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martes. 27.05.2025
MUJERES EN LA CIENCIA

La matemática que firmó como hombre para ser tomada en serio

Sophie Germain (1776–1831), genio autodidacta y víctima del Efecto Matilda.
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Placa de la rue Sophie Germain, París.

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Con este artículo cumplo el compromiso quincenal de recuperar la memoria de una científica, de las muchas que hicieron historia… aunque la historia no las haya querido recordar. Hoy nos detenemos en Sophie Germain (1776–1831): genio autodidacta y víctima del Efecto Matilda.


En el París revolucionario de finales del siglo XVIII, una niña de trece años se esconde bajo las mantas, vela en mano, para leer a escondidas. Sus padres le han quitado los libros, la luz y la ropa de cama para que abandone su obsesión con las matemáticas, considerada impropia de una señorita. Pero Sophie Germain no se rinde. Su historia —como la de tantas otras mujeres silenciadas— es la de una lucha doble: por avanzar en el conocimiento… y por ser reconocida como sujeto pensante.

Nació en 1776, en una familia burguesa ilustrada. Su padre, liberal, fue diputado en la Asamblea Constituyente. Pero ni los vientos de cambio tras la Revolución sa modificaron una realidad implacable: a las mujeres se les negaba un lugar en el saber científico. Cuando Sophie Germain descubrió la historia de Arquímedes —asesinado por un soldado romano mientras resolvía un problema geométrico— decidió dedicar su vida a las matemáticas. El precio sería alto.

A sus padres les horrorizaba que su hija se interesara por una disciplina “masculina”. Cuando descubrieron que seguía estudiando de noche, le prohibieron el a los libros, le retiraron la calefacción y la dejaron sin ropa de cama. Pero Sophie perseveró. Aprendió latín y griego para leer a Newton y Euclides en sus lenguas originales. Se convirtió en autodidacta por necesidad y por pasión.

En 1794 se fundó en París la Escuela Politécnica. Era el lugar ideal para formarse como matemática, pero solo itía hombres. Sophie encontró una vía clandestina: consiguió los apuntes gracias a un conocido que había estudiado allí, y empezó a enviar trabajos firmados con el seudónimo masculino “Monsieur Le Blanc”. Su talento llamó la atención de uno de los grandes de la época, Joseph-Louis Lagrange, quien quiso conocer a aquel brillante alumno. Al descubrir la verdadera identidad de “Le Blanc”, lejos de rechazarla, se convirtió en su mentor. Era el primer reconocimiento serio que recibía.

La historia de la ciencia no se entiende sin las mujeres que la escribieron en la sombra. Y no basta con recordarlas: hay que reescribir los libros, revisar los currículos, resignificar los nombres

Germain no solo se interesó por la teoría de números —donde desarrolló los hoy llamados “números primos de Sophie Germain”—, sino también por la física matemática. En 1809, la Academia de Ciencias de París convocó un concurso para explicar matemáticamente las vibraciones de superficies elásticas. Sophie se presentó. Aunque su primer intento no ganó, los jueces la animaron a seguir. Tras dos nuevas versiones del trabajo, en 1816 obtuvo finalmente el premio. Fue la primera mujer en recibir tal distinción.

Su ecuación contenía errores que más tarde fueron corregidos, pero su enfoque fue pionero. Plantó las bases de la teoría moderna de elasticidad, que se desarrollaría con más fuerza en manos de hombres… a menudo sin mencionarla.

Sophie Germain es un ejemplo clásico del llamado “Efecto Matilda”: el fenómeno por el cual los logros científicos de mujeres son ignorados, minimizados o atribuidos a colegas varones. Su trabajo no fue publicado en vida con su nombre. Su muerte, en 1831, pasó casi desapercibida: en el registro oficial fue descrita simplemente como “rentista”, sin mención alguna a su actividad intelectual.

Su correspondencia con Carl Friedrich Gauss revela otro episodio clave. Sophie, aún bajo su seudónimo, se carteó con él durante años. Cuando Napoleón invadió Prusia, ella temió por la seguridad del matemático y logró que un general francés lo protegiera. Fue entonces cuando Gauss descubrió que su brillante interlocutor era una mujer. Su respuesta fue tan sincera como contundente:

“Cuando una persona del sexo que, según nuestras costumbres y prejuicios, encuentra tantísimas dificultades para familiarizarse con estudios tan espinosos, y sin embargo los domina, entonces esa persona debe tener un talento extraordinario y un genio superior”.

Pero la iración privada no bastó para abrirle del todo las puertas del mundo académico. Sophie Germain nunca accedió a un cargo universitario ni formó parte oficial de las instituciones científicas de su tiempo. Aun así, dejó una huella que hoy empieza, al fin, a visibilizarse. La Academia de Ciencias sa otorga desde hace años el “Premio Sophie Germain” a investigaciones destacadas en matemáticas. Varias calles, institutos y aulas llevan su nombre. Y su figura se ha convertido en símbolo para quienes reivindican el derecho de las mujeres al pensamiento científico.

Su vida fue una ecuación difícil de resolver: talento + exclusión + persistencia. Si su historia se sigue contando, es porque ayuda a explicar otras muchas que aún están por contarse.

¿Qué habría logrado Sophie Germain si hubiera podido firmar con su nombre desde el principio? ¿Cuántas otras científicas no han llegado tan lejos como ella por culpa de los mismos prejuicios? La historia de la ciencia no se entiende sin las mujeres que la escribieron en la sombra. Y no basta con recordarlas: hay que reescribir los libros, revisar los currículos, resignificar los nombres.

Porque no se trata de añadir mujeres a la historia. Se trata de contar la historia como realmente fue.


P.D.: Para la elaboración de este artículo he contado con el apoyo de la herramienta de inteligencia artificial ChatGPT, que me ha asistido en la búsqueda y síntesis de información procedente de diversas fuentes. Entre ellas: los trabajos publicados por Muy Interesante Digital, el portal Mujeres con Ciencia, artículos de BBC Mundo y las Tesis de Guijarro de Mata-García, Marta de la Universidad Complutense de Madrid. Así como textos de las divulgadoras Verónica Pardo Quiles, Paloma Lozano y Mar Rodríguez y también de La Agrupación Astronómica Sabadell.

Artículo publicado en el blog de Quim González Muntadas

La matemática que firmó como hombre para ser tomada en serio