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“Si hay un idiota en el poder es porque,
quienes lo eligieron se sienten bien representados”.
Mahatma Gandhi
El axioma “Bonum est diffusivum sui’, cuya traducción es “el bien es por su naturaleza difusivo”, se le atribuye al Pseudo-Dionisio Areopagita, teólogo cristiano y filósofo neoplatónico de finales del siglo V y principios del VI, pero muy trabajado y explicado por Tomás de Aquino; hoy, con cierto conocimiento de la historia y la maldad de algunos líderes internacionales me atrevo a enmendarle este aserto al Areopagita, incluso al Aquinatense, con esta otra expresión paralela: “Malum est diffusivum sui”; su traducción es evidente: “el mal es por su naturaleza difusivo”. Y desde esta retórica introducción, sin ambages y con manifiesta intención, hago referencia a Donald Trump, a Putin, a Netanyahu…, a sus personas y a sus actuaciones y programas políticos.
No podemos anticipar el futuro, pero sí podemos trabajar por escenarios mejores, con la certeza de que el ser humano se comportará con madurez colectiva cuando disponga de la información veraz necesaria
De antiguo, pero con clarividente expresión desde para salvar el mundo y que sus mentiras sean aceptadas.
Entramos en una época en la que la verdad como valor de conducta de la sociedad en general y de los partidos políticos, en particular, ha ido decayendo; padecemos sus consecuencias más visibles: la degradación de la confianza en los políticos e instituciones y el colapso del necesario valor e interés por la democracia.
Uno de los obstáculos no menor que tiene el camino hacia la libertad, la tolerancia y la democracia es el hecho de que, como en otros países gobernados por las derechas, Donald Trump haya podido alcanzar de nuevo la presidencia de los EEUU. Quienes analizan la gestión de los políticos sin pasión y con sensata objetividad, tal como actuó en su pasada presidencia y como ha comenzado la actual, Donald Trump pasará a la historia de la infamia democrática, pues sus palabras definen a un mentiroso y su conducta delata a un impostor. Este es un problema que importa, no sólo para los propios EEUU y sus ciudadanos, sino para todo el orden mundial; especialmente para Europa que, a pesar de la frialdad y escasa crítica de sus líderes, ante las desnortadas actuaciones que está llevando a cabo Trump y sus entornos, se debe constituir en un bloque de resistencia contra el posible deterioro del orden mundial y la merma de democracia. Analizadas las elecciones en los EEUU y vistas sus consecuencias, la solución hubiera estado en una correcta información sobre el personaje elegido y una acertada elección en el voto. Describir la realidad no es lo mismo que saber explicarla; podemos estar rodeados de datos verdaderos y, sin embargo, no comprender los fenómenos de los que proceden ni sus consecuencias. Los ciudadanos nos hemos acostumbrado a considerar que la ignorancia consiste en no tener información. Pero la realidad, en su vertiginosa transformación, nos enfrenta a otras formas de ignorar. La ignorancia no consiste en no tener información sino en no saber interpretarla conforme a la verdad. Es posible no saber porque se carece de información, pero también es posible no saber teniendo información, pero ignorando qué hacer con ella, cuál es su significado, cuál su relevancia o cuál es su pertinencia en un contexto determinado.
La sensatez, la ética, el humanismo, en último término, la democracia, tal como la hemos conocido, puede darse por aparcada, al menos mientras Trump presida EEUU
En su obra, La era de los líderes autoritarios, Gideon Rachman, uno de los analistas más certeros para comprender la historia del tiempo presente, nos ofrece un clarividente análisis global del nuevo nacionalismo y un audaz paradigma para comprender nuestro mundo actual. Describe que estamos en una nueva era política, en la que el culto a la personalidad amenaza la democracia en el mundo y, según él, es importante tener claro que cuando se camina en la dirección incorrecta, el progreso consiste en caminar hacia atrás. Obligado, ética y socialmente motivado, como cientos de analistas lo están haciendo, a no silenciar la vergüenza inhumana que me produce el personaje, el análisis de la personalidad de Donald Trump, incapacitado por su patológica soberbia para comprender lo que está llevando a cabo, constituye un claro ejemplo de una tendencia política creciente en Occidente de cómo el culto a la personalidad de los llamados hombres fuertes o líderes autoritarios amenaza la democracia en el mundo; el triunfo de Trump y Musk es una manifestación obscena de cómo grandes propietarios y gestores millonarios de inmensos monopolios, están accediendo directamente al poder político y desde él están gestionando, sin necesidad de partidos ni de Consejos de Ministros, la economía y la política, es decir, el poder, para sus intereses personales. Al conocer los nombramientos que está haciendo Trump se puede constatar que no pocos de ellos han recaído en millonarios que pertenecen a los mismos sectores económicos de los que se tienen que hacer cargo políticamente. Musk es el principal ejemplo.
En el Antiguo Testamento los profetas no vaticinaban lo que iba a suceder, sino que denunciaban lo que ya estaba sucediendo: los abusos y las injusticias contra las que solo ellos se atrevían a levantar la voz. Según la mitología griega, Casandra, hija de los reyes de Troya, Hécuba y Príamo, fue sacerdotisa de Apolo, con quien, a cambio de un encuentro carnal, pactó la concesión del don de la adivinación; más, cuando ella no le correspondió, Apolo la maldijo haciendo que su don profético se convirtiera en una fuente continua de frustración: seguiría teniendo ese don, pero nadie creería jamás en sus predicciones. la Inteligencia Artificial en nuestra concepción del futuro, sin caer en la ficción, ¿es posible abordar cómo predecir o visualizar el futuro con Trump sin tener la seguridad de que retornaremos al pasado?
En el breve tiempo que lleva como presidente número 47 ha firmado un número récord de órdenes ejecutivas, muchas de las cuales suscitan una enorme preocupación al poner en riesgo derechos que hasta ahora considerábamos logros sociales establecidos
Desde el 20 de enero, fecha en la que Donald Trump es el nuevo presidente estadounidense, el ingente número de órdenes ejecutivas y declaraciones estentóreas, enloquecidas, desquiciadas, inhumanas, absurdas, frívolas e ilegales que firma y ejecuta cada día no defraudan el axioma al que he hecho referencia al inicio: “La persona y la política de Trump son malas y por su naturaleza y por quienes le rodean a poyan, difusivas”. A Donald Trump le encanta firmar órdenes ejecutivas, pues son una clara exhibición de su poder. El primer decreto que Trump firmó ha sido para derogar 78 órdenes ejecutivas dictadas por Biden, entre ellas casi una veintena de su último mes en la Casa Blanca. En apenas unas semanas de su corta gestión presidencial, con su desquiciado, mezquino y patológico protagonismo ha conseguido difundir e inundar de maldad la política mundial; ha iniciado una inhumana persecución racista de inmigrantes, pretende deportar y abandonar a su suerte a millones de personas en todo el mundo, ha establecido, impulsado por el también ensoberbecido y desquiciado Elon Musk, el hombre más rico del planeta que se plantea cómo echar el cerrojo a lo que ha descrito como “un nido de víboras marxistas”. La importancia política que Trump ha dado a Elon Musk la recoge gráficamente la revista Time que, en su último número, en la que sale en portada tras el escritorio del Despacho Oval de la Casa Blanca, como si fuera el auténtico presidente de Estados Unidos. Sin llegar a tanto, Musk ha aparecido el martes pasado junto a Donald Trump para la aprobación de un decreto que ponga en marcha despidos “a gran escala” en la istración, dejando a su voluntad y capricho a “millones de trabajadores del gobierno”; es un oligarca tecnológico al frente del Gobierno para diezmar el gasto mediante el desmantelamiento y la paralización de la ayuda exterior de la USAID (la Agencia Federal Estadounidense de Cooperación). El abrupto desmantelamiento de esta agencia, pone en mayor riesgo los derechos humanos de millones de personas en todo el mundo ya que, hasta ahora, proporcionaba la financiación y gestionaba los esfuerzos para la ayuda humanitaria y el apoyo a quienes buscan seguridad, para que los gobiernos proporcionasen educación básica, servicios de salud, saneamiento y mucho más. De sus programas dependen millones de personas para sobrevivir o mejorar su calidad de vida. Una agencia que operaba hasta ahora en más de 130 países la ha reducido al mínimo, pasando de ser una fuerza laboral de más de 10.000 personas a contar con menos de 300 funcionarios. Con la soberbia ególatra que le caracteriza, se sabe poderoso, este filonazi ha anunciado a bombo y platillo que utilizará cuanto le venga en gana y convenga a sus egoístas intereses y caprichos.
Como escribió el poeta y crítico literario británico-estadounidense T. S. Eliot “Vivimos en tiempos en los que la mediocridad o el vacío encuentran su espacio en todas partes, llenos de hombres huecos con las cabezas llenas de paja”. Con estas ambiciosas y grandilocuentes palabras iniciaba Trump su mandato: “La era dorada de Estados Unidos comienza ahora mismo”, prometiendo a los estadounidenses que “EL” devolverá la fe, la riqueza y la libertad no solo a EEUU sino al mundo entero, valores que, según proclama él, se han perdido durante la legislatura de Joe Biden. En el breve tiempo que lleva como presidente número 47 ha firmado un número récord de órdenes ejecutivas, muchas de las cuales suscitan una enorme preocupación al poner en riesgo derechos que hasta ahora considerábamos logros sociales establecidos. Una ola de más de un centenar de decisiones políticas centradas en su cruzada anti migratoria, sobre todo, en la destrucción de gran parte del legado de Joe Biden. Enumero algunas:
- Aplicación de la pena de muerte, siempre que sea posible
- Retirada de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
- Retirada del Acuerdo de París sobre el cambio climático
- Control de los principales canales que se utilizan en internet.
- Chantaje arancelario y la sumisión de las grandes tecnológicas.
- Restaurar la “verdad biológica” por la que se establece que solo se van a reconocer el género masculino y femenino, borrando el resto de identidades.
- Acabar con el uso político del gobierno federal.
- Reajuste del programa de isiones de personas refugiadas suspendiendo el programa de isión de personas refugiadas e iniciando la expulsión de millones de inmigrantes.
- Proteger el significado y el valor de la ciudadanía estadounidense, o el fin de la nacionalidad por nacimiento, es decir, retirar la nacionalidad a las personas nacidas en EEUU cuyos progenitores no tengan permiso para residir en el país.
- Prohibir que las niñas y mujeres transgénero compitan en equipos deportivos.
- Reinstauración de ley mordaza global.
- Retirada del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
- Sanciones contra la Corte Penal Internacional (la I). Dichas sanciones impuestas darán alas a los perpetradores de violaciones de derechos humanos, presentes y futuros, como a Putin o a Netanyahu
Y lo que parecía impensable, puede terminar materializándose, con la connivencia del corrupto y genocida criminal de guerra una Franja que Trump imagina llena de hoteles y casinos de lujo levantados sobre las cenizas de un pueblo devastado por Israel y convertir la patria palestina en la “Riviera de Oriente Próximo”. Tales pretensiones harían retroceder el mundo al colonialismo imperialista del siglo XIX, cuando los poderosos decidían el destino de los pueblos repartiéndose territorios y vidas.
Y las preguntas que nos podemos hacer son obvias: ¿En qué manos estamos con Trump como presidente de EEUU?; ¿podemos tomarle en serio?; desde la inteligencia ética y política ¿cómo es posible que esto haya podido suceder?; ¿con qué derecho puede Trump decidir sobre qué hacer con Gaza? Desde las elecciones presidenciales y con tan solo las dos semanas que lleva en el ejercicio del poder, el cúmulo de despropósitos que a vista de todos está firmando, no para de crecer. La grafología de su firma demuestra la patología que le caracteriza: supremacista, homófobo, racista, vengativo, rencoroso, prepotente, xenófobo, narcisista, bravucón, mentiroso, incoherente, rompedor de toda lógica… De personaje patológico le definieron el doctor en psiquiatría Charles M. Blow, apoyada por 35 psiquiatras norteamericanos, expresados en estos términos: “El discurso y las acciones del señor Trump demuestran una incapacidad para tolerar opiniones diferentes de las suyas, lo que le lleva a reacciones de cólera y rabia. Sus palabras y conducta sugieren una profunda incapacidad para sentir empatía. Los individuos con estos rasgos distorsionan la realidad para adaptarla a su estado psicológico, atacando los hechos y a quienes los transmiten (periodistas, científicos…). En un líder con mucho poder es probable que estos ataques aumenten, ya que su mito personal de grandeza parece que se confirma. Creemos que la grave inestabilidad emocional indicada por el discurso y las acciones del señor Trump lo hacen incapaz de servir con seguridad como presidente”.
Los sesgos cognitivos son patrones de pensamiento automáticos y sistemáticos que pueden influir en nuestras percepciones, interpretaciones y decisiones. Uno de los sesgos cognitivos más comunes es el sesgo o argumento de la pendiente resbaladiza, argumento por el que una acción aparentemente irreprochable por sí misma desencadena una secuencia de eventos que llevan al final a resultados indeseables. Ignoro si nos encontramos en la actualidad en esta pendiente resbaladiza, pero lo que sí estamos contemplando con cierto asombro y no poca pasividad que Trump y su equipo cabalgan sobre el odio y la ambición desmedida y con ellos la distopía comienza a tomar forma. Sin ser adivino del futuro como “Casandra”, Donald Trump pasará a la historia de la infamia democrática. Y ante este posible desastre futuro, ¿qué está haciendo y diciendo la Unión Europea? Algo que no se puede permitir sin perder la dignidad y responsabilidad: el silencio y la puesta de perfil ante las posibles represalias comerciales del loco Trump, sin discutir y debatir con la contundencia que merece tal situación. Al menos apoyar una respuesta que ya dijo el presidente Sánchez y otros mandatarios europeos: que la solución de Gaza es la de los dos Estados; es la única que es justa como así está reconocida por Naciones Unidas.
Pero lo que nos preocupa a muchos ciudadanos de Europa no es que Trump quiera influir y dirigir el mundo, cuyo fracaso deseamos y tiene garantizado, sino que nuestros políticos europeos se parezcan cada vez más a él. Las democracias europeas están padeciendo y afrontando parecidos problemas y dificultades que estamos viendo en EEUU y, más importante aún, la creciente desafección por la Unión Europea que muchos ciudadanos de todos los países europeos están manteniendo al apostar más por sus identidades nacionales que por su ciudadanía europea. Es necesario recuperar la misión y el sentido que tuvieron sus fundadores, hoy en recesión. La Unión Europea recobrará su credibilidad y legitimidad si se afirma como una Europa de cooperación y no de competencia, fortaleciendo la diversidad de sus lenguas y culturas; una Europa abierta a la solidaridad no sólo entre los Estados miembro sino con acuerdos de cooperación con otros países que compartan objetivos comunes; una Unión Europea inclusiva y no excluyente: ecológica, defensora de las libertades y de la igualdad, luchadora contra la xenofobia y los estridentes nacionalismos y populismos, creadora de un marco jurídico común que promueva el desarrollo entre los Estados y de una economía social y solidaria. Una Unión Europea, en último término, más democrática. Y todo esto, trasladado íntegramente a España, en la que estamos padeciendo una crisis de merma democrática.
En el libro “El arte y la ciencia de la predicción” sus autores, Philip E. Tetlook y Dan Gardner analizan cómo ciertos individuos, a los que denominan “super pronosticadores”, pueden hacer predicciones sobre eventos futuros con una precisión notablemente superior a la de los modelos estadísticos tradicionales. Argumentan que este talento no es innato, sino que destacan por su capacidad para descomponer preguntas complejas, investigar a fondo, considerar diversas perspectivas y actualizar sus juicios a medida que obtienen nueva información, pues poder pronosticar sobre eventos futuros depende más de cómo se piensa, cómo se recopila la información y cómo se actualizan las creencias previas; habilidades que cualquier persona inteligente, reflexiva y suficientemente decidida puede aprender; pero consideran importante, fundamental, que una vez realizada la predicción, se revise y se ajuste a medida que se dispone de nueva información. La mayoría de los errores históricos en la toma de decisiones se deben a lo que Nassim Nicholas Taleb que ha dedicado su vida a estudiar los problemas de la suerte, la incertidumbre, la probabilidad y el conocimiento denomina la arrogancia epistémica, que consiste en sobreestimar lo que sabemos e infravalorar la incertidumbre. Un poco de realismo nos debería llevar a reconocer que el ser humano no es asombroso por lo que hace, sino por lo que es.
En definitiva, no podemos anticipar el futuro, pero sí podemos trabajar por escenarios mejores, con la certeza de que el ser humano se comportará con madurez colectiva cuando disponga de la información veraz necesaria, que desenmascare la permanente capacidad de Trump de utilizar la mentira. Como decía Fiódor Dostoyevski en “Los hermanos Karamazov”, “Quien miente y escucha sus propias mentiras, llega a no distinguir ninguna verdad, ni él ni quienes le rodean”. Según una investigación realizada por un equipo de The Washington Post en 2021, Donald Trump a lo largo de su mandato presidencial anterior dijo 30.573 mentiras. No son pocas, pero va camino de superarse en el actual. Refiriéndose a la política de Hitler decía Churchill que “hay ideologías con las que no se puede negociar, a las que sólo se puede vencer”. Pero no podemos olvidar que, aunque no podemos como Casandra predecir el futuro, lo que sí podemos y debemos es no permitir que Trump y todos aquellos que comparten y apoyan su torpe forma de pensar y gobernar nos retornen al pasado.
Hay que desconfiar de quien quiere poner límites al tiempo. Si Trump ha puesto patas arriba el gobierno de EEUU, no podemos, no debemos permitir que ponga patas arriba al resto del mundo, incluida Europa. Y acabo con una frase que en mi niñez escuché que se decía entre los soldados que por las noches vigilaban el cuartel desde las almenas: “Centinela, ¡alerta! Alerta está”. Y alerta debemos estar quienes buscamos y queremos una democracia de progreso social para todos, contra aquellos que añoran volver a pasados que no debemos retornar ni transitar.