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La televisión, a través especialmente de las tertulias, ha corrompido el diálogo político hasta un límite insoportable al punto de contaminar el propio comportamiento de los actores políticos y también de la sociedad española. La política en las televisiones se ha convertido en un espectáculo, cual si fuera un partido de fútbol de gran rivalidad como los del Barça- Real Madrid.
Lo más novedoso en los últimos años es una sobrerrepresentación de la política en las parrillas televisivas. Especialmente con la proliferación de las tertulias por la mañana, mediodía, tarde, noche y madrugada, porque cubren muchas horas de audiencia a bajo coste. La mayoría de ellas se basan en comentar y discutir sobre temas de actualidad política por parte de una cantera de “tertulianos”, que tienden a la bronca, los debates sin fundamento y la confrontación directa sin miramiento alguno. No se escuchan, se interrumpen continuamente. Lo importante para que suba la audiencia es la gresca.
Proporcionar una información veraz, un análisis sosegado y crítico de la realidad política no interesa. Quienes eligen está última opción, desparecen de las tertulias.
A esta nueva clase de los “tertulianos”, podemos llamarlos “todólogos”. Saben de todo. Les da igual: de economía, política, historia, justicia, constitucionalismo, educación, de aranceles, fútbol, del sexo de los ángeles… Durante la pandemia epidemiólogos a tutiplén. No hay tema que se les resista. ¡Qué gozada vivir en esta España nuestra con tanta materia gris desparramada a raudales por doquier! Es realmente prodigioso. Suelen ser unos pocos y casi siempre los mismos. Por ello, sabemos de entrada cuál es el mensaje que van a transmitir y por qué opción política se van a inclinar. Precisamente, por eso los contratan las grandes cadenas de televisión. La información es poder.
Quiero hacer un breve inciso sobre los tertulianos. No son todos iguales. Unos, demuestran día tras día su falta de respeto a quienes piensan diferente, con interrupciones constantes e incluso con lenguaje mordaz. Entre estos: Eduardo Inda, Isabel San Sebastián o María Claver… Otros, son respetuosos, argumentan y exponen sus opiniones sin estridencias o, por lo menos tratan de hacerlo, ya que les interrumpen constantemente. Entre ellos: Jesús Maraña, Carlos Cué o Lucía Méndez. También creo existe una gran diferencia entre las tertulias de las televisiones privadas dirigidas por Susana Griso, Ana Rosa Quintana y Ana Terradillos, con las tertulias de la TVE, dirigidas por Silvia Intxaurrondo o Xavier Fortes. El pluralismo es mucho mayor en estas últimas que en las primeras.
Tras una década de hiperpolitización necesitamos que la política vuelva a su cauce normal, y en cierta medida la ciudadanía se despreocupe de ella
Con las matizaciones expresadas, lo dramático es que estas tertulias están corrompiendo el diálogo en la sociedad. Al buscar la tensión política permanente para captar la atención del público, esa tensión la trasladan a la ciudadanía. Por ello, ya no es posible llevar una conversación sosegada en la barra de un bar o en una sobremesa entre amigos o familiares. Se ha expandido un discurso agónico. No hay término medio. O conmigo o contra mí. Ya no hay un nosotros. Sería conveniente una reducción de la información política en la televisión, y ciertas dosis de despolitización, ya que no podemos estar en una tensión política permanente. En democracia la politización es una opción válida pero no obligada. Tras una década de hiperpolitización necesitamos que la política vuelva a su cauce normal, y en cierta medida la ciudadanía se despreocupe de ella. Para ello, están los políticos. No obstante, mucho me temo que no se producirá cambio alguno en las tertulias televisivas. Por ende, la conversación social no recuperará un tono adecuado para el buen funcionamiento de nuestra democracia.
Los que ya superamos con creces los 60, añoramos aquel programa titulado “La Clave”, dirigido y presentado pos José Luis Balbín, que se mantuvo 10 años, terminando en 1985, retirado de antena (en tiempos de Felipe González) precisamente por resultar incómodo. Se debatía sin problemas sobre diferentes temas, participando gente muy preparada y de diferentes ideologías. Iban expertos. A ser escuchados y también a escuchar: Lo hacían sin gritos, sin sobreactuaciones, sin interrupciones. No, no es que fueran debates de guante blanco aquellos: había discrepancias, sí, pero siempre con la educación y las ideas por delante. Iban expertos. Un ejemplo del carácter abierto de este programa. En relación al conflicto que supuso la Guerra Civil, hubo siete debates históricos. Cronológicamente estos fueron los programas: 1. Extranjeros en la Guerra Civil (1979). 2. Muerte de García Lorca (1980). 3. José Antonio (1981). 4. Vivir en postguerra (1982). 5. El Valle de los Caídos (1983). 6. La revolución de Asturias (1984). 7. Francisco Franco (1985). Desde 1979, La clave emitió anualmente uno o varios programas dedicados a la guerra y al franquismo. Hoy, dudo, que haya una televisión pública o privada capaz de debatir sobre estos temas. El retroceso es incuestionable.
Uno de los problemas más graves de nuestra democracia, es la crispación, de la que en gran parte son responsables los medios
Por lo expuesto me parece claro que uno de los problemas más graves de nuestra democracia, es la crispación, de la que en gran parte son responsables los medios. Expertos periodistas se expresan en la misma línea. Fernando González Urbaneja ha escrito un artículo Cómplices de una polarización destructiva publicado en la revista Cuadernos de Periodista, nº 43, diciembre 2021, dedicada específicamente al tema de la polarización, ya que lleva el título Sociedad dividida: polarización y crispación en los medios. Nos dice “La polarización implica una distorsión que va contra el consenso y el entendimiento, contra una convivencia civilizada y plural, incluso contra la compasión. La polarización implica la demonización de los que no piensan igual, a los que se atribuyen todas las miserias imaginables. Se llama discurso del odio porque ese el sentimiento que domina la polarización, rechazo y odio a lo que no se alinea y somete a las propias creencias. Los polarizados se sienten en posesión de la verdad, como única verdad o verdadera verdad. Los polarizados abrazan las realidades alternativas, que llevan a estimar como verdad lo que desean que ocurra…, aunque no haya ocurrido ni vaya a ocurrir. Los datos no cuentan, las opiniones imponen verdades de obligado precepto”. A su vez Pau Marí-Klose, sociólogo, profesor de universidad y exdiputado socialista, ha escrito un artículo de título muy explícito “Son los medios, ¡estúpido!, denunciando que los “manifiestos para pedir políticos más responsables, competentes y comprometidos con el interés general continuarán siendo papel mojado mientras no dirijan también el foco hacia quienes ponen las cámaras, montan el escenario y lo iluminan, e invitan a los políticos a los juegos que les proponen”.
He hablado de la crispación fomentada en la televisión, ahora hablaré sobre la desinformación. En las televisiones privadas están sometidas a un grave problema. Lo explico. La libre circulación de ideas y opiniones se ve amenazada por los grandes medios de comunicación cada vez más concentrados y vinculados con los poderes financieros y empresariales, que, al alcanzar tanto poder, pueden contrariar o delimitar la soberanía expresada por la sociedad en las urnas y poner en peligro la democracia, de ahí que el profesor Luigi Ferrajoli, les denomine poderes salvajes. Las empresas de comunicación son poderes de hecho, influyentes sobre los asuntos públicos y con agendas que no responden necesariamente a los intereses de la sociedad. Están al servicio de los intereses de la propiedad de los medios. Y aquel "periodista" que no asuma y actúe a favor de los intereses del dueño del medio, tendrá que dedicarse a otra cosa. Lo explica muy bien está cita de Rafael Correa "Desde que se inventó la imprenta, la 'libertad de prensa' es la voluntad del dueño de la imprenta". Paradigma de una televisión privada al servicio de determinados intereses empresariales, es el telediario de Antena3, a las 9 de la noche, presentado por Vicente Vallés. Es el ejemplo más contundente de manipulación informativa. Jamás he visto un hecho positivo del gobierno de Sánchez. Es alucinante. Pero, esta actuación tiene una explicación muy sencilla. La Universidad Internacional de Valencia propiedad del Grupo Planeta distinguió a Vicente Vallés con el título de doctor honoris causa. La universidad privada perteneciente a Planeta Formación y Universidades reconoce al presentador de Antena 3 -cadena del mismo grupo- por “su criterio, rigor e independencia informativa”. Vicente Vallés tuvo como padrino a Francisco Marhuenda, director de 'La Razón'.
Pero la desinformación no es exclusiva de la televisión privada, también se produce en la pública. Sobre la televisión pública me han parecido muy interesantes los datos descritos por Joan Julibert, periodista y profesor de la Universidad de Barcelona, donde imparte la asignatura Análisis de los discursos de los medios de comunicación en el grado de Comunicación e Industrias Culturales de la Facultad de Filología. Tales datos aparecen en libro "El poder de la mentira" febrero de 2025, y en su capítulo El periodismo es el arte de crear realidades, págs. 42-43. Así nos lo cuenta.
Un buen ejemplo de una de las técnicas, bastante torpe por cierto, usada para diseñar un relato favorable a las exigencias de un poder político determinado lo pusieron de manifiesto los profesionales de Radio Televisión Española a través de un hashtag en X -antes Twitter- a finales de abril del 2018: *ASÍSEMANIPULA*. En abril de 2018 todavía gobernaba Rajoy. La moción de censura que lo apartó del poder Pedro Sánchez se celebró entre los días 31 de mayo y 1 de junio del 2018. La iniciativa de esta campaña *ASÍ SE MANIPULA* surgió de varias periodistas hartas de lo que consideraban una injerencia excesiva de los jefes de redacción del ente público en el contenido y en la forma de las informaciones emitidas.
Veamos, nos dice Julibert, unos cuantos casos de estas denuncias englobadas bajo el mencionado hashtag, que ponen de manifiesto las muchas maneras de exponer la realidad de una manera parcial, a fin de conformar discursos falsos o inexactos. Comprobaremos que no hace falta inventarse nada para exponer una realidad falseada, cosa que queda más que clara con lo que se denunciaba a raíz de esta iniciativa, que comenzaba con la publicación de este tuit:
“Hoy iniciamos desde aquí una campaña para denunciar la manipulación en RTVE. Y se hace con el dinero de todos nosotros. No somos cómplices y nos negamos a aceptarlo. ¿Queréis saber cómo se tergiversa la información?”.
Y a partir de aquí, un primer ejemplo:
“Cuando te dispones a escribir la noticia de política del Telediario y al abrir el minutaje te encuentras con las anotaciones de la editora sobre quién tiene que aparecer en esta información y qué parte de su intervención interesa”
Y un segundo ejemplo:
“Cuando una protesta ciudadana solo tiene cabida en el minutaje del Telediario “si hay disturbios”, y en el supuesto que así sea, tampoco hay que explicar los motivos de la protesta”.
Y un tercero:
“Cuando la información relativa a la corrupción que afecta al gobierno se emite tarde y en un breve de veinte segundos, y la que afecta a otros partidos políticos se magnifica con directos, piezas, y grandes despliegues”.
Y este problema denunciado persiste hoy. Los trabajadores de diez televisiones autonómicas se unen contra la manipulación y las privatizaciones. Los comités de Andalucía, Asturias, Castilla La Mancha, Catalunya, Euskadi, Extremadura, Galicia, Illes Balears, Madrid y País Valencià, no descartan un paro general contra la manipulación y las privatizaciones.
¿En el resto de las televisiones autonómicas hay un pleno ejercicio del pluralismo informativo?
Termino con una reflexión de Adela Cortina de su artículo Periodismo ético en tiempos de polarización que se publicó en la revista antes citada Cuadernos de Periodista, nº 43. Nos dice:
“No nacemos polarizados, la polarización se hace, hay agentes polarizadores que recurren a métodos para enfrentar a los de una sociedad como narraciones ad hoc, discursos expresivos, formas sesgadas de contar las noticias en los medios de comunicación y, por supuesto, en las redes sociales. En este punto, la tarea de un periodismo ético es imprescindible, porque los medios pueden polarizar, reforzar la polarización o, por el contrario, intentar que la opinión pública se convierta en un espacio en que se ejerce el uso público de la razón.