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Aleix Sales | @Aleix_Sales
A la tendencia de muchas películas recientes de tratar la muerte, cada una desde modelos y nacionalidades distintas, cabe sumar ahora esta aportación tailandesa, enmarcada dentro de un cine de clara vocación popular que, a su vez, no se conforma con la simpleza más anodina en su ejecución.
Concebida desde los cuidados a los ancianos durante la pandemia de la pandemia de la COVID-19, que cumple estos días ya 5 años, la ópera prima de Pat Boonnitipat cuenta una historia de lazos intergeneracionales mediante la asistencia de un nieto despreocupado a su abuela enferma terminal, quien posee una jugoso patrimonio, con el fin de ser el elegido para recibirlo en herencia.
Partiendo de una pequeña picaresca, rápidamente Cómo hacerse millonario antes de que muera la abuela toma la vía de una ternura deliberadamente lacrimógena, acentuada por los usos explícitos de la música que, sin embargo, acaba controlando su onda expansiva gracias a unos intérpretes que moderan y modulan los sentimientos sin atosigar al espectador -particularmente Usha Seamkhhum-, suponiendo esto una de las claves de su éxito, junto a la evidente universalidad de su tema, con la que resulta muy fácil conectar.
Precisamente, al asequible nexo con el film contribuye la conjugación del reposado tempo asiático con los códigos cinematográficos occidentales, confeccionando una obra tranquila en su desarrollo pero con los suficientes golpes de efecto para no ensimismarse. Boonnitipat filma con cercanía, aunque con una cierta falta de personalidad, poniendo siempre por delante la trama y la evolución de los personajes, teniendo claro que lo primordial es hacer llegar el mensaje. Sin ser particularmente original y carente de sutileza en más de una ocasión, Cómo hacerse millonario antes de que muera la abuela tiene definido su objetivo y su voluntad narrativa, deviniendo una amable y sincera propuesta con la que poner en valor aspectos desdeñados por una sociedad hiperproductiva y capitalista, como son el tiempo y el compromiso que dedicamos a los demás con el único fin de enriquecernos interiormente, dejando atrás cualquier beneficio material. Poniendo de manifiesto que llevarlo a cabo es factible aunque sea en los últimos días de vida, ya sea en Tailandia como en Occidente.
