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Lise Meitner es un ejemplo emblemático de cómo el sesgo de género y la discriminación han eclipsado las contribuciones de las mujeres en la ciencia. Nacida el 7 de noviembre de 1878 en Viena, Austria, mostró desde joven un profundo interés por las ciencias, estudiando física y matemáticas en la Universidad de Viena. En 1906 se convirtió en la segunda mujer en obtener un doctorado en física en dicha universidad. Posteriormente se trasladó a Berlín para trabajar en el Instituto Kaiser Wilhelm, donde realizó investigaciones pioneras en el campo de la radiactividad. En 1918, junto con Otto Hahn, descubrió el elemento protactinio. Sin embargo, su contribución más significativa se produjo en 1938, cuando explicó teóricamente la fisión nuclear e introdujo el término para describir el proceso.
A pesar de su papel esencial en la comprensión de la fisión nuclear, Meitner fue excluida del reconocimiento oficial. En 1944, Otto Hahn recibió en solitario el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de la fisión, sin que se mencionara la contribución de Meitner. Esta omisión está considerada una de las injusticias más flagrantes en la historia de los Nobel, y es uno de los ejemplos más evidentes de cómo descubrimientos realizados por mujeres han sido ignorados por el comité. Desde 1901, las mujeres solo han recibido el 4% de los Nobel de ciencias.
Aunque nunca recibió el Nobel, Meitner fue reconocida en 1966 con el Premio Enrico Fermi de la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos. Además, en 1997, el elemento químico número 109 fue nombrado «meitnerio» en su honor. Pero su aportación a la humanidad no termina ahí. En 1942, mientras estaba exiliada en Suecia, le ofrecieron un visado para trasladarse a Estados Unidos y unirse al Proyecto Manhattan, que desarrollaba la bomba atómica. A pesar de que esa decisión le habría facilitado la vida al alejarse de una Europa en guerra, se negó en rotundo: afirmó que no quería participar en la fabricación de ninguna bomba, ya que eso iba en contra de sus principios.
La historia de Lise Meitner refleja las barreras que las mujeres han enfrentado en la ciencia y la necesidad urgente de reconocer plenamente sus contribuciones. Esta discriminación histórica ha contribuido a la subrepresentación femenina en disciplinas científicas. Un ejemplo claro es que solo el 29,3% de los investigadores a nivel mundial son mujeres, según datos de la UNESCO de 2019. Y en nuestro país, aunque las mujeres representan más del 50% de las solicitudes de ayudas para investigación y la mitad de los doctorados, su presencia en posiciones de mayor responsabilidad sigue siendo muy inferior: solo el 25% de las cátedras universitarias y el 10% de los cargos directivos en áreas STEM están ocupados por mujeres.
Esta discriminación no solo se manifiesta en la invisibilización de sus logros, sino también en la persistente brecha salarial y tecnológica que enfrentan las mujeres en España, Europa y a nivel mundial. Un ejemplo se encuentra en el ámbito de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), donde la brecha salarial media de género alcanza el 21%, frente al 16% de la media general.
Por ello, recordar el legado de científicas como Lise Meitner es esencial para impulsar la vocación de las jóvenes hacia el estudio y el trabajo científico. Es una condición necesaria para avanzar en la igualdad laboral y social y reducir las brechas salariales.
Artículo publicado en el blog de Quim González Muntadas