiempo específico cada día para desconectar de dispositivos y redes sociales. Usa este tiempo para leer, meditar o simplemente disfrutar de la naturaleza. Este ejercicio te ayudará a combatir la hiperactividad y a encontrar momentos de tranquilidad.
4. Ejercicio Físico Regular. Incorpora la actividad física en tu rutina diaria. Ya sea caminando, corriendo o practicando yoga, el ejercicio no solo mejora tu salud física, sino que también contribuye a la salud mental. La fortaleza se desarrolla al comprometerse con una práctica regular que beneficia tu bienestar.
5. Mindfulness y Meditación. Dedica unos minutos cada día a la meditación o a ejercicios de atención plena. Estas prácticas te ayudarán a calmar la mente y a reducir la ansiedad. La sabiduría se cultiva lentamente al aprender a vivir en el presente y a aceptar las cosas tal como son.
6. Establecimiento de Prioridades. Haz una lista de tus prioridades personales y profesionales. Evalúa en qué áreas deseas enfocarte más y cuáles podrían estar consumiendo demasiado tiempo y energía. Este ejercicio te ayudará a ser más consciente de cómo distribuyes tu tiempo y a practicar el equilibrio en tus actividades.
7. Conexiones Sociales Significativas. Dedica tiempo a fortalecer las relaciones con amigos y familiares. Organiza encuentros, ya sea en persona o virtualmente, y enfócate en tener conversaciones significativas. La conexión emocional es fundamental para contrarrestar la soledad y el estrés.
8. Simplificación del Entorno. Revisa tu entorno físico y digital. Deshazte de objetos y archivos innecesarios que no aporten valor a tu vida. La simplificación del entorno puede ayudarte a reducir la sobrecarga mental y a crear un espacio más propicio para la reflexión y la paz interior.
Iniciar el año 2025 con estas prácticas no solo nos permite volver a la simplicidad, sino que también nos ayuda a integrar las virtudes aristotélicas en nuestra vida diaria. La clave está en la constancia y la disposición a reflexionar sobre nuestras acciones y elecciones, permitiendo que las enseñanzas de Aristóteles nos guíen hacia una vida más plena y significativa.